Leemos en La Nación esta nota, sobre la iniciativa de una fundación denominada "Aprendiendo bajo la Cruz del Sur" para dotar de computadoras y conexión a Internet a alumnos de escuelas de parajes alejados de la provincia de Salta.
Hasta ahí, todo bien: el relato de las experiencias de los chicos que por primera acceden a esas herramientas está pensado para sensibilizar a los lectores, lo que en el caso de la "tribuna de doctrina" no es algo fácil de lograr.
Pero hay en toda la nota un sub texto, que es el verdadero propósito: la Fundación se ocupa de destacar que no recibe aportes del Estado -como las Madres de Plaza de mayo, ¿vieron?-; lo que no dice es que recibe aportes de dos empresas que no son justamente Pymes, como Telefónica y Microsoft, como pueden ver acá.
El trazo indeleble de la ideología noventista es claro: el Estado es malo, no hay que acercarse a él, promovamos el "tercer sector", la convergencia entre la "sociedad" y las "empresas a las que les interesa el país" (y deducir impuestos); describir la pobreza y las carencias -para interpelar a la política desde sus deudas-, pero nunca detenerse a describir sus causas; porque eso sería delatar el modelo económico y social en el que esas empresas "benefactoras" han prosperado.
Y hay más todavía: si es un hecho positivo el acceso de estos chicos a la tecnología, ¿por qué invisibilizar políticas públicas concretas como el programa Conectar Igualdad, del qué aquí pueden encontrar más detalles?
Un programa pensado desde el Estado, con criterio pedagógico, insertando la tecnología en el proceso educativo y concebido para entregar 3 millones de netbooks a chicos de escuelas de todo el país, de las que ya se entregaron 663.372, incluyendo obviamente a la provincia de Salta de la que habla la nota de La Nación.
Eso hay que ignorarlo porque no sirve a los propósitos del discurso político que el diario de Mitre expresa, menos cuando Conectar se lleva adelante con los fondos de la Anses recuperados tras la desaparición de las AFJP.
Un Estado inteligente, que funciona con eficacia y que genera políticas concretas para revertir la desigualdad -en este caso la de oportunidades educativas- es un mal ejemplo, que no se debe mostrar.
Vemos entonces como para validar su discurso, los medios hegemónicos apelan a todas las herramientas a su alcance, hasta prostituir una buena causa.
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