LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 2 de octubre de 2023

RESPONDIENDO AL LIBRETO

 


Lo dijimos una vez y lo reiteramos ahora, porque no vemos motivos para cambiar de opinión: los debates televisivos entre candidatos, por las limitaciones propias del formato, no tienen la capacidad de incidir en las opciones electorales de los votantes y si la tuvieran, es mínima. No tenemos pruebas de que así sea, pero tampoco dudas.

Y el debate de anoche en Santiago del Estero discurrió por esos carriles, de resultas de los cuáles cada candidato queda más o menos plantado en la cosecha que tenía, y cada uno de los electores convencido de su propio voto, o sumergido en sus dudas previas. Sin que ninguno de los grandes problemas del país haya sido esclarecido o se avizoren posibles soluciones para ellos, porque eso sería pedirle al instrumento una finalidad para la que no fue concebido.

Hechas estas aclaraciones, cabe un breve repaso por lo hecho por cada candidato en la tenida, que fue más o menos lo que se esperaba, sin grandes sorpresas. Habrá que ver si la segunda entrega cambia ese panorama, de acuerdo a lo que arrojen las encuestas o los focus group.

Sergio Massa pareció empeñado en ponerse por encima de los ataques que previsiblemente recibiría por ser el candidato oficialista para esbozar propuestas o una idea de futuro, pero también limitado por ese rol: le guste o no es parte del gobierno, y una no menor: ministro de Economía, nada menos. Ese "no lugar" (o principal lugar) es el que lo pone a tiro de la crítica "si tenés todas las soluciones, ¿por qué no las empezás a aplicar ahora?", que el principal ancla a sus posibilidades de crecer de cara a las elecciones.

Javier Milei demostró que el loco de la motosierra y el border siempre a punto del exabrupto es un personaje que construyó porque le garpa, pero que puede abandonar sin inconvenientes cuando le conviene mostrarse serio y confiable. Del mismo modo que tampoco tuvo el menor empacho en hablar vaguedades sin ir a fondo en ninguna de sus propuestas más polémicas, como la dolarización: sabe que si explica esas cosas tiene más para perder, que para ganar.

Lo que sí dejó en claro el debate es que su dependencia (y por dependencia entendamos comunión) ideológica y política de Victoria Villarruel y todo lo que representa es mucho mayor de lo que él mismo está dispuesto a admitir: en un mar de vaguedades, no dejó tópico del discurso negacionista y apologético de la dictadura sin transitar, de un modo que ni siquiera Gómez Centurión (por citar otro referente reciente de la ultraderecha) lo hizo en sus tiempos. El alerta democrático que eso supone debió merecer una respuesta más contundente del resto de los candidatos que, salvo el cierre de Myriam Bregman, no se vio.

Patricia Bullrich fue, lejos y en nuestra opinión, la peor de todos y todas: errática, confusa, queriendo cancherear una situación en la que no estaba cómoda y mentalmente anclada en el 2015, apelando al núcleo duro del voto "cocker". No parece que por ese camino pueda remontar el tercer puesto que le asignan las encuestas y meterse en el balotaje; y en todo el caso el debate no hizo más que explicitr visualmente la deriva de su campaña, que es la de "Juntos por el Cambio" como coalición.  

Myriam Bregman alternó buenas y malas, pero la izquierda parece también anclada en un punto intermedio entre 1917 y la crisis del 2001, sin acertar a interpretar el nuevo cuadro de situación, en el que hay descontento social pero ellos no lo capitalizan, sino la ultraderecha más reaccionaria, en su peor variante. También les cuesta resistir la pulsión de hacer anti kirchnerismo, y cierto honestismo bobo que les hace perder densidad en el tenor de sus propuestas. Por eso están donde están, sin crecer desde hace años, cuando tenían condiciones propicias para hacerlo.

Y finalmente Schiaretti, que dejó en claro cual es su rol, que no es el de un peronismo alternativo o post kirchnerista: es simplemente una colectora instalada en la oferta electoral para drenarle votos al peronismo "oficial" (sea el de Scioli, Alberto y Cristina o Massa, según pasen los años y las elecciones), para hacerlo perder a manos del antiperonismo, en el marco de las reglas de juego instauradas por la reforma constitucional de 1994. El discurso, las propuestas, la estética, la propia figura del candidato -rayano en un meme de irrelevancia real- hacen que se le vean los hilos, cada vez con mayor facilidad.

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