LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 20 de junio de 2022

ALERTA QUE CAMINA

 

Hay razones de sobra para festejar el triunfo de Gustavo Petro en las elecciones colombianas. Comenzando por señalar que la derecha pierde -tras décadas de predominio- el gobierno del portaaviones norteamericano en la región; un país virtualmente intervenido por el Departamento de Estado a través del "Plan Colombia", en el que la potencia hegemónica tiene nada menos que siete bases militares.

Y otro de los países -como en su momento fueron Perú y Chile- que la derecha continental utilizaba como modelo para proponer en sus respectivos países del continente. En espejo, el entusiasmo que despierta el triunfo de Petro en las fuerzas populares de la región aumenta cuando se gasta a cuenta de un triunfo de Lula en Brasil, y se especula con una posible candidatura de Cristina en las elecciones argentinas del año que viene: es inevitable que la alegría por lo de ayer se transforme en esperanza, y se imaginen renovadas alianzas, que sacudan cadenas seculares.

Sin embargo y no por pinchar los globos del festejo (por lo demás, con globos suelen festejar otros), si se repara en el hecho que, desde 2018 para acá, ningún oficialismo sudamericano ganó una elección presidencial para mantenerse en el poder (el de Colombia ni siquiera llegó al balotaje de ayer), se puede concluir que hay "insatisfacción democrática" (en palabras de Cristina), más que un "giro a la izquierda" en los gobiernos de la región.

Y ése es un dato no menor para analizar el futuro, porque por un lado ese estado de insatisfacción -potenciado sin dudas por la pandemia- proveyó la ventana de oportunidad para las seguidilla de victorias electorales de las fuerzas populares, pero al mismo tiempo les crea la obligación de dar respuestas inmediatas a sus razones, bajo el riesgo de padecerlo como hoy lo hacen los gobiernos de derecha. Que es ni más ni menos que lo que pasó en las elecciones del año pasado acá, en nuestro país.

Si es que existe -en términos continentales- un "ellos" y un "nosotros", sin duda "ellos" están más cohesionados, y disponen de instrumentos permanentes, que trascienden los resultados electorales, en los que basan su poder: la propiedad de los medios de producción, el apoyo y los vínculos del mundo de las finanzas globales, el poder judicial conservador y custodio de las inequidades y privilegios, el estado mayor intelectual de construcción de sentido, que son los medios hegemónicos. Acá y en todos lados, eso es más o menos igual.

Por eso no necesitaron -ni necesitarán- estructuras partidarias sólidas o alianzas políticas amplias (aunque puedan construirlas y utilizarlas) para ser incluso competitivos electoralmente, como lo demuestra la elección de Hernández ayer: llegado el caso extremo pueden apelar a candidatos en apariencia "outsiders" de la política, o sin el respaldo de estructuras partidarias consolidadas, pero sí con el de los factores de poder mencionados; a los que hay que sumar el del gobierno de los Estados Unidos y todas sus agencias, cuya política exterior para la región es el bradenismo más brutal y explícito, como lo podemos comprobar acá por estos días, con el episodio del avión de los iraníes.

Para "nosotros", en cambio, las cosas serán siempre más difíciles; comenzando por la necesidad urgente de superar desconfianzas internas que minan la construcción común, en cada país y luego irradiando a la región. Una construcción que tiene tiempos que no se compadecen con las urgencias de las vastas mayorías pauperizadas que demandan respuestas inmediatas en la región no más pobre, pero si más desigual del planeta.

Y una construcción que tiene que darse en las condiciones impuestas por prácticas que enturbian la competencia democrática como el "lawfare" que padecieron Correa, Cristina o Lula, o el golpismo explícito que concluyó con el gobierno de Evo Morales: para nosotros, la democracia es una herramienta imprescindible de construcción política, para ellos simplemente un método de acceso al poder formal cuando no hay otro disponible, en el que en el fondo no creen, y por cuyos resultados no se sienten comprometidos, cuando les son adversos.

En esa tarea de consolidarse para encarar un programa de reparación de las injusticias que son moneda corriente en América Latina, las fuerzas populares deben resistir además la tentación de sumar "bordes blandos" a las coaliciones políticas que gestan, o prodigarse en gestos de seducción al poder real, para estabilizar los procesos y evitar tener que gobernar en medio de mayores turbulencias: como el caso argentino lo comprueba, una conducta tal siempre será interpretada como un gesto de debilidad, y ése poder real obrará en consecuencia. Tuits relacionados: 

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