LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

domingo, 5 de junio de 2011

NI RENOVACIÓN NI CAMBIO


Por Raúl Degrossi

El sainete radical-socialista terminó con el anuncio del candidato a vice de Ricardo Alfonsín: Javier González Fraga, pero se veía venir: el propio Ricardito lo anunció mediante una carta que circuló por las redes sociales, y a cuyo texto podemos acceder acá, gracias al amigo Barricada.

Esta misma semana pudimos leer en La Nación este artículo de Santiago Kovadloff, uno de los intelectuales orgánicos del alfonsinismo en la primavera de la restauración democrática; que hoy funge en las filas de la derecha conservadora que se expresa en la "tribuna de doctrina"; como Aguinis, Gregorich y Sarlo. Las coincidencias que hay entre ambas no son casuales: expresan una tradición politica argentina que cada vez parece tener menos para ofrecer, en términos de renovación de ideas y propuestas, y de lectura de la historia política argentina.

En el texto de Ricardito campea por doquier la apelación webberiana a la ética de las responsabilidades, como cada vez que el radicalismo emprendió un giro difícil de explicar: recordemos al padre en Semana Santa y al firmar el pacto de Olivos. La convocatoria al pragmatismo político -dirigida a vencer las reticencias del socialismo-  y la mención a los "empresarios dispuestos a acompañar una propuesta progresista", pensada para cohonestar las candidaturas de De Narváez y González Fraga, en rigor están explicando el abrazo del radicalismo a la lógica corporativa de la AEA, Magnetto y Paolo Rocca.

El texto le atribuye al kirchnerismo un sinnúmero de finalidades maléficas, así como pronósticos apocalípticos de toda índole, en el mejor registro carriotista; no hay la menor intención de comprender la complejidad del proceso, y desde una difusa moralina (difuminada justamente por la previa apelación al pragmatismo) se le niega al oficialismo estatura y existencia política: según la carta, el kirchnerismo no puede tener propósitos de ese tipo, todo en él es latrocinio y goce sensual del poder.

Una pobrísima interpretación de la realidad argentina, necesario complemento de la nula vocación radical por realizar una autocrítica pública de sus fracasos; especialmente del 2001. Y si no volvamos al texto: la mención a la autoamnistía y el pacto sindical-militar no expresa solamente el anclaje mental de Ricardo Alfonsín en la edad dorada de la retauración democrática: expone la omisión estruendosa de que las dos cosas se terminaron concretando en el gobierno del padre por las claudicaciones que parecen ser ya marca de fábrica del radicalismo; con las leyes de obediencia debida y punto final, y el acuerdo con el sindicalismo de Triacca, Baldassini y Cavallieri.

Que decir del intento velado de parangonar a Herminio Iglesias con De Narváez: sería largo de discutir aquí, pero en una primera lectura, la comparación expone en su crudeza la pobreza del arsenal teórico de aquellos que denominan "populismo" a todo lo que no pueden explicar; y cuesta imaginarlo al empresario colombiano reclamándole a la CIDH por los detenidos desaparecidos, en plena dictadura militar. Aunque se pueda coincidir con el recuento de esqueletos en el placard socialista que Alfonsín hace en la carta, eso no lo exime de la obligación de levantar el vuelo conceptual de su planteo.

Lo mismo vale para Kovadloff, que agita todo el tiempo fantasmas convocados por la maldad intrínseca del kirchnerismo: amenazas a la república, delito, corrupción, demagogia, autoritarismo. Sin privarse de un psicologismo berreta tomado de Aguinis, pretendiendo explicar procesos sociales y políticos complejos a partir de ciertas características personales de sus principales protagonistas.

Es un recurso habitual en política demonizar al adversario, de hecho el kirchnerismo lo utiliza cuando denosta al menemismo y agita el fracaso de la Alianza, la cuestión es: ¿por qué en un caso el bosquejo tiene credibilidad y en el otro no, a juzgar por los resultados electorales y por las encuestas predominantes?

Porque por cada votante dispuesto a creer que el kirchnerismo es autoritario, hay cientos convencidos de que los radicales son inútiles para gobernar, incluyendo muchos que jamás votarían al peronismo en ninguna de sus vertientes. Y una y otra percepción no tienen solo diferencias cuantitavas, sino orientadoras de las opciones electorales.

Los fantasmas exorcizados por Alfonsín y Kovadloff pudieron asustar a muchos cuando la frontera entre la dictadura y la democracia era todavía difusa, y se creía que el peronismo marchaba hacia su extinción. También entonces se pudo pensar que la experiencia alfonsinista representaba un cambio sustancial de las premisas históricas del radicalismo mucho más profundo del que realmente fue; la nómina de intelectuales orgánicos de la experiencia, y su evolución posterior, son todo un síntoma de los límites de la "renovación" y el "cambio", pero no el único.

Las apelaciones a las formas republicanas confrontan en desventaja con otras determinaciones más complejas de la realidad, vinculadas a la economía y los cambios sociales: el modelo de desarrollo, el crecimiento y su impacto en el empleo y los ingresos, el sindicalismo y la organización empresarial con fines de presión política. Y la desventaja se da incluso en términos estrictos de libertades públicas: la consolidación de la democracia y su perduración en el tiempo implica que la sociedad deje de percibir que existen "padres fundadores", o autodesignados custodios permanentes de esas libertades.   
 
Todo eso le quita al radicalismo no ya posibilidades electorales, sino viabilidad histórica; máxime cuando le toca convivir con un peronismo -en su versión kirchnerista- que sigue ampliando derechos, y gobierna en un clima de irrestricta libertad de expresión, algo que solo alguien con deshonestidad intelectual, puede negar.

Sin dejar de mencionar el hecho de que, si se plantea implícitamente una tensión entre democracia y república (una, expresión de la voluntad popular, la otra, el juego armónico de las instituciones jurídicas de la Constitución), las escasas credenciales democráticas de muchos republicanos (en el pasado y en el presente) le restan todavía más credibilidad a sus apelaciones.

No se trata además de que la dimensión moral sea ajena a la política, sino de que nunca se puede perder de vista que una es una calidad individual, y la otra una construcción social colectiva. La constante apelación a una pseudo dimensión moral para explicarlo todo en política, no hace más que encubrir una derrota cultural de los "republicanos" argentinos, su vacío de proyecto y su profunda desorientación, que se remonta a la irrupción del peronismo en la vida política argentina.

Y es que la incomprensión original del hecho peronista nunca fue remontada, por más que el discurso se disfrazara de "progresista": el radicalismo de los 40'y 50' suscribió la Declaración de Avellaneda, y el bloque de los 44 diputados encabezados por Balbín y Frondizi corrían por izquierda a Perón, pero en la construcción política osciló entre la Unión Democrática, las bombas de junio del 55', los comandos civiles y la participación en la Junta Consultiva de la Libertadora.

Desde que el peronismo apareció en el escenario como consecuencia de la irrupción politica de las masas trabajadoras, el radicalismo quedó configurado frente a él como en espejo: uno, representa gobierno, poder y voluntad de transformación, el otro oposición, control y parte principal de la resistencia a los cambios políticos, económicos y sociales; cumpliendo así el rol que jugaban a su respecto los conservadores desde la Revolución del Parque al golpe del 30'.

Por eso la carta de Ricardo Alfonsín y la columna de Kovadloff bien podrían haber sido escritas en el 45', y se parecen tanto a los textos fundacionales de la Alianza cuando se describía al menemismo.

No hay allí ni renovación ni cambio; se diría -usando una frase del innombrable- que se quedaron en el 45´.       

2 comentarios:

Lilian dijo...

brillante

Anónimo dijo...

Para cuando la recopilación de lo que Degrossi escribió