Formateados como estamos todos con esquemas de análisis tradicionales del tipo "en un año electoral no se anuncian ajuste ni medidas impopulares antes de las elecciones", es posible que mucho se sorprendan de la crudeza con la que el gobierno viene instalando el tema del "costo laboral", y la necesidad de avanzar por un camino de reformas en ese campo similar al que brutalmente acaba de emprender Brasil.
Un objetivo (el de la búsqueda de alguna forma de flexibilización de las regulaciones del trabajo) que el gobierno de los CEO's presidido por un empresario se ha planteado como objetivo si no excluyente, claramente principal para después de octubre; si los números de las urnas lo acompañan.
El asunto es que cabalgan sobre un clima cultural en cierto modo propicio, que van creando los medios formadores de opinión, a los que hay que "agradecerles" el sinceramiento, como por ejemplo en ésta nota de De Goñi en El Cronista en la cual se nos advierte que si no hacemos algo pronto, estaremos perdiendo por más distancia aun la carrera de la "competitividad" con Brasil.
Lo hemos dicho muchas veces acá, y lo reiteramos: cuando leas o escuches "competitividad", deberás traducir tasa de ganancia del capital y por ende, de explotación de la mano de obra. De allí que el reverso de la "competitividad" sea -en ese contexto de análisis- siempre la pérdida de derechos, de salarios, de consumo, de empleo y de mercado interno: a lo actuado por el gobierno desde la devaluación subsiguiente al levantamiento del "cepo" hasta acá nos remitimos, para más detalles.
Cuando Carrió (una ignorante absoluta en términos económicos, como en casi todo lo demás, pero de cuya consecuente hijoputez no puede dudarse nunca) dice que "hay que discutir el costo laboral" porque "un empleado cuesta como si tuvieras dos" te está diciendo en realidad que tu salario es muy alto, y el punto óptimo es que estuviera por la mitad, más o menos.
Ahora bien, cuando decíamos antes que la idea de insistir con reformas flexibilizadores de las relaciones laborales cae en campo propicio, nos referimos también a que ha cambiado el contexto de esas relaciones, no solo por la organización concreta de la producción en las diferentes ramas de la economía, sino en las percepciones que eso genera al interior de la propia clase trabajadora.
Al respecto esta excelente nota de Claudio Scaletta en Cash hace unos días nos pintaba claramente el cuadro del "trabajador neoliberal", ese nuevo sujeto social en el que el proceso de creciente individuación cultural le va ganando terreno a la solidaridad y la conciencia de clase; que son la base sobre la cual fue construido el derecho del trabajo (con sus convenios colectivos, sindicatos y paritarias) desde fines del siglo XIX hasta hoy.
Sumemos al cuadro el desprestigio del sindicalismo (que muchos dirigentes gremiales poco hacen por evitar), la falta de experiencia sindical de buena parte de la fuerza de trabajo, la idea del "emprendedorismo" (fuertemente incentivada por el gobierno de la "meritocracia"), es decir de que cada uno sea su propio empresario, y la herencia cultural de las corrientes migratorias predominantes en nuestro país que ponen siempre a los logros frutos como un producto del propio esfuerzo más que del contexto social, político y económico o de la acción sindical, y tendremos un combo bastante apto para que sobre él se instalen ciertas ideas.
Como las de demoler por completo el esquema de la negociación colectiva, llevándola al nivel de la empresa, y de allí al mano a mano entre el empresario y el trabajador, como si fueran iguales; y terminar además de paso con las "interferencias molestas" del Estado/árbitro y el sindicalismo "protector" de la parte más débil de la relación.
Hoy no son pocos los trabajadores que suponen que "mi sueldo me lo gano yo", como si su nivel de salario dependiera de sus propios méritos, reconocidos por el patrón, sin la mediación del sindicato, sin necesidad de paritarias, huelgas ni reclamos.
Con innegable astucia, el gobierno pivotea sobre los aspectos de la reforma que tienen a disminuir el peso específico de las organizaciones gremiales (aprovechando además la apabullante inoperancia de la dirigencia de la CGT), ocultando que desarticuladas éstas, los derechos de los trabajadores estarán más desprotegidos, y no mejor tutelados.
De tal modo que un formidable retroceso en nuestra evolución cultural como sociedad (más precisamente a unos 130 años atrás, o más) nos es presentado como un avance hacia la modernidad, un progreso necesario para ponernos a la altura de las sociedades más avanzadas. Y todo en nombre del mismo y viejo conflicto de siempre, que tan bien describiera cierto alemán nacido en Tréveris, hace casi 200 años.
Está en nosotros esclarecer estas cuestiones con los que tengamos a mano para que la intentona no prospere (que la habrá es seguro, podemos darlo por descontado), porque caiga en un terreno espinoso y árido, y no en uno fértil donde pueda arraigar, y pasar sin resistencia.
3 comentarios:
El grueso de la tropa cobra sueldos de convenio.
Mandos medios para arriba se despegan de eso, negocian por afuera y se sienten otra casta.
No hagamos oposición por la oposición misma. El gobierno no va a enviar así como así un proyecto a la baja de los derechos laborales, va a consensuar una reforma que nos sirva a todos trabajadores y empresarios, con los sectores del peronismo racional, con Picheto, Bossio, el Dr. Randazzo.
Con el kirchnerismo y el trostkismo no se puede hablar ya que solo saben poner palos en la rueda.
La negociación entre la empresa y cada empleado solo, peleando su salario y condiciones de trabajo, va a ser la consagración del diálogo y consenso republicano en plenas condiciones de igualdad y libertad.
El Colo.
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