LA FRASE

"EL CLIMA POLÍTICO EN EL PAÍS SE ESTÁ YENDO A LA MIERDA." (JOSÉ LUIS ESPERT)

lunes, 26 de mayo de 2025

¿LO VIEJO FUNCIONA?

 

"Lo viejo funciona, Juan" dice Favalli en la serie de "El Eternauta", pero bien podría haberlo pensado Milei en su intento de recrear el menemismo, 35 años después y en otro contexto nacional, regional y mundial. Es evidente que parte de las ensoñaciones teóricas del presidente y su entorno de adulones es suponer que el mundo no ha cambiado desde entonces, y no pasaron cosas, como diría Macri: la idea de LLA parecía ser -al menos en un primer momento- la recreación de la alianza social del menemismo entre las clases populares y los sectores dominantes, sellada con el dólar barato y la ilusión primer mundista.
 
Claro que para que eso funcione, sería menester que estuvieran dadas todas las condiciones que se dieron entonces: un contexto crítico cercano en la memoria social como la hiperinflación (lo que no significa desconocer que la estabilidad económica es un valor socialmente apreciado), joyas de la corona para vender y financiar el experimento (la principal que queda en el alhajero es YPF, y no está incluida en las privatizaciones de la ley bases) y un flujo abundante de capitales externos dispuestos a venir al país: el blanqueo a medida del narcotráfico que el gobierno acaba de lanzar a las apuradas da cuenta cabal de como viene la mano por ese lado. 

Pero así como en economía el gobierno viene aplicando uno tras otro "Plan B" (de los dólares del celular de Milei a los de los colchones de la clase media, pasando por el RIGI, el blanqueo y el acuerdo con el FMI), con el plan político para prolongar en el tiempo el experimento con seres vivos que nos gobierna pasa algo parecido: fracasada la idea original de recrear la alianza social que le dio sustento al menemismo, y en tanto la legitimidad de las elecciones en términos jurídicos no depende del nivel de participación ciudadana, el gobierno parece sentirse cómodo con la creciente abstención electoral, en especial de los sectores populares: antes de que los votos de los desencantados se vayan a otro lado como castigo a sus políticas, es preferible que no vayan a ninguno, como castigo a los partidos políticos y a la democracia. O dicho de otro modo: intuyen que la insatisfacción democrática que lo llevó a Milei a la Casa Rosada, hoy lo está sosteniendo, en modo pasivo.

Del menemismo para acá, el sueño de las largas hegemonías inevitables (en tanto respondían al "clima de época") a las que todos los actores políticos y sociales se terminan acomodando reaparece, una y otra vez; y esa persistencia explica en buena medida muchos comportamientos: los de los gobernadores y buena parte de la dirigencia del peronismo, de la CGT y del sindicalismo dialoguista y los opositores "razonables" dadores voluntarios de gobernabilidad. Es decir, los que siempre están a la pesca del momento oportuno para lanzar los pactos de la Moncloa criollos que estabilicen el sistema (y las posiciones adquiridas en él) sin montañas rusas que generen vértigo como el kirchnerismo con las retenciones móviles, la ley de medios o la disputa con los fondos buitres.

En esa inteligencia (y en la creencia compartida de que hay un único rumbo racional y posible para el país, que sería el de Milei como antes lo fue el de Menem o el de Macri) hay que leer ciertas conductas, claves para la sostenibilidad del régimen gobernante: nadie va a chocar de frente cuando cree que del otro lado hay una pared indestructible. Y para ser sinceros, en cierto modo -el contemporizador- fue también la lectura del peronismo (incluyendo en éste caso a Cristina y al kirchnerismo) en la elección de las sucesivas candidaturas de Scioli, Alberto y Massa como ofrendas de paz.

Sin embargo y aunque el gobierno -y muchos opositores- pretendan que no, pasaron cosas. Como que el modelo de valorización financiera, endeudamiento y fuga de capitales fracasó más rápido aun que con Macri, cumpliéndose así -aunque no del modo que él esperaba- su vaticinio: Milei hizo lo mismo pero más rápido, es decir, chocar la calesita y terminar yéndole a pedir la escupidera al FMI, cosa que para Macri representó el principio del fin de su (otra vez) sueño de hegemonía prolongada, al que no pocos sedicentes opositores ya se habían resignado.

Lo raro es que lo más parecido que hubo en tiempos post menemistas en la Argentina a una hegemonía prolongada (bien que duramente cuestionada) fue el kirchnerismo, al que desde Escribano en adelante le auguraban el fin cada seis meses. Y los tiempos actuales no son la excepción: distraídos como estaban con planificar el (otra vez) el fin del kirchnerismo con la "ficha limpia", Macri y el PRO perdieron en forma estrepitosa en su cuna porteña, y quedaron a merced de Milei para establecer una alianza con ese fin, pero bajo los términos de LLA. Antes, la grieta de había tragado a Larreta, que se soñó como el arquitecto de la Moncloa argenta del 70 %, es decir, excluyendo al kirchnerismo. 

Teniendo en claro que en la historia hay semejanzas más no necesariamente réplicas exactas, lo que sí puede estar más cerca de vivirse no es tanto la recreación de la alianza social que sustentó por una década al menemismo, como otro 2001 de anomia política y "que se vayan todos" (como lo vienen indicando los altos índices de ausentismo electoral).

De allí que lo que parece como más urgente en términos de praxis política es ir a buscar (con propuestas pero sobre todo con inteligencia en los planteos para esclarecer la situación) a los que están pensando en volver a poner una feta de salame en el sobre (algo que se complica con la boleta única), si es que ya no dejaron directamente de ir a votar, en especial en los sectores populares. 

Y puestos en esa tarea, la agenda judicial importa (porque es la que define las condiciones de la competencia electoral, de allí que no sea inocua), pero no se puede constituir en el único tema de campaña. Si no, pregúntenle a Macri como le fue con eso. Tal vez -solo tal vez- en ese caso lo realmente viejo (atender las demandas más urgentes de los sectores populares y darles expresión política, como en 1945) si funcione.

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