Por A.C.
En las recientes medidas económicas dictadas por el Gobierno, se pueden diferenciar tres aspectos sobre los que se decide intervenir: el dólar “ahorro”, la fuga de divisas través de títulos en dólares y la deuda empresaria en esa moneda.
Sobre el dólar ahorro ya nos referimos anteriormente en éste post, cuyos datos pudieron corroborarse en los días posteriores acerca del número de ahorristas que continuaron adquiriendo mensualmente los 200 dólares establecidos como límite, y la cifra que ello significaba como proyección anual y su comparativo con las reservas que dispone el Banco Central.
Sumado al dólar ahorro, la salida de divisas se ampliaba con la demanda de dólares para compras con tarjeta, y en consecuencia, entre estos dos conceptos se estaba llegando a una cifra mensual superior a los 1.000 millones de dólares que salían de las reservas.
Por ello, y más allá de la discusión sobre que tipo de medida debía tomarse, la intervención al respecto era urgente, y el Gobierno decidió a través de AFIP la aplicación de un impuesto del 35%, que se agrega al 30% del denominado impuesto Pais. Ese 35% abonado en cada operación de cambio, podrá deducirse del impuesto a las ganancias o bienes personales. Incluso, aquellos pequeños ahorristas que compran divisas y deberán ahora abonar ese impuesto, en el caso que no estén alcanzados por ganancias o bienes personales, podrán solicitar en AFIP el reintegro de ese 35%
Con relación a evitar la fuga de divisas a través de la negociación de títulos o acciones, ya se había visto un buen antecedente en el denominado contado con liquidación (CCL), operatoria que desde hace un tiempo ve reducido su volumen de operaciones diarias. Ello se debe a que se dispuso que quienes tenían acceso a la compra de dólares en el mercado oficial, no podrían operar por 90 días en el CCL, y quienes operaron con CCL no tenían acceso a la compra del dólar oficial también por el plazo de 90 días.
Es decir, para ejemplificar, si una empresa solicita comprar dólares oficiales para cancelar una operación de importación, no puede simultáneamente estar operando en el CCL.
A causa de esta medida, el volumen del CCL se redujo fuertemente y ronda actualmente entre los 50 y 60 millones de dólares diarios, de los cuales la mayor parte son operaciones de fondos especulativos extranjeros que adquieren títulos en dólares que venden en el exterior, es decir que son divisas que salen del país, y con el ojo puesto recién ahora en las sociedades de bolsa, la medida se dirige a cerrar éste grifo de fuga.
Por último, y con el antecedente de fuga de 86.000 millones de dólares durante el gobierno de Macri, el límite del 40% sobre el monto de las obligaciones empresarias, aparece necesario y razonable. En el pago de deudas del sector privado, se limita así el acceso a las divisas a sectores que llevaron sus activos al exterior durante los cuatro años macristas. Ahora podrán obtener dólares del Banco Central para cubrir el 40% de su deuda, y tendrán que utilizar esas divisas sacadas del país para cancelar el resto de sus obligaciones.
Claro que había otra alternativa a las medidas dictadas por el Gobierno, la medida más fácil, una fuerte devaluación, la que hubiera producido consecuencias muy negativas para la enorme mayoría de la población cuyos ingresos son en pesos, ya que esos ingresos se hubieran vistos seriamente recortados en su poder adquisitivo ante el inevitable traslado a precios de una devaluación, situación agravada en el marco de una pandemia que genera aquí y en todo el mundo, una enorme reducción de la actividad económica, caída de la demanda y dificultad de generación de empleo.
Ante esta realidad económica, y habiéndose utilizado herramientas para evitar una drástica devaluación, la reacción inmediata del “mercado” luego del dictado de las medidas no puede sorprender, y sus resultados no podrán medirse en pocos días. Solo después de un período razonable, se podrá apreciar si los efectos buscados, como poner fin a la volatilidad cambiaria, se consiguen, evitando así la sistemática presión que se ejerce sobre el peso por parte de grandes jugadores posicionados en dólares, los que por eso tienen el eterno y permanente objetivo de lograr grandes devaluaciones, para beneficio de unos pocos y consecuencias negativas para la enorme mayoría de la población.
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