LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 5 de mayo de 2022

LEGITIMIDADES

 

Como coalición electoral, el "Frente de Todos" fue exitoso: sirvió para desalojar al macrismo del gobierno en primera vuelta. Algunos (nosotros entre ellos) sostienen que se podría haber conseguido lo mismo con la candidatura de Cristina, pero es una hipótesis contrafáctica, imposible de comprobar.

Como coalición de gobierno, en cambio, se ha revelado completamente disfuncional en estos casi dos años y medio de mandato. Esencialmente porque -como señaló con agudeza Artemio López- hay un desbalanceo de origen que está en la raíz de todas las tensiones internas, y no se ha corregido: el sector que aportó el liderazgo aglutinante (el de Cristina) y el mayor caudal de votos de la coalición, no forma parte del núcleo duro que define las decisiones del gobierno, y el que está en esa posición, no tiene votos.

Lejos de resolverse el dilema, lo que ha pasado es que el presidente y su círculo de confianza han redoblado la apuesta, persistiendo en el rumbo que desde el kirchnerismo -empezando por Cristina, reiteradas veces- se señala como errado, y se dan señales de intentar construir "fuerza propia", aun sin una ruptura formal del frente; pero apostando a una eventual interna para dirimir candidaturas (modalidad que el propio Alberto señaló que debía observarse en su momento) de cara a las elecciones del año que viene.

Lo cual no sería en sí mismo reprochable, si no significara saltearse el almuerzo para pasar a la cena: el país (y por ende el gobierno) tienen problemas gravísimos que requieren urgente atención, como por ejemplo los elevados niveles de inflación que impactan en los niveles de pobreza y en la inequidad en la distribución del ingreso; fenómenos todos que están en el centro de la explicación de la derrota electoral del oficialismo en las elecciones legislativas del año pasado.

Porque aunque algunos funcionarios del gobierno pretendan negarlo o actúen como si no hubieran existido, el año pasado hubo elecciones, y la situación de fragilidad política en que ha quedado el gobierno son más consecuencia de su resultado (que es a su vez consecuencia de los errores del gobierno en la gestión), que de las críticas internas o de las disputas al interior del "Frente de Todos". Pensar lo contrario -tal la tesis del "albertismo"- supone confundir las causas de un hecho, con sus consecuencias o efectos.

Tal como Cristina recordó ayer -recordó, no inventó- en democracia los gobiernos tienen todos legitimidad de origen -si o han sido electos mediante el fraude electoral-, pero su legitimidad de ejercicio deben revalidarla a diario, con su acción concreta. Desde esa óptica, el gobierno ha erosionado en el ejercicio su legitimidad de origen, por haber hecho abandono del programa electoral votado en octubre de 2019; de modo que la forma de recomponerla y enfrentar con chances de éxito las elecciones del año que viene -cualquiera sea la resolución de la interna- es retomarlo, independientemente de quienes encarnen las candidaturas del "Frente de Todos", e incluso de que éste mantenga o no su actual composición.

El dilema entonces que vienen planteando Cristina y el kirchnerismo en general -ahora fue el "Cuervo" Larroque, que no fue el primero y seguramente tampoco sea el último- es ni más ni menos que ése, y no debería ser tan difícil de entender. Claro que la cosa se complica si en realidad se lo entiende, pero se prefiere ignorarlo para concentrarse en los modos, las formas o los tonos de la crítica y los señalamientos.

Otra vez: no confundir causas con efectos o consecuencias, para terminar perdiendo de vista que desaparecidas las primeras, invariablemente desaparecerán los segundos. Las críticas internas son consecuencia del malestar social (que tuvo expresión electoral contundente), y éste tiene su origen en el apartamiento del mandato recibido en las elecciones del 2019, de las que emana la legitimidad de origen del gobierno de Alberto Fernández.

En lugar de enojarse, imaginar conspiraciones, redoblar la apuesta de las escaladas verbales en público de la confrontación interna o invitar a retirarse de la coalición a los díscolos (desmintiendo en la prácticas las apelaciones a la unidad, en forma de clausura del debate interno), el gobierno debería ensayar el camino (que nadie dijo nunca que fuera fácil) de reencauzar la gestión dentro de los marcos del mandato recibido, y recomponer relaciones no ya con Cristina o el kirchnerismo, sino con su propia base electoral; empezando por esos cuatro millones de votos que se perdieron en el camino de las malas decisiones.       

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