LA FRASE

"EL CLIMA POLÍTICO EN EL PAÍS SE ESTÁ YENDO A LA MIERDA." (JOSÉ LUIS ESPERT)

jueves, 1 de mayo de 2025

UN DÍA PARA RECORDAR DE QUE LADO ESTAMOS

No es ninguna novedad que vivimos tiempos duros para el trabajo y los trabajadores. Primero porque no hay trabajo ni se lo genera, y el que hay, está mal pago en la inmensa mayoría de los casos,: en un esquema económico que (en teoría) propugna la absoluta libertad de precios, el precio más regulado para que permanezca barato es el salario, y en esto hay consenso amplio entre los empresarios y el Estado. De hecho, en la disputa entre dolarizadores y devaluadores el único punto de acuerdo es mantenerlo lo más deprimido posible, para ser "competitivos".

Se denigra a los trabajadores concretos en sus salarios y condiciones de trabajo, y se denigra discursiva y culturalmente a la figura específica del trabajador, cuyo rol en la sociedad es desvalorizado cuando no negado: el único día en el que se recuerda cuanto contribuyen con sus esfuerzo a generar la riqueza de la sociedad (y de sus patrones) es cuando deciden hacer un paro, reclamando por sus derechos. El resto del año son señalados ellos y esos derechos como la principal -si no única y excluyente- causa de todos los problemas del país. 

Se habla mucho (no tanto desde el gobierno, pero sí de ambos lado de la grieta) de la necesidad de producir más, pero muy poco de cuidar y dignificar a los que realmente son los que producen. Sobran en la clase política defensores para los dueños del capital, que reclaman rebajas de impuestos y eliminación de leyes laborales, y faltan los que se la jueguen por los trabajadores: mucho pedir que saquen las retenciones, pero nada de pedir (y hacer algo) porque blanqueen a los peones, o les paguen mejores salarios.

No hay (al menos no se percibe con la fuerza de otros tiempos) unidad ni solidaridad de clase entre los propios trabajadores, muchos de los cuales no se autoperciben como tales en tanto sujetos de derechos, cuando antes serlo era un motivo de orgullo. Vivimos en tiempos en que todos dicen que trabajan, pero pocos dicen ser trabajadores, o lo que es más importante, pocos reclaman con decisión ser tratados con la dignidad que merecen como tales.

Frente a un sindicalismo desprestigiado por comprensibles razones, se persigue y estigmatiza a los sindicatos como organizaciones para privar a los trabajadores de su principal herramienta para defender sus derechos e intereses; y se propician reformas "democratizadoras" que en realidad son para fomentar el carnerismo y la sumisión. En cada paro general y como en tiempos de la dictadura, un Gran Hermano orweliano nos recuerda desde las pantallas de las estaciones de tren que parar está mal y es perjudicial para el país y para los propios trabajadores, y persiste en distinguir entre los trabajadores y los sindicatos, como si fueran partes con intereses contrapuestos. 

Se admite públicamente que en una sedicente economía de mercado de sustento monetarista hay cepo a las paritarias y ancla salarial contra la inflación, mientras los salarios, el empleo y la conservación de los puestos de trabajo están ausentes del debate público sobre la marcha de la economía, en una descomunal maniobra de ocultamiento de una distribución del ingreso cada vez más regresiva que, en una constante histórica de los últimos diez años, le bolsiquea sistemáticamente a los trabajadores parte de sus salarios, en beneficio de todas las fracciones del capital.

Todas la patronales precarizan a sus trabajadores o buscan licencia legal para hacerlo, y el Estado -lejos de dar el ejemplo en contrario- más que nadie: desconoce acuerdos paritarios o reglamenta veladamente el derecho de huelga con eufemismos como el presentismo (como ocurre en Santa Fe), y despide sin causa ni justificación. Como si no bastara con la flexibilización introducida por el DNU 70 (que sobrevive gracias a la morosidad de la Corte Suprema) y la ley bases con figuras como el "trabajador independiente" se busca terminar con el orden público laboral para retroceder a los tiempos del Código Civil de Vélez, hacia un mundo ideal en el que cada trabajador discute mano a mano con su empleador por su salario y sus derechos, como si fueran iguales en poder. 

Y como si todo eso fuera poco, nos prometen más flexibilización laboral para profundizar el ajuste a la baja de salarios y derechos laborales, y nos la plantean (hasta en el acuerdo con el FMI) como la única solución viable y mágica para todos los problemas del país. Favorecido por la crisis y la deserción estatal -en todos los niveles- de su poder de policía del trabajo el empleo informal crece, pero no se prorroga la moratoria previsional, que subsanaba el empleo informal de ayer; mientras que los jubilados -los trabajadores de ayer- son maltratados incluso físicamente por odio de clase, mostrando con hechos quienes son, para éste gobierno, la casta a la que estaba destinada la motosierra. 

La que fuera la columna vertebral del peronismo y del movimiento nacional y popular hoy está rota rota y enflaquecida por deserciones y traiciones sindicales, el crecimiento de la informalidad y la precarización y -sobre todo- la deriva conceptual y política de representantes y representados; pero trabajadores son todos, aun los que ni siquiera se perciben como tales o no tienen reconocida la plenitud de los derechos que corresponden a la condición. Y todos necesitan ser representados, aunque muchos no lo verbalicen y crean que es posible la utopía de una sociedad en la que todos sean sus propios patrones, empresarios o emprendedores.

Podrá ser cierto -como se estila decir en estos tiempos- que ya no existe la sociedad salarial tal como la conocimos desde los tiempos en los que surgió el peronismo, pero sigue habiendo explotación del hombre por el hombre como antes de que naciera, y en ciertos sectores, incluso más. Lo cual no es un dato menor: el peronismo nació para representar a los trabajadores porque eran los excluidos emergentes de la sociedad de sus tiempos, y si bien nunca fue clasista ni se definió como tal, tampoco (como lo dice Perón en el video de apertura) fue nunca neutral en el conflicto entre el capital y el trabajo. 

Y si quiere volver a representar a los trabajadores y junto con ellos, a la mayoría de los argentinos, debe ser fiel a su memoria histórica representando a los excluidos, de todo tipo. El panorama es ciertamente complejo pero también lo era en 1945, aunque muchos nos quisieron convencer después de lo contrario; porque si el peronismo fue el simple resultado de una coyuntura feliz (algo que se dijo también del kirchnerismo), tendrían que preguntarse porque si era facilísimo, porque solo Perón hizo lo que hizo y todos lo demás lo ignoraron hasta que la historia los pasó por encima; y hoy (80 años después) siguen proponiendo hacer exactamente lo contrario a lo que él hizo, que en esencia y más allá de los instrumentos coyunturales, es lo que sigue teniendo que hacerse.

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