Hay silencios que son toda una declaración: https://t.co/jBnXlcSw23
— La Corriente K (@lacorrientek) August 27, 2021
Al momento de subir estas reflexiones, habrán pasado casi dos días desde el atentado contra el diputado Arias en Corrientes, en un acto de cierre de campaña. Y hasta este momento ninguno de los principales dirigentes de "Juntos por el Cambio" ha ensayado el más mínimo repudio respecto a un acto incalificable de violencia política, perpetrado contra un opositor político en una provincia donde gobiernan sus aliados, desde hace décadas.
Ni Macri, ni Vidal, ni Larreta, ni Carrió, ni Mario Negri o cualquier otro de los habitualmente locuaces en los medios ha dicho media palabra al respecto, condenando el hecho, pidiendo justicia, repudiando el uso de la violencia con fines políticos, solidarizándose con la víctima. Nada.
Un silencio estruendoso, que hace tanto ruido como un millón de palabras, tanto más ruido cuanto más tiempo se prolonga. Porque frente a éste tipo de hechos cualquier dirigente político que se precie de democrático debe expresarse en forma inmediata, clara, rotunda, unívoca, sin medias tintas, sin "peros" sin "contextualizaciones" que pretendan minimizar el hecho, su gravedad, sus consecuencias.
Y si no lo hace -como no la han hecho los nombrados y otros tantos- se convierten automáticamente en cómplices, legitimadores del recurso de la violencia, incluso física, incluso homicida, como herramienta admitida en la disputa política.
No hace falta que nosotros recordemos acá el tenebroso prontuario de la derecha argentina -en tiempos democráticos y de los otros- con sus discursos de odio, y sus prácticas de violencia simbólica y verbal. Tampoco es necesario que recordemos las veces en que han pasado de los dichos a los hechos, con las consecuencias por todos conocidas, así como las veces en que luego trataron de que lo olvidáramos o peor aun, comprendiéramos o "contextualizáramos": como hemos dicho otras veces, cada llamado de la derecha vernácula a la pacificación nacional o la concordia es signo inequívoco de que se están quedando sin municiones.
Y no es necesario hacer ninguno de esos ejercicios de memoria, porque su reputación los precede, y su conducta actual responde a esa reputación, va unida a ella, como la sombra al cuerpo. Días pasados, nomás, estaban traficando políticamente con las muertes de los compatriotas que perdieron sus vidas por el COVID, en la pandemia. Son eso, en esencia.
Pero volvamos al principio: decíamos que cualquier dirigente político que se precie de democrático debe repudiar con firmeza y claridad hechos como los de Corrientes, y acaso ahí esté precisamente el problema por el cual no lo hacen: ¿son realmente democráticos esos dirigentes, son parte del consenso social trabajosamente construido en casi cuatro décadas de recuperación democrática, o sus convicciones en ese plano se detienen frente a la identidad política de víctimas y victimarios de la violencia política, para tomar posición en consecuencia, solo verificados esos datos?
Hace exactamente un año atrás, decíamos en ésta entrada: "Sin embargo cabe preguntarse ¿es realmente así, podemos quedarnos tranquilos pensando que toda la sociedad argentina ha logrado un consenso, si no unánime, amplio y extendido sobre que la democracia es el mejor sistema político para organizarnos? ¿Podemos decir, sin temor a incurrir en falsedades, que todos los argentinos o una porción abrumadoramente mayoritaria de ellos tienen en claro y aceptan que vivir en democracia supone que gobiernen aquellos que ha elegido la gente, hasta el final de su mandato, aunque no sean los que a nosotros nos gustan, o los que votamos?".
"Si hubiéramos de juzgar por los precedentes históricos, la respuesta parece clara: hay sectores que son (somos) realmente democráticos, en serio, aun cuando serlo nos exija aceptar que la gente vote incluso en contra de sus propios intereses: en democracia tienen ese derecho, y hay que respetarlo. Y hay otros que no solo creen que solo hay democracia cuando los votan a ellos, sino que estarían muy dispuestos -dadas las circunstancias- a tirar del mantel de la mesa democrática llegado el caso, y sin necesidad de pasar por "un rapto de demencia" como alegó Duhalde.".
La condena de la violencia política en cualquiera de sus formas, en especial y sobre todo la física, es parte esencial del contrato democrático; y el silencio -estruendoso, como dijimos- de los principales dirigentes de la oposición sobre los hechos de Corrientes los muestra -una vez más, y van, flojitos de papeles en ése aspecto. Muy flojitos.
1 comentario:
Si esto hubiera pasado en un municipio de Formosa, por los medios nacionales estarían pidiendo la intervención de los marines.
El Colo.
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