LA FRASE

"EL CLIMA POLÍTICO EN EL PAÍS SE ESTÁ YENDO A LA MIERDA." (JOSÉ LUIS ESPERT)

miércoles, 14 de mayo de 2025

PAÍS (Y PERONISMO) PARA ARMAR

 

Repasando las notas de los medios sobre las elecciones provinciales del domingo pasado, nos vino a la mente esta nota de Mario De Casas en El Cohete a la Luna, cuya lectura recomendamos para analizar un tema de urgente actualidad: los riesgos ciertos de fragmentación nacional que corre el país como unidad política en estos tiempos oscuros.

Los resultados electorales provinciales han sido leídos siempre -o por lo menos se intentó hacerlo- en clave nacional de quien ganó y perdió con ellos en cada caso, y esta vez no fue la excepción; pero los medios hegemónicos no dejaron pasar la oportunidad de facturarle a Cristina -en tanto presidenta del PJ- la pobre performance del peronismo en la mayoría de las provincias que tuvieron elecciones. No pocos sectores del propio peronismo hicieron la misma lectura, como si los candidatos del PJ en los distritos concernidos los hubiera elegido ella misma, o algo por el estilo.

En realidad y como bien apunta De Casas en su nota -escrita antes de los resultados del domingo- la decisión de Cristina de ir por la presidencia del PJ y, desde allí, intervenir algunos distrito provinciales (como Jujuy y Salta, que tuvieron elecciones el domingo) obedece justamente a tratar de detener un proceso de "provincialización" del peronismo como fuerza política, que se evidenciaba en los votos colaboracionistas a algunas de las peores iniciativas del gobierno de Milei (como la ley bases), votos que digitaban algunos gobernadores, a cambio de presuntos beneficios para sus provincias.  

Es decir, en lugar de impulsar un peronismo con mirada y conducción federal (lo que hubiese sido un reclamo legítimo), ir por su balcanización en populismos o conservadurismos populares (y a veces ni eso) comarcales, carentes de toda visión y perspectiva nacional. Un proceso que no es nuevo pues -como señala De Casas- comenzó ya en la década del 90', alcanzando decisiones que a la larga se revelaron funestas para el país como la provincialización de los recursos naturales estratégicos; algo que por cierto los propios Néstor y Cristina apoyaron en la constituyente del 94', en tanto emergentes periféricos de una provincia minera y petrolera.

Desde entonces, la idea federal al interior del peronismo (y del conjunto de las fuerzas políticas) fue vaciada de sentido al convertirse en la excusa perfecta de los buscapinas de la política, eternos lectores de encuestas y oteadores de "climas de época", para desentenderse de las cuestiones nacionales y diseñar estructuras políticas que les diesen mayores márgenes de maniobra para negociar con los gobiernos de turno sin adoptar compromisos permanentes, y para preservar situaciones locales de poder.

La falta de compromiso con las reglas de la competencia política interna (evidenciada por el hecho de que cada uno va "por adentro o por afuera" según le convenga), los desdoblamientos (a veces hasta consagrados normativamente), las miradas comarcales de temas nacionales (como el modelo productivo) con la excusa de las particularidades locales, la formación de bloques aparte en el Congreso nacional con ese mismo argumento, son los resultados más visibles de un proceso de fragmentación política, que nos coloca (al peronismo y al país, y no es casual que a ambos al mismo tiempo) al borde de la disgregación.

Tanto que no hay hoy ni siquiera (como hubo antes) intentos de nacionalizar modelos provinciales supuestamente exitosos (como el "cordobesismo", o el peronismo de San Luis), ni de juntarse entre los "federales" para armar algo más amplio que unifique su voz al interior del peronismo: cada uno negocia mano a mano por su lado con el poder central de turno (el institucional y el económico), en una disputa en la que solo puede perder; como lo pueden atestiguar hoy (como antes con Macri) los que bancaron la ley bases y el DNU 70, sin obtener recompensas del régimen de Milei, más allá de alguna migaja puntual.

En ese contexto, la siempre anunciada "rebelión de los intendentes del conurbano" y hasta el desdoblamiento electoral en la provincia de Buenos impulsado por el naciente kiciloffismo son -como apuntó Cristina- no tanto un desafío a su autoridad y liderazgo, como el riesgo de profundizar un proceso de balcanización política en el que el peronismo y -peor aun- el país tienen todo para perder.

Porque el desastre que estamos viviendo y sus consecuencia a futuro (el sobreendeudamiento, la crisis de la industria, la destrucción del empleo, los salarios y el sistema de protección social, la pérdida de la soberanía sobre el territorio y los resortes claves de la economía, en fin, todo lo que dio origen al peronismo original) como resultado de un intento planificado de retornar al país a 1943 en todo sentido, son nacionales, y de ellos nadie se salvará, aunque así lo crea porque está sentado sobre pozos petroleros o minas que no explota por sí ni controla, y de cuyos beneficios participa solo en módica medida.

Y en ese contexto tampoco es casual que nuestros últimos tres presidentes hayan sido porteños, cuando ha quedado claro que la autonomía de la CABA (otro fruto envenenado de la reforma constitucional de 1994) que fue pensada para preservar para el radicalismo el gobierno de la ínsula democrática que resiste a la barbarie peronista, y terminó siendo el resguardo institucional para el quiosco de los negocios de la familia Macri, conspicua representante de la patria contratista.

Acaso el único "provincialismo" que ha sacado provecho real de la fragmentación del país, y que al mismo tiempo concentra otros recursos estratégicos, como los medios hegemónicos, o la sede corporativa de los más grandes grupos económicos. Tuit relacionado:

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