LA FRASE

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jueves, 23 de julio de 2020

SINDICALISMO EMPRESARIAL


Leemos en Ámbito Financiero sobre la cumbre remota (por la metodología de realización, y respecto al sentir del trabajador promedio) entre la cúpula de la CGT y la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el más poderoso de los sellos que nuclea a la cúpula de nuestra esplendente burguesía, si no nacional, por lo menos transnacionalizada.

Según cuenta Mariano Martín, por la AEA estuvieron "...Paolo Rocca (Techint), Marcos Galperin (Mercado Libre), Luis Pagani (Arcor), Héctor Magnetto (Clarín), Cristiano Rattazzi (Fiat), Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), entre otros...", y por la dirigencia cegetista estuvieron Daer, Caló, Acuña, Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez y Lingeri.

Lo más interesante es el documento que de común acuerdo suscribieron al final del cónclave: como dice el cronista, "...destaca “la necesidad de reducir gradualmente la presión tributaria sobre el sector formal de la economía, atendiendo a su vez a la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales”, así como de impulsar “políticas públicas para promover el empleo registrado” y otras “destinadas a movilizar la capacidad productiva y las exportaciones de bienes y servicios”.

En otro párrafo reclama por “la inserción inteligente de la Argentina en el mundo” y en particular destaca que “se aspira a un resultado positivo en las negociaciones con los acreedores externos”, todos ítems propios de una agenda empresarial.". 

Efectivamente, de los puntos destacados surge lo mismo que de los últimos 100 documentos de la propia AEA, sin importar los años y los gobiernos, ni los contextos económicos del país. De hecho, la UIA o el Foro de Convergencia Empresarial -por solo citar dos de los sellos más conocidos- podrían suscribirlo al pie, casi sin disidencias. Y eliminemos el casi.

Lo que no se entiende es que lo hayan firmado quienes dicen representar los intereses de los trabajadores, cuando ninguno de esos puntos los favorece, o por lo menos no atiende ninguna de sus necesidades más importantes: salario, empleo, acceso a la salud, condiciones de trabajo, vivienda, por citar algunas.

Eso sin contar que el trasfondo ideológico que subyace en esas demandas es el que siempre ha sustentado en el país los planes económicos concebidos, con precisión quirúrgica, para destruir precisamente empleos y salarios, flexibilizar y forzar negociaciones paritarias a la baja, disminuir el peso específico de los sindicatos al par que la participación de los trabajadores en la renta nacional, desfinanciar la seguridad social y deteriorar sus prestaciones y licuar el rol arbitral del Estado, y su capacidad de intervención en la economía, e incluso en el propio mercado del trabajo.

Que existan en el sindicalismo (acá y en todos lados) sectores o vertientes "dialoguistas", poco proclives al conflicto o a impulsar cambios drásticos en el sistema capitalista o eo modelo de desarrollo productivo, y más propensa a negociar ventajas y beneficios sectoriales dentro de los propios límites de éste, no es ninguna novedad. Existió y existirá siempre. 

Lo que no deja de sorprender, en cambio, es la absoluta deriva conceptual de una dirigencia sindical (o al menos parte de ella, contertulia del presidente en la convocatoria del pasado 9 de julio) que termina haciendo suyas las demandas de las distintas fracciones del capital, precisamente en aquello que las unifica: abaratar el precio de la fuerza de trabajo. De estas coincidencias a la complicidad con otros ensayos que son su consecuencia como las reformas laborales flexibilizadoras, suele mediar poco trecho.

Pero aun cuando llegado ese caso esta misma dirigencia -la de la CGT- expresara reparos u oposiciones, concediendo en sostener una visión mezquina y miope de las prioridades nacionales para conseguir un desarrollo más integrado y equitativo, está prestando su concurso para amplificar un poder de lobby que de por sí ya es importante, para inducir al Estado a seguir políticas equivocadas, que nunca dieron resultados cuando se aplicaron, o sí, y fueron desastrosos. La última ocasión, el cercano macrismo.

Y ahí la cosa es grave, porque a la ya fatídica deserción tradicional de nuestra "burguesía nacional" a sus responsabilidades sociales e históricas en la concreción de nuestro frustrado desarrollo, se le suma que desaparece el contrapeso que debería aportar la organización histórica de los trabajadores, desde la que, en otros tiempos, saliera no solo la resistencia organizada a los modelos de saqueo, sino también la explicitación de un modelo distinto de país, que nos incluya a todos.

Por suerte y para ser justos, los "gordos" de la CGT no expresan la totalidad de la realidad del movimiento obrero organizado, desde hace ya tiempo. El problema es que asumen un protagonismo y centralidad como si realmente la expresaran; y están haciendo falta otras voces. Es cuestión de convocarlas nomás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El brillante documento refiere a “la necesidad de reducir gradualmente la presión tributaria sobre el sector formal de la economía, atendiendo a su vez a la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales”.
Si reducis la "presión tribuaria", o sea la recaudación, las cuentas fiscales no se equilibran, sino que por el contrario tienen menos recaudación.
La diferencia a causa de reducir la "presión tributaria " ¿quien la va a poner? ¿Paolo Rocca? ¿Daer? Que vayan a vender humo al programa de Lanata. Del ridículo no se vuelve.
El Colo.