LA FRASE

"NO ENTIENDO PARA QUE EL GOBIERNO QUIERE REGLAMENTAR EL DERECHO DE HUELGA EN LA REFORMA LABORAL CUANDO PUEDE SOLUCIONAR EL PROBLEMA COMO LO HICIMOS NOSOTROS, PONIENDO EL PRESENTISMO." (MAXIMILIANO PULLARO)

miércoles, 26 de noviembre de 2025

SEAMOS PRECISOS

 

En política -como en todo- las cosas son lo que son, y no lo que uno cree que son, o lo que alguien dice que son. El concepto aplica para los gobiernos de derecha como el actual, respecto a los cuales de un tiempo a ésta parte se busca (desde algún lugar del análisis político) siempre lo novedoso o disruptivo, sin acentuar las continuidades históricas: los bloques sociales y económicos que apoyan y promueven esos proyectos políticos porque sus intereses se benefician con ellos, los objetivos precisos y concretos que esos proyectos persiguen, y como impactan en la realidad. 

Sin que deje de ser interesantes las razones por las que la gente vota un determinado proyecto (y siempre que existan modos confiables de establecerlo, y no simples especulaciones intelectuales), es mucho más relevante cuales son los intereses que prioriza con las políticas que ese proyecto ejecuta desde la conducción del Estado. Quedarse en que Milei logró conquistar el voto de los pibes de Rappi podrá servir para imaginar estrategias electorales futuras que reviertan ese hecho, pero no perder de vista que gobierna para Blackrock y los fondos buitres permite dimensionar más claramente la naturaleza del proceso, y sus resultados; y generar las estrategias necesarias para impedirlos.

Lo mismo sucede con las políticas de seguridad y defensa del gobierno, el giro en materia de derechos humanos, y sus posturas frente al legado de la dictadura y el consenso democrático: la evidencia histórica señala que, más allá de los discursos (y a veces ni ahí, recordemos que fue Macri el que empezó con lo del "curro de los derechos humanos"), cada vez que la derecha gobierna esa línea de pensamiento y acción va unida a política económicas de desregulación, apertura, destrucción de empleo y tejido industrial, valorización financiera y endeudamiento para financiar la fuga de capitales, como la sombra al cuerpo. 

Cuando se dice que ese tipo de políticas no cierran sin represión no se trata de un simple cliché ideológico, sino de una constatación empírica: sea en forma abierta (como sucede con éste gobierno desde sus inicios con la protesta social) o como amenaza implícita, como está sucediendo con las fuerzas armadas; cuyo rol además es siempre auxiliar respecto del proyecto político al cual sirven: brazo armado de la nación para la defensa de su soberanía e integridad territorial, o cuerpo auxiliar de nativos que sostiene el orden colonial, como es hoy en día.

Se trata siempre de comprometer políticamente a las agencias armadas del Estado más allá de su rol estrictamente profesional, en el alineamiento incondicional con determinados objetivos políticos que no son los del país en su conjunto, sino de un determinado grupo político, que actúa ostensiblemente como gestor de los intereses de poderes económicos, del país y del extranjero; mientras se disuade toda oposición posible, mediante el uso o la amenaza del uso de la fuerza, sin mayores restricciones.

Si muchos argentinos parecen compartir todo el combo (las políticas económicas y sociales y los mecanismos de disciplinamiento necesarios para asegurarlas) más allá de como sean atendidos por él sus propios intereses objetivos, significa ni más ni menos que hay un porcentaje (no menor) de la sociedad con el que no hay canales de comunicación ni encuentro posible, no al menos sin desfigurarnos tanto que nos terminemos convirtiendo en ellos. Significa (como se dijo acá) que hay que revisar conceptos en cuanto a la amplitud de ciertos consensos básicos, que dábamos por sentados. 

Pero también significa que que hay lugares adonde no llegan ni impactan ni alcanzan las revisiones ni las autocríticas, porque son impermeables a nuestra acción política, así como en otros puede ser efectiva: distinguir la diferencia para no desperdiciar esfuerzos donde son inútiles y ponerlos allí donde son necesarios, es crucial en la coyuntura.

Así como hay cosas con las que no hay que transigir ni siquiera con el pretexto de la necesidad de aggiornarse, como "el discurso para el mundo de las finanzas" que se reclama al peronismo, o la reforma laboral. Porque hoy, en el contexto actual y con las iniciativas concretas que el gobierno despliega en esos campos (se podrían citar otros) no hay encuentro ni contacto posible, que no suponga una pérdida: de derechos, de discurso o de credibilidad.

Porque el mundo financiero en el país es, efectivamente y más allá del rol teórico que se supone debe cumplir el crédito como dinamizador de la economía y el crecimiento, un nicho de la timba; y la única propuesta posible allí es regularlo desde el Estado, y fuertemente: con la derogación de la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz que aun nos rige para imponer límites a la voracidad del mercado, con controles al flujo de capitales o al acceso y manejo de las divisas, con mecanismos (como fue en su momento la reforma de la carta orgánica del BCRA en el segundo gobierno de Cristina) que permitan canalizar el ahorro de los argentinos a la financiación de la inversión productiva para crecer.

Y porque el gobierno está planteando una reforma laboral flexibilizadora sustentada en la visión (falsa) de que el problema del país es que los trabajadores registrados tienen demasiados derechos, o que nuestro costo laboral es muy alto, y nos hace perder competitividad. Nunca saldrá de esa mirada un diseño de regulación laboral que permita ampliar (y no reducir) los derechos reconocidos a los trabajadores, y hacer que ellos alcancen a un número mayor de los miembros la fuerza laboral efectiva, o que genere más empleos dignos y bien remunerados, sino más bien todo lo contrario.

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