Las elecciones porteñas ratificaron la tendencia que se viene observando desde las de Santa Fe para acá, en todos los distritos: decae en forma importante el porcentaje de participación y crece la abstención ciudadana, como signo visible del fracaso de la política en su conjunto -tanto de los oficialismos como de las oposiciones- para recomponer la confianza en la capacidad de la democracia para resolver los problemas de la sociedad.
Es posible que ese ausentismo electoral sea aun mayor en los sectores populares, los que tienen menos resto para sostener en el tiempo la esperanza en que las cosas mejoren, incluidos aquellos que votaron a Milei con esa idea. Para el peronismo y las fuerzas del campo popular, un llamado apremiante a reconectarse con su base electoral, encontrando el lenguaje, la organización, las propuestas y los candidatos adecuados.
El desdoblamiento electoral (allí donde no estaba impuesto por las normas y respondió a decisiones o estrategias políticas, como en la PBA y la propia Capital) o la provincialización (o municipalización, como en la CABA) de las campañas no resuelve la apatía ciudadana, sino que la empeora. Hablarle a una sociedad fuertemente polarizada en torno a la experiencia libertaria del orden nacional exclusivamente en términos de particularidades regionales, provinciales o -peor aún- municipales (el "metro de cercanía" del que hablaba el PRO en tiempos de Durán Barba) es una estrategia destinada al fracaso en una país en el que la mayoría de sus habitantes tienen dificultades serias para llegar a fin de mes, conseguir empleo o pagar las cuentas.
Por donde se los quiera ver, hay signos crecientes y concordantes de descomposición democrática, en paralelo con la degradación institucional a la ya apuntada -y pronunciada- baja en la participación electoral hay que sumarle la crisis de los partidos políticos, su progresivo vaciamiento y falta de debate y competencia interna, la mediocridad ramplona y exasperante del debate político, el cada vez más bajo nivel de los candidatos y la tentación constante de dirigentes y candidatos -en especial del oficialismo ampliado- a jugar en los límites del consenso democrático, porque les reditúa electoralmente frente a un sector no menor de la sociedad que ya no concede el mismo valor que antes, al respeto de las reglas de juego.
En lo específicamente porteño, las elecciones ratificaron ampliamente el sistema de preferencias políticas de la ciudad que domina sus comicios desde 1983. Una vez más, las terceras vías o la búsqueda de los "votos blandos" de un ilusorio centro social se reveló una estrategia condenada al fracaso, para todos los que la ensayaron, a uno y otro lado de la grieta.
La elección fue planteada como una PASO del gorilismo porteño para ver quien era más capaz de terminar definitivamente con el peronismo en su encarnación peronista, y fue resuelta a favor de la crueldad explícita, incluso contra sectores que bien podrían ser parte de su propia base electoral: el show semanal de represión de Bullrich contra los jubilados no solo no conmovió la sensibilidad de buena parte de los porteños, sino que pareció aportarle votos decisivos a la lista que encabezaba Adorni para resolver esa interna gorila a favor.
Buena parte de los porteños decidió terminar con la hipocresía de que les importaban la corrupción o las instituciones, cuando en realidad lo que les importa es terminar con el peronismo (circunstancialmente kirchnerismo) y todo lo que éste representa; y allí hay que explicar las pobres performances electorales del PRO, la UCR y la Coalición Cívica.
El tono de la campaña de Santoro (y su misma candidatura) no fueron suficientes para marcar una diferencia sustantiva con anteriores desempeños electorales del PJ porteño y sus alianzas, y el triunfo en las comunas del sur de la ciudad (las más castigadas por el ajuste libertario y la desidia macrista en la gestión municipal) en buena medida fue posible por la división de la oferta electoral de la derecha.
El peronismo tuvo otro ejemplo concreto de que debe asumir plenamente y sin complejos la experiencia kirchnerista como parte de su tradición política, sin dejarse correr por la anatemización mediática y política y la persecución judicial contra el proceso vivido entre 2003 y 2015, para no permitir que su identidad y propuesta política queden limitadas a los términos que le impone el enemigo. Y desde allí, no negándola ni ocultándola y con todos los debates que se crean necesarios, construir su propuesta a los argentinos, para volverlos a enamorar.
Es tan cierto que el peronismo dividido pierde o disminuye sus chances de ganar, como que los pedazos en que se parte nunca son iguales o equivalentes en términos de representación popular y volumen políticos: los minúsculos guarismos de las listas de Moreno y Abal Medina los dejaron expuestos como lo que son: colectoras (voluntarias o no, lo mismo da) del gorilismo para garantizar su victoria, o la derrota del peronismo.
Para esos fines gozaron (como otros gozaron antes, en otros distritos) de amplio esponsoreo mediático y posiblemente financiamiento de campaña por izquierda. Pero nada es eterno, y en política menos: cuando el sistema político del gorilismo (y sus mandantes reales) advierten que ya no los necesita para eso, prontamente los olvidará, y su presencia en el ágora mediática será mucho más parecida a su verdadero caudal electoral. Tuits relacionados:
2 comentarios:
MUY buena nota. Humildemente, la suscribo 200 %. Y, una vez más, el antiperonismo/kirchnerismo/cristinismo no vacila en trasvestirse como sea para ir en contra de la patria y el pueblo. Ella hace rato que viene advirtiendo sobre la insastifacción democrática y en no desdoblar en PBA. Pero los genios de las "nuevas melodías" no le dieron bola. Menos mal que acá en Rosario hay cartelería (bastante costosa, por cierto) de un rafaelino sobre La República de Santa Fe que, seguramente, orientará a los viejos peronchos cono el suscripto acerca de cómo deben hacerse las cosas electoralmente. Que Dios y algunos dirigentes decentes protejan a Cristina que tiene su la testa 6 años al menos de condena. Acá en nuestra provincia hay todavía uno que era senador, votó por los buitres, se quedó sentadito en el Senado cuando le allanaban la casa a CFK y ahora tiene a uno suyo en la Corte provincial. Y atenti: no lo voté en la interna, pero sí en la general. Por eso hablo qué joder
Le ganás Provincia de Buenos Aires y Milei, Adorni, Santiago Caputo y el Gordo Down se tienen que tirar por el hueco del ascensor. Pero tenés que ganar, y para eso hay que empezar a moverse. La inundación no ayuda. Pero hay tres meses hasta la elección en Septiembre. El desdoblamiento de la elección (error o no error ) ya está. Seguir discutiendo lo mismo es perder el tiempo, que no sobra, en un panorama muy difícil y pasado por agua. Pero si en Septiembre llegás a ganar Provincia, le ponés un dique a más destrucción planificada: reforma laboral y previsional. Ganando habrá de donde agarrarse para resistir.
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