LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

viernes, 2 de febrero de 2024

DE RODILLAS

El primer gobierno de la democracia recuperada en 1983 terminó antes su mandato en medio de un golpe económico con fines aleccionadores: el dolarazo de febrero del 89' no estaba dirigido tanto a Alfonsín y su gobierno (que en palabras de Magnetto, ya se habían convertido en un estorbo), como al Menem que por entonces prometía revolución productiva y salariazo en caso de ganar las elecciones.

El riojano dio sobradas muestras de haber aprendido la lección, e inició un ciclo de gobernabilidad a la sombra del poder económico que le garantizó culminar su mandato y ser reelecto, a condición de vehiculizar todas sus demandas. Más aun, intentó -y lo consiguió- transmitir la idea de que el coraje político consistía en hacer lo que ese poder económico reclamaba, sin arredrarse por las críticas y protestas: "ramal que para, ramal que cierra", "cirugía mayor sin anestesia" y otros exabruptos expresaron esa idea. 

El Pacto de Olivos y la reforma constitucional del 94' fueron simplemente para que los dos partidos principales del sistema político se repartieran los roles con los que cada uno se autopercibía por mucho tiempo por delante (oficialismo y oposición), pero ambos como garantes de ese orden, y esa gobernabilidad. Tanto que cuando a la UCR le tocó volver a gobernar con De La Rúa, ofreció como programa la prolijidad en el sostenimiento de una convertibilidad que ya era a todas luces insostenible.

Sobre los escombros de la implosión del modelo en 2001 y las tensiones de un sistema político e institucional forzado al límite del "que se vayan todos", Néstor  Kirchner imaginó un camino distinto, que suponía una nueva gobernabilidad; en la que se recompusieran los márgenes de autonomía de la política, la autoridad presidencial y el rol del Estado.

Un camino que luego profundizaría Cristina marcando así una ruptura con el modelo de gobernanza previo, y que no se replicaría después del 2015. Mal que les pese a sus detractores y en medio de múltiples conflictos originados en las tensiones con distintas fracciones del poder económico cuando creyeron amenazados sus intereses por las políticas del gobierno (retenciones móviles, disolución de las AFJP, ley de medios, fondos buitres), el kirchnerismo aseguró una década larga de gobernabilidad revalidada en las urnas por amplísima mayoría en 2007 y 2011.

Al mismo tiempo, esa gobernabilidad coexistió -y para ser precisos, diríamos que se basó también- en la mejora constante de los indicadores del crecimiento económico y la mejora en los indicadores de la distribución del ingreso y, en general, en todos los que miden el desarrollo humano del país. Acaso allí -en, por ejemplo, tener hacia 2015 el salario mínimo en dólares más alto de América Latina- haya que buscar el origen de la profundización de las tensiones; más que en presuntos desvíos totalitarios del gobierno, que por otro lado estamos viendo en estos días que el poder económico tolera y alienta, cuando son a favor de sus intereses.  

Tras el ensayo con Macri de un país atendido por uno de sus propios dueños y el interregno de Alberto Fernández, llegamos a Milei: una criatura política sin trayectoria previa ni fuerza partidaria organizada que lo sostenga, vehículo ideal para canalizar la insatisfacción democrática y la crisis de representación. Y más apto aun -atenta su endeblez en todos los planos- para comandar formalmente un gobierno colonizado por intereses corporativos, en el que el de presidente es, más que nunca, un puesto menor: no olvidemos que nos gobierna -literal y no metafóricamente- un empleado de Eurnekián.

Haciendo su propia lectura de la experiencia de gobernabilidad iniciada en el 2003  -lo que incluye necesariamente la muerte de Néstor y el atentado fallido contra Cristina-,  desde 2015 para acá el peronismo (y dentro de él, el kirchnerismo) ha ensayado una y otra vez guiños y giros dialoguistas con el poder económico, traducidos sucesivamente en las candidaturas de Scioli, Alberto y Massa: los resultados de la estrategia han sido derrotas electorales, o defraudación de las expectativas ciudadanas, cuando les tocó gobernar.; y -otra vez, cuestiones íntimamente vinculadas- continuidad en el retroceso de los indicadores económicos y sociales. Datos, no opinión.

En éste contexto no debe sorprender el penoso espectáculo que estamos presenciando a partir de la sanción del mega DNU y la discusión de la ley ómnibus: un debate distorsionado donde los que los apoyan no pueden dar cuenta de sus razones porque responden a mandantes invisibles (o bien visibles, pero con intención de permanecer ocultos), y los que los rechazan pelean contra enemigos que no son los verdaderos, como Milei y sus funcionarios; simples amanuenses de un poder mucho más fuerte y perdurable.

Esa distorsión de los términos del debate no hace sino profundizar la crisis de representación política y el vaciamiento de las instituciones, de las que las acusaciones públicas de Banelco (hechas por el propio presidente sin que nadie le pida cuenta de sus dichos), la represión a los manifestantes, la discusión sobre un texto en blanco que nadie conoce y la violación flagrante del artículo 29 de la Constitución Nacional son apenas los baldones de vergüenza más notorios, pero no los únicos. Tuits relacionados: 

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