LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

lunes, 26 de octubre de 2020

SUEÑOS HÚMEDOS

 

La ¿reflexión? del tuit de apertura pertenece a Hernán Iglesias Illa, uno de los "cerebros" de la comunicación y la estrategia política del macrismo. Más que reflexión, expresión de deseos, y de hecho, una implícita confesión de que la maniobra que pergeñaron el año pasado con la inclusión de Pichetto en la fórmula junto a Macri para "morder" algo de voto peronista fue un completo fracaso, y ahora la idea es "trabajarla desde adentro" de la interna del peronismo.    

La idea no es nueva y, lejos de eso, como decía Perón, es más vieja que mear en los portones: desde 1945 para acá que los gorilas - que por entonces todavía no eran conocidos así - andan en busca del "peronismo presentable", que estaría formado por los peronistas que le gustan al antiperonismo, digamos. Ya en la Convención reformadora convocada por la Fusiladora en 1957 trataron de hacerle cumplir ese rol a Cipriano Reyes.

Frente al peronismo y con su erradición con meta, el régimen ha probado todas las estrategias: la proscripción, la persecución, los bombardeos, los fusilamientos, los asesinatos, torturas y desapariciones y también, como no, los intentos de división, cooptación, integración o asimilación. El más exitoso de todos el menemismo, aquel ciclo oprobioso regido por el axioma "si no puedes vencerlos, conviértelos en tu mismo".

Aquella experiencia política nefasta para el país fue la culminación de los sueños húmedos de la oligarquía argentina, y de los intereses que defiende y representa en el país, y de los que es clase auxiliar, del extranjero: un peronismo vaciado de su contenido y justificación histórica, que hacía por ellos el trabajo sucio de intentar borrar de la faz de la tierra la Argentina peronista: una sociedad más equilibrada, con mayores derechos para las grandes mayorías, con una legislación social y laboral de avanzada y en trance hacia un desarrollo integrado con inclusión social y mejor distribución del ingreso.

Y ese estado ideal de las cosas se prolongó más allá del colapso de la convertibilidad y el derrumbe de la ilusión primer mundista en la crisis del 2001: los cuestionamientos de Duhalde al menemismo en su trance final y la mega devaluación precipitada en su gobierno cediendo a las presiones de los grandes grupos exportadores y al agotamiento del modelo, fueron menos un cuestionamiento al régimen imperante, que la traducción de la demanda de algunas fracciones del capital, las productoras de bienes transables y los exportadores, en desmedro del sector financiero y los grupos ligados a los negocios generados por las privatizaciones del menemato.

Por el contrario, Duhalde entonces y aun hoy sigue siendo un ferviente defensor de los equilibrios políticos construidos sobre la base de los acuerdos cupulares entre los principales partidos (UCR y PJ) refrendando el programa previamente establecido por las distintas fracciones del poder económico (cuyo punto de unidad es la reforma laboral flexibilizadora), y comprometiéndose a mantenerlo al margen de las disputas políticas, y los vaivenes electorales. En ese marco es que muchos piden, como certificación de calidad democrática, que haya alternancia: cambiar algo cada cuatro años, para que nada cambie, nunca.

El deseo explícito de Iglesias Illa ("mi objetivo") es volver a esos tiempos, lo que supone excluir al kirchnerismo del juego, tal como luego de su inesperada aparición aquel 17 de octubre del 45' (inesperada para ellos, claro) la oligarquía argentina se propuso por todos los medios excluir al peronismo  del mapa político, y por las mismas razones: es el elemento no asimilable, o en palabras de Ricardo Forster, "la anomalía argentina". Y eso explica a su vez el odio que concentra la persona de Cristina, en tanto corporización de esa anomalía. 

Se suele decir - nosotros mismos lo hemos hecho - que el macrismo y el kirchnerismo fueron las dos respuestas emergentes, desde la política, a la crisis del 2001, y acaso la definición no sea del todo exacta: despojado del márketing electoral y la por un tiempo exitosa construcción de imagen con rédito electoral de una "nueva derecha moderna y democrática", el macrismo es más de lo mismo, y viejo. 

Lo confirmó en sus cuatro años de gobierno defendiendo con dureza y crudeza los intereses objetivos de la minoría más poderosa de la sociedad, y si no avanzó más por esa dirección fue porque el modelo sigue siendo inviable incluso bajo sus propios términos, y porque encontró resistencias; tarde, fragmentariamente y de un modo desorganizado, pero las encontró; hasta el sopapo electoral de hace un año, que dio por tierras con sus sueños de hegemonía. Y lo confirma Iglesias Illa, exponiendo como "objetivo" central de la acción política de la oligarquía argentina el mismo que se trazó desde 1945: desaparecer al peronismo, o domesticarlo.

El otro emergente de la crisis del 2001, el kirchnerismo, fue sí "nuevo" a fuerza de volver a los clásicos: como suele repetir Artemio López, Néstor primero y Cristina después rescataron al peronismo de la deriva neoliberal que lo llevó a convertirse en el "partido del orden" (así lo perciben aun muchos, desde Pichetto a Duhalde), para volver a ponerlo en la senda de las mejores tradiciones histórico del movimiento nacional y popular en la Argentina; de allí que sus gobiernos hayan sido, salvando las diferencias de contextos históricos, los más parecidos a los de Perón, desde 1955 para acá. 

Y con eso se sostuvo en el poder 12 años y medio, ganando en el medio una elección presidencial de reelección en primera vuelta con el 54 % de los votos, y constituyéndose (por su base social y la persona de Cristina) en la piedra basal de otra victoria amplia en primera vuelta el año pasado, con todos los factores de poderes nacional y extranjeros en contra. Dicho esto para quienes solo juzgan la política en términos prácticos, por sus resultados concretos. 

Mañana recordaremos los 10 años de la muerte de Néstor Kirchner, y seguramente se sucederán los homenajes. El mejor homenaje que podemos hacer a su memoria es recuperar, como él hizo, el valor de la política en tanto ideal de representación de los intereses de las grandes mayorías, y como tal rupturista respecto de los intereses corporativos que no expresan al conjunto de la sociedad, sino a las minorías del privilegio. Una política que pone más la mirada en la base social que se aspira a representar, que en los acuerdos cupulares entre dirigentes, acotando los límites de la competencia política para disfrazar la capitulación ante el poder económico, de intentos por "cerrar la grieta".

Y no seríamos justos si no dijéramos que esa mirada "integradora" del peronismo que tiende a desviarlo de su misión histórica para convertirlo en garante del sostenimiento del régimen de injusticia, también habita al interior del "Frente de Todos" y tiene fuerte gravitación en las decisiones del gobierno de Alberto Fernández, y sobre todo en las que debieran tomarse, y no se toman. Ojalá en medio de la dura ofensiva del golpe devaluador en marcha algunos aprovechen el aniversario de la partida de Néstor para extraer las enseñanzas correctas de su legado y ponerlas en práctica, antes de que sea tarde.

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