Como será la laguna que éste chancho la cruza al trote: https://t.co/EPx1C7BaTo
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No importa cuando estés leyendo esto, desde 1983: https://t.co/BlYWCrZ9lU
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Y así de paso no se presenta a la reelección en la provincia y vos tenés chances, ¿no?: https://t.co/AefvdGnekM
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Y hay otras que dependen más, y no lo apoyaron. Esmérense un poco, chicos: https://t.co/JtlX2Ogruo
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El armado del "Frente de Todos" en 2019 se basó en la idea de ensanchar los límites del kirchnerismo en su composición de entonces, captando todos los votos posibles de los "peronismos realmente existentes" para derrotar el intento de perpetuación de la derecha en el país, con la reelección de Macri. Y la elección de Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial de la coalición expresaba una señal conciliatoria hacia el poder económico, tratando de fracturar el bloque hegemónico tendiendo puentes hacia algunas de sus fracciones, tras los conflictos y turbulencias del período kirchnerista.
A más de tres años de entonces, se puede decir que la fórmula fue tan exitosa en términos electorales como ineficaz para conseguir el segundo objetivo; en buena medida por la actitud cerril del poder económico -que vio toda concesión negociadora como un gesto de debilidad-, como por las propias vacilaciones del sector minoritario en votos del FDT, pero que hegemonizó las posiciones y decisiones del gobierno, por decisión de Alberto. Y como consecuencia de ello, las elecciones legislativas del año pasado demostraron que el sello ganador del 2019 ya no lo era, por sí mismo y desprendido de las realizaciones concretas que reclama gobernar.
Tomando como ejemplo el caso Vicentín (para algunos, el punto de partida de una larga serie de frustraciones deslegitimadoras del triunfo electoral), la estatización iniciada no llegó a nada no porque la cruzara Perotti con su "propuesta superadora", sino porque Alberto (en sus propias palabras) desistió de ella, frente a las críticas de los que no lo votaron; lo que marcó un modus operandi político que se repitió constantemente en estos tres años de gestión: un presidente y un gobierno que gobiernan (o intentan hacerlo) para los que no los votaron, y no dialogan con su propia base electoral, ni la escuchan.
Por lo demás, todos los sectores políticos e institucionales de la coalición oficialista están exactamente en las mismas posiciones que estaban cuando la misma se formó, sin el menor atisbo de revisarlas o hacerse cargo de la parte que les toca en los objetivos fallidos. Acaso el paso al costado de Cristina nominando a Alberto -que se revelaría un error fatal, cuyas consecuencias aun hoy padecemos- haya sido la única muestra de "autocrítica", por usar un término caro a los que no son kirchneristas, ni nos ven con amabilidad, dentro del FDT.
Desde que Alberto anunció su intención de ser reelecto y de que todas las candidaturas del actual oficialismo se dirimieran en internas para acá pasaron la intentona de los gobernadores del PJ (de lo dos lados de la grieta que los separa hoy, a propósito del juicio político a la Corte) de suprimir las PASO, el atentado contra Cristina, la asunción de Sergio Massa en Economía para garantizar el cumplimiento del acuerdo con el FMI, la instalación de la posible candidatura de CFK, la condena judicial en su contra y su anuncio de correrse de toda aspiración electoral personal, las reuniones entre los gobernadores (otra vez: firmantes y no firmantes del pedido de juicio a la Corte) con la CGT para "diseñar el peronismo post Cristina", el fallo de la Corte por la coparticipación porteña, el anuncio de Alberto de desacatarlo (del que luego reculara), la reaparición de Cristina sembrando el misterio sobre si será o no candidata y el pedido del presidente de juicio político a Rosatti y los demás miembros de la Corte, que dividió a los gobernadores del PJ y sus aliados.
En medio de tantos análisis y opiniones, es bueno recordar los hechos, y advertir que ninguno de ellos pudo ser discutido por el conjunto de los actores que conforman el "Frente de Todos" para definir la postura a adoptar en cada caso, simplemente porque jamás se constituyó una mesa política o instancia similar donde estén todos representados, que defina los pasos a seguir dentro de la coalición; que no funciona en la práctica como tal desde su mismo inicio.
Frente al pedido de juicio a la Corte, hay apoyos concretos -en su mayoría de los gobernadores más ligados al kirchnerismo-, y deserciones variadas, que van desde Uñac a Perotti, pasando por Bordet o Rodríguez Saá; lo cual da una idea clara de que los desmarques obedecen a diferentes razones, que no se pueden simplificar en el análisis. Así por ejemplo si en el caso de Uñac se puede atribuir a la interna del PJ sanjuanino (el gobernador depende de un fallo de la Corte para su intento reeleccionista), en el de Rodríguez Saá -al que nadie puede tildar de complaciente con el macrismo- se supone que no puede estar en contra de los fundamentos del fallo de la Corte en el caso porteño, porque son los mismos que en su momento dio para favorecer a San Luis en su reclamo por fondos coparticipables, contra el Estado nacional.
Fundamentos que también son exactamente los mismos en los casos de reclamos similares de Santa Fe y Córdoba, lo cual emparenta al puntano con Perotti: así de complejas suelen ser las cosas. En el caso del santafesino, a diferencia de aquellas provincias que acompañan el pedido de Alberto porque dependen en buena medida de las transferencias nacionales para hacer obra pública, recibirá 151.000 millones en bonos nacionales por el fallo de la Corte durante los últimos dos años de su mandato, que solo puede utilizar para hacer obras públicas: ¿Cuál sería, desde su perspectiva, su incentivo para embarcarse en una pelea de final incierto?
Todo indica que Perotti se mantendrá al margen -al menos mientras pueda- de la disputa nacional, y competirá en las elecciones provinciales encabezando la nómina de diputados provinciales como lo hicieran antes Reutemann, Bonfatti y Lifschitz. Dicho de otro modo: ninguna de sus movidas de hoy indica que esté pensando en integrarse a algún armado nacional, y todas evidencian que ha vuelto a poner en práctica la "teoría del alambrado" que patentara Reutemann en los 90', y que fuera transversal a toda la política santafesina, dentro y fuera del peronismo: la idea de que hay que mantener a la provincia a salvo de las reyertas nacionales, y evitar que estas se trasladen a la bota, alterando la ecuación propia de las relaciones de fuerza de la política santafesina.
La idea, claro, es errada por lo simplista; porque cualquiera sean sus particularidades locales, Santa Fe no es una ínsula ni un Estado hanseático escindido o marginado de los problemas que aquejan al conjunto de los argentinos; aun cuando Perotti tenga un punto en algo: a veces la agenda porteña de la política ocupa todo el escenario, y no da cuenta de todas las cuestiones del país real, más allá de la General Paz.
De acuerdo con la Constitución provincial, hay dos certezas para las elecciones del año que viene: Perotti no tiene reelección, y las elecciones provinciales deben ir separadas de las nacionales, dos datos que condicionan el calendario, los armados y las candidaturas para los cargos provinciales, comenzando por la fórmula para la gobernación. El gobernador de Santa Fe fue candidato por un peronismo unido en 2015 (sin interna) y en 2019, ganándole entonces ampliamente las PASO a María Eugenia Bielsa; y en 2021 derrotó ampliamente en otra PASO a Agustín Rossi, para las candidaturas a cargos nacionales: otra vez, datos de la realidad que es preciso recordar, porque demandan una interpretación, que no puede nunca ser negarlos, como si no hubieran ocurrido.
En ambos casos, en una provincia que es esquiva para el kirchnerismo pero en la que la mayoría de los votantes del peronismo son kirchneristas -mal que les pese a los portadores locales del peronómetro-, Perotti se impuso en alianza con Cristina. Habrá que ver como le va (a él y al conjunto del peronismo santafesino y sus aliados) si su estrategia diverge de la de Cristina, o la termina enfrentando.
Pero más allá de Santa Fe, el "Frente de Todos" tiene pendiente discutir su misma conformación, su estrategia electoral, las posibles alianzas, el grado de federalismo hacia el interior de la coalición (si los gobernadores serán o no un actor relevante, o se profundizará la "conurbanización"), el papel de las organizaciones sociales y sindicales, y lo más importante, el programa de gobierno teniendo en miras las limitaciones y fracasos de la experiencia albertista. Y cuando decimos programa de gobierno no estamos pensando en términos electorales, sino de definición del rumbo en lo que resta del mandato del actual gobierno: como hemos dicho hasta el cansancio, sin un replanteo a fondo de la política económica teniendo como norte revertir el actual patrón regresivo de distribución del ingreso, no hay perspectivas electorales de triunfo para el FDT, se siga o no llamando así.
El dilema entonces sigue siendo el mismo del 2019: articular una respuesta política y electoral eficaz para frenar a la derecha. La respuesta que se le de desde el peronismo (desde todos los "peronismos realmente existentes", nos gusten más o menos) es lo que está por verse, y lo que deberíamos estar discutiendo.
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