La derecha política tiene núcleos duros de apoyo sociales, acá y en todos lados. Y más allá de su volumen electoral coyuntural, eso es así en tanto expresa el núcleo duro de intereses económicos bien concretos y concentrados, que son los que mueven las palancas: ejemplos como los de Macri o Piñera son demostrativos de cuando esos intereses deciden ocuparse directamente de los asuntos políticos con los suyos, aunque no descarten aprovecharse de los "ajenos" del resto de la clase política, e instrumentarlos para sus fines. Menem o más recientemente Lenín Moreno son ejemplos de esto último.
Es precisamente la consistencia y dureza de esos intereses -que son los de los grandes ganadores del modelo capitalista- los que los convierten en un adversario de temer, porque además se siente liberado de entrar y salir de las reglas de juego democrático, cuando lo crea necesario: a esa derecha no la obligan ni disuaden resultados electorales, a menos que la favorezcan. Tampoco la arredran los fracasos reiterados de las políticas que promueve, para seguir insistiendo con ellas, porque tutelan sus intereses permanentes.
En el caso particular de la Argentina, se expresa en un establishment de un nivel cultural paupérrimo, pero de nudos gordianos de intereses cruzados sólidamente entrelazados, entre lo sectores del tradicional modelo agroexportador (la "oligarquía terrateniente", hoy diversificada), el mundo de las finanzas transacionalizadas y globales, las grandes empresas de medios y las multinacionales con sede en el país.
Ese núcleo duro tiene un fuerte sesgo ideológico liberal en lo económico (con todo lo que eso implica en la Argentina, es decir sin desmedro de lo prebendario); y en el plano social marcadamente anti peronista. Esta última característica muchas veces los ha hecho cerrar filas en una dirección, dejando de lado las contradicciones que existen al interior del bloque de poder dominante, por ejemplo entre los "mercado internistas", o las favorecidos por una economía más anclada en el comercio exterior. El resultado de esas alianzas contra natura siempre fue perjudicial para el país.
Y esos núcleos duros de poder tienen ramificaciones profundas en los aparatos ideológicos que crean sentido social (como los medios de comunicación, que son a su vez grandes empresas hechas para ganar dinero), y en ciertas estructuras del propio Estado diseñadas para la defensa del orden imperante, como el poder judicial.
Pero como necesitan ser competitivos en términos electorales, deben apelar a "ideas blandas", una especie de papilla pre digerida que traduzca las cambiantes indignaciones cotidianas del hombre común, son así el "partido dell uomo cualunque" que se vio en Italia. Por eso sus "referentes" son subproductos de la alfabetización que dicen incoherencias absolutas, como si fueran discursos estructurados: Juan Acosta, Sandra Pitta, Alfredo Casero, el Dippy, Horacio Cabak; y sus dirigentes (como Macri o Patricia Bullrich) están a ese nivel.
No hay discursos estructurados, racionales o argumentados: hay simplemente una apelación brutal a las emociones, al simplismo reduccionsista y efectista que no busca convencer racionalmente, sino impactar emotivamente, para manipular.
Ese discurso no necesita datos, ni se lo puede contrarrestar con hechos; u oponérsele los hechos, porque simplemente los desconoce, si conviene a su propósito. De allí que sea completamente inútil debatir con ellos, tratar de hacerlos entrar en razones, o suponer que se les puede ganar un discusión y convencerlos o traerlos para nuestro lado: es un esfuerzo vano.
Con esa derecha pura y dura (política, social, económica, mediática, judicial) no se discute ni se debate, tampoco se negocia. No tanto porque no queramos nosotros, sino porque a ellos no les interesa: reniegan de la "grieta" pero la generaron, la alimentan y viven de ella, en sentido literal y metafórico. La necesitan incluso más que nosotros.
Y lo expuesto no cambia porque descubramos o quede manifiesto, su pobreza conceptual, su pereza intelectual, su ramplona falta de ideas, su simplismo pueril a la hora de plantear las cosas, su obstinación en repetir siempre las mismas cantinelas económicas, sociales, políticas: son un dispensador de frases de sobrecitos de azúcar.
Cuando hablan de corrupción -estando como están, más sucios que una papa- no es porque sean honestos, sino porque no les interesa discutir ideas, ni proyectos políticos, por una razón muy sencilla: el que expresan no lo pueden decir de frente, claro, conciso y con todas las letras. Porque tutela los intereses del 15 % del país, máximo.
Por eso hay que ignorarlos tanto, como concentrarse en disciplinar los intereses que representan desmontando sus lógicas corporativas, en beneficio del conjunto. La vieja dicotomía entre tratar con los payasos, o con los dueños del circo. Video y tuits relacionados:
Salí de ahí Maravilla. No tiene celular algún ordenanza de la Casa Rosada para salir a contestarle en lugar de vos a ese cuatro de copas? Y nunca tan bien dicho lo de copas. https://t.co/u7zluswy8D
— La Corriente K (@lacorrientek) May 24, 2021
Tendríamos que estar hablando de esto. Pero no. https://t.co/QUR26BBuQw
— La Corriente K (@lacorrientek) May 24, 2021
Ven lo que busca? Juntá votos Negri, y ahí vemos. https://t.co/tzKI1h7djl
— La Corriente K (@lacorrientek) May 24, 2021
2 comentarios:
Excelente nota compañeros. Creo, eh, creo que no es cantinela sino cantilena. Abrazo
Cantinela es...cosa que se repite con una insistencia que resulta molesta
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