LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 24 de agosto de 2016

FRENTE A CADA NECESIDAD, NACE UN TIMBREO


Pasó cuando arreciaron los cacerolazos contra el tarifazo en  todo el país, y volvió a pasar cuando se conoció el fallo de la Corte: la respuesta del aparato político del gobierno a las noticias adversas fue salir a “timbrear” en todo el país; tal como lo hacían en campaña.

Más allá de que el de Macri parece ser un gobierno “en campaña permanente”, cabe preguntarse cual es la idea que se busca transmitir con la movida, que muy claro está es todo menos espontánea: sabido es que los lugares a donde el presidente y los funcionarios se mueven son rigurosamente seleccionados por el aparato comunicacional del gobierno, buscando “ambientes protegidos” para evitar correr riesgos.

¿O acaso alguien puede suponer que un presidente que empezará a desplazarse en autos blindados para repeler supuestas agresiones o que no puede protagonizar actos públicos sin un impresionante dispositivo de seguridad se expondría sin más a ir casa por casa tocando timbres, sin saber quién y como lo recibirán? Si hasta en el "timbreo" se prendió Corral, que no se digna recibir a nadie ni aunque le armen un acampe en la puerta del despacho en la municipalidad.

También en la pasada campaña electoral los “timbreos” estaban organizados según el mismo modelo, a través del procesamiento de la información que arrojaban las redes sociales, en una puesta en escena muy estudiada y –por cierto- eficaz: contra el modelo de comunicación política tradicional y vertical del kirchnerismo (las cadenas nacionales, la interlocución elaborada de CFK, dirigida a un auditorio politizado y convencido), lograron transmitir la idea opuesta: políticos hablando de tú a tú con gente común del llano, sin mediaciones y dispuestos a escuchar.

Repetida ahora en la gestión, la metodología apunta a crear sentido social en torno a un gobierno “en contacto con la gente”, sin la mediación de las estructuras políticas, y bajándole el precio a los medios tradicionales en cuanto a su capacidad de influir en la percepción política de los ciudadanos.

En ese esquema, lo importante no son las personas concretas contactadas por las “timbreadas” o lo que puedan aportar entre sus conocidos en el boca a boca, sino lo que los medios y las redes sociales reproducen: aun aquél al que el presidente o sus funcionarios no hayan ido a visitar a su casa debe quedar convencido de que sería perfectamente capaz de hacerlo, lo que  los diferencia de los “políticos tradicionales que no escuchan la gente”.

Este último es un punto crucial: los “timbreos” buscan mostrarnos a un gobierno que escucha y está atento a las demandas sociales, para plantear sus políticas y para rectificarlas si hiciera falta.

Visto desde allí el gobierno “real” de Macri, queda claro que se trata simplemente de un conjunto de mentiras, hábilmente orquestado: el gobierno realmente existente se sustenta en el crudo ejercicio de la “real politik”, canjeando todo el tiempo plata, favores, figuritas o carpetazos (según haga falta palo o zanahoria para lograr los objetivos) con gobernadores, intendentes, sindicalistas, legisladores o referentes de la oposición.

Lo que no excluye que promueva reformas (como la boleta única electrónica) que van en el sentido de desarticular las estructuras partidarias tradicionales, buscando equiparar por vía de esas ingenierías “institucionales” la desventaja que tiene el PRO en términos de desarrollo territorial, tanto en relación a sus aliados de la UCR, como a sus presuntos opositores del PJ.

Del mismo modo que para el gobierno que cree “en el contacto directo con la gente a través de las redes sociales y las nuevas formas de la comunicación” el apoyo de los medios hegemónicos es políticamente crucial, para poner en la agenda pública todo el tiempo la “pesada herencia recibida” y la “corrupción k”; que suelen ser el mejor recurso para disimular los fracasos de gestión, o los costados más duros de las políticas que se despliegan desde el gobierno. A las pruebas nos remitimos: al "timbreo" del sábado le sucedieron el programa de Lanata del domingo, y la tapa de Clarín del lunes.

Tal disimulo es necesario porque la mayor de las mentiras que subyace en todo esto de los “timbreos” es aquello de la capacidad de escucha del gobierno (chistes sobre Ciro James, Palacios y ahora Stiuso y la AFI, abstenerse), y su predisposición a rectificar políticas cuando encuentran resistencia: si algo enseña la saga del tarifazo es que el gobierno es plenamente conciente de los efectos nocivos que tienen sus políticas para determinados sectores de la sociedad; e insiste en llevarlas adelante por determinación personal y decisiva del propio Macri en todos los casos.

Avanzan sobre un terreno que suponen fértil y favorable (el de la dispersión opositora) y el famoso “prueba y error” en rigor debería ser calificado como “si pasa, pasa”: se lanza una política, se mide la resistencia que genera y si no se la puede superar, se retrocede un paso, esperando el momento oportuno para volver a avanzar dos o tres, en la misma dirección original. Se verá en breve, pero todo indica que eso es lo que pasará con el tarifazo cuando lleguen las audiencias públicas.

Políticas que además y como regla general, vienen sistemáticamente a poner en acto los intereses de los sectores más poderosos de la sociedad, en desmedro de los más débiles, a los que se les reservan “paliativos” supuestamente compensatorios que llegan siempre más tarde (cuando llegan) y en dosis homeopáticos. Ayer mismo el presidente "timbreador" volví a echarles la culpa a los trabajadores de los "palos en la rueda", por el ausentismo y los juicios laborales. 

Lo que deja claro que el gobierno es fiel a sus verdaderos apoyos, que son mucho más sólidos y concretos que la volátil adhesión social constada supuestamente “al azar” en los timbrazos, o el “la comprensión y el acompañamiento” a su gobiernos que dice detectar a lo largo y a lo ancho del país un presidente que hace actos relámpagos para rehuir el contacto con cualquier forma de protesta.

Así como es razonable insistir en una estrategia cuando esta ha dado resultados antes, también es prudente cambiarla cuando las circunstancias son distintas, algo que no parece registrar el macrismo: en campaña bastaba con instalar la idea de que era necesario un cambio, y disipar temores sobre lo terrible que podría venir si ganaba Macri; algo en lo que fueron eficaces en determinados sectores, porque otros los votaron precisamente por lo que sabían y esperaban que iban a hacer, llegados al gobierno.

Ya en el gobierno y con el desgaste que supone la gestión del Estado (drásticamente acelerado por el sentido, la dirección y los resultados que vienen teniendo las políticas oficiales), la cosa es más compleja; de allí que el aparato comunicacional y político del macrismo deba redoblar sus esfuerzos para vender espejitos de colores, incurriendo en ridículos como por ejemplo sostener que a “la gente” poco o nada le preocupa el tarifazo: el mismo tipo de subestimación con el que insistieron en imponerlo, hasta que se toparon con el fallo de la Corte.

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