LA FRASE

"EL CLIMA POLÍTICO EN EL PAÍS SE ESTÁ YENDO A LA MIERDA." (JOSÉ LUIS ESPERT)

sábado, 3 de mayo de 2025

ARTE Y POLÍTICA

 

El estreno de la serie "El Eternauta" en Nétflix reavivó la anciana polémica sobre la asepsia o la politización del arte y las creaciones artísticas como hechos en sí, más allá de la politización del autor o artista o sus propias opciones personales: la también antigua polémica sobre "separar la obra del artista".

El planteo de "despolitizar" la serie para que "no caiga dentro de la grieta" que viene mayoritariamente desde los que apoyan al gobierno lo hayan votado o no, es tan absurdo como pueril, comenzando por el hecho de que el goce estético o el simple disfrute de una creación artística no es en modo alguno incompatible con la pedagogía política que pueda estar contenida en ella, o la reflexión que despierte.

Ejemplos al respecto hay miles y el intento de presentarlas como cuestiones disociadas es en sí misma una definición política: privarle al arte su contenido transformador de la realidad, en más de un sentido. Una muestra de lo absurdo de esa pretensión de tapar el cielo con las manos es la censura, que es en esencia un hecho político, tanto que se la identifica (y con razón) con los regímenes autoritarios que cancelan las libertades democráticas.

Pedir que no se politice el arte o una determinada obra artística es -en un punto- tan absurdo como pedir que no se politicen las elecciones, la historia o la misma política; y parte de reducir a ésta a la simple ingeniería electoral o las roscas de los aparatos partidarios. En ese reduccionismo hay también -y allí está la misma trampa, otra vez- un objetivo político, de deslegitimación.

Todas las miradas políticas de la sociedad (como las religiones), en todo tiempo y sin importar su ideología, buscaron dejar su reflejo en las expresiones artísticas, como lenguajes comunicacionales válidos para hacer llegar su mensaje a las sociedades. Por eso cuando se pide "despolitizar" una expresión artística en realidad lo que se quiere obturar es una determinada mirada política, que pone en juego determinados valores que ponen en jaque el orden imperante, o que se quiere imponer.

"El Eternauta" (tanto la historieta como la serie televisiva) es en ese sentido excepcional porque se cruzan allí varias implicaciones políticas posibles, todas molestas y enojosas para el ethos cultural que en estos tiempos se nos quiere imponer desde el poder, entendido éste tanto su expresión institucional (el gobierno), como su manifestación profunda y real (el poder económico y mediático): esta misma semana reflexionaba Leandro Renour en ésta nota de Página 12 sobre la comunidad de ideas que existe al respecto entre Milei, su discurso y la aceptación de él por nuestra élite económica, aun en aquellas fracciones de ella que están siendo objetivamente dañadas por las políticas de su gobierno.

La historia de "El Eternauta" estaba ya (antes de proyectarse de las páginas a las pantallas) atravesada por la tragedia personal y familiar de su autor, Héctor Oesterheld, que no es más que otro capítulo de la peor tragedia argentina: solo pensar que alguien puede disfrutar de la serie sin conocer su identidad verdadera que lo vincula biológicamente con el creador de la historieta en la que se inspira, debería bastar para pensar antes de pedir bobamente "despolitizarla".

La historieta fue escrita originariamente en los tiempos de la proscripción del peronismo, y a solo un año de los fusilamientos de los basurales de José León Suárez que inspirarían (otra vez, las fronteras invisibles entre arte y política) a Rodolfo Walsh a escribir "Operación Masacre". Poco importa si Oesterheld tuvo eso en mente al imaginar una historia donde las personas se unen y organizan para resistir un régimen opresor, y desde luego que no pudo imaginar entonces como la tragedia lo impactaría años después: en tanto el arte es una creación humana (y de las más genuinas), interactúa con la realidad, y es ésta la que da el contexto en que ese arte es apreciado. 

La historia de "El Eternauta" (y allí radica en gran medida su valor), es una mirada sobre la solidaridad, el compromiso, la resistencia, el héroe colectivo, el convencimiento de que "nadie se salva solo". ¿O acaso creían que al primero que se le ocurrió la idea fue al Papa Francisco?

Y los niveles de excelencia que alcanza en todas las facetas técnicas y artísticas de la producción son también una muestra concreta de los resultados de años de haber apostado desde el Estado (aunque a la serie la financie ahora una plataforma privada) a apoyar a los creadores de nuestro cine nacional, como una ventana para mostrarnos al mundo, desde nuestra propia identidad. 

Desde ese lugar, "El Eternauta" es tan argentino como el mate, el fútbol o el dulce de leche, y nos muestra ante el mundo de un modo que nos debería enorgullecer, y redimirnos en parte de las vergüenzas a las que nos someten Milei y su gobierno: acaso sea también eso lo que moleste: que los argentinos podamos ser asociados con algo distinto de los disparates y papelones del demente que nos gobierna. 

Y a la creación de Oesterheld en la grieta lo tiraron ellos, hace muchos años, cuando la serie televisiva no era siquiera un proyecto, prohibiéndola en las escuelas porteñas (la censura es siempre una muestra de ignorancia) simplemente porque nosotros lo habíamos adoptado como emblema, convirtiendo a Néstor Kirchner en nuestro Juan Salvo: otra muestra del odio gorila que prefiere regalarnos cosas (como la democracia, los derechos humanos, la defensa de la soberanía nacional, la lucha del feminismo) que en realidad ellos abandonaron. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Separame la obra del artista en el Guernica.
El Colo.