Malvinas interpela e incomoda siempre, no solo porque la guerra de hace casi 40 años haya sido decidida por una dictadura en retirada, o porque como sociedad hayamos olvidado o excluido a nuestros veteranos. Pone en juego conceptos que pretenden que olvidemos, o que nos dicen que fueron superados por la evolución: patria, soberanía, territorio, bandera, colonialismo, heroísmo. Lo cual, por supuesto, es una mentira deliberada: las mismas razones que llevaron al imperio británico a mutilar nuestro territorio en 1833 son las que subsisten hoy, en forma de principios organizadores de un orden mundial injusto, y desequilibrado.
Cosa que se puede ver, con caracteres dramáticos, en la pandemia: no es casual que los mismos países que conquistaban territorios por la fuerza para obtener sus recursos naturales para dominar rutas terrestres o marítimas estratégicas, acaparen hoy un bien escaso como las vacunas, con la misma idea de salvarse ellos, y los demás que se las arreglen.
Las Malvinas siguen siendo hoy -como lo era en 1982- una pieza importante en el tablero de poder mundial y por eso los ingleses han militarizado las islas en forma creciente -incluyendo el despliegue de armas nucleares- pese a que nosotros no representamos una amenaza militar; y ningún gobierno argentino desde entonces ha siquiera insinuado volver a intentar recuperarlas por la fuerza. Y también hoy como en 1982 -con la misma idea que llevó a los militares argentinos a recuperarlas- el fantasma de la guerra suele ser una formidable herramienta para intentar cambiar el eje de atención de las cosas, en momentos de crisis.
La Argentina ha apelado a intentar que se reconozca su soberanía sobre las islas por la vía diplomática, y así debe ser. Pero conseguirlo es consecuencia directa de las relaciones de fuerzas en el contexto internacional, y allí a la fortaleza del enemigo -porque aunque quieran que lo olvidemos, en tanto sigan poseyendo ilegítimamente y por la fuerza lo que es nuestro, los ingleses son nuestro enemigo- hay que sumarle las debilidades propias.
Porque se debilita el reclamo diplomático por soberanía de un país en cuyo territorio, fronteras adentro, hay quienes plantean secesionar o "independizar" provincias como forma de resolver tensiones políticas con el gobierno central; y porque la misma reforma constitucional que en 1994 consagró como un imperativo permanente del gobierno y el pueblo argentino la recuperación de la soberanía sobre las islas, provincializó los recursos naturales incluso los estratégicos, favoreciendo las políticas de balcanización en su explotación; y la introducción de actores externos con peso para imponer sus decisiones y sus intereses, a la nación y a las provincias, que suelen jugar de su lado.
El país que fue capaz de construir y operar satélites puede también producir vacunas en la pandemia, pero debe enviarlas al exterior cuando aquí son escasas, y la Argentina que celebra el Día de la Soberanía Nacional en la fecha de la Vuelta de Obligado, no tiene control soberano sobre sus vías fluviales, y entrega su manejo al capital extranjero, sobre la base de la idea de que el Estado es mal administrador.
Mientras reclama en los foros internacionales por la soberanía en Malvinas, Argentina la resigna acatando los planes de ajuste del FMI y resigna jirones jurídicos de esa misma soberanía al continuar aceptando la jurisdicción del CIADI, o prorrogar la jurisdicción en favor de los tribunales del extranjero en cada tratado bilateral de inversiones, o cada emisión de deuda; obviando que la soberanía es una e indivisible, y la conjugación armoniosa de sus distintas facetas es lo que la hace ser, como resultante, más poderosa y digna de reconocimiento.
No se trata entonces de que no recuperaremos las islas hasta tanto no hayamos resuelto esas otras cuestiones, o el actual orden mundial sea reemplazado por otro que efectivamente no tolere ya ninguna forma de colonialismo. Se trata de que, si somos capaces de acometer con éxito esos desafíos, habremos alcanzado como país la "densidad nacional" -en palabras de Alfo Ferrer- como para que realmente nos tomen en serio.
Y en el mientras tanto. y en lo que específicamente tiene que ver con el reclamo por soberanía sobre las islas, el gobierno puede tomar medidas ya, para producir el mismo efecto. Como denunciar los acuerdos de Madrid I y II firmados durante el gobierno de Menem, y el vergonzoso acuerdo Duncan-Foradori concluido durante el de Macri (más información al respecto, acá); que no nos han reportado ningún beneficio y solo han servido para que el invasor colonial fortalezca aun más su posición.
2 comentarios:
En el enlace dice que esa pagina no existe. Hablo del acuerdo Duncan-Foradori. Seria posible que guíen por donde buscarlo?
Encontré algunos, pero no creo sean los mismos.
https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/comunicados/comunicado-conjunto-9
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