En tiempos de Perón decían que le sacaban sangre a los pibes para dársela a Evita. Ahora es "vienen por tu sangre". De las joyas de Eva a las carteras de Cristina. Cuando alguno te diga que son la nueva derecha moderna y democrática dale un soplamoco.— La Corriente K (@lacorrientek) June 28, 2020
El antiperonismo es tan viejo como el peronismo, o incluso más: cuando las fuerzas que apoyaban a Perón se no habían terminado de agrupar aun bajo su liderazgo (el PJ primero y el Partido Peronista después nacerían durante su gobierno), el antiperonismo ya se había organizado como Unión Democrática para enfrentar lo que conceptuaban como una nueva amenaza para el país; de raíz nazi para algunos, comunista para otros, o las dos cosas al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, para no pocos.
Ya con el peronismo en el gobierno, la historia es más o menos conocida, más bien menos que más porque los que adversan al peronismo, tienen más acceso a las palancas para manipular la historia: cuando el antiperonismo rememora los desbordes autoritarios del gobierno de Perón contra sus opositores, omite que estos conspiraban desembozadamente para derrocarlo buscando contactos en las fuerzas armas, organizaban atentados terroristas como las bombas en la Plaza de Mayo de abril del 53' o se embarcaban más o menos discretamente en fragotes o chirinadas como la de Menéndez en 1951.
Eso, sin contar con que por entonces -para los que creen que "la grieta" en la Argentina la inventó el kirchnerismo y nació en el 2003- acusaban al peronismo de "haber dividido a las familias" por introducir la política en los hogares, concederle el voto a las mujeres o haberles reconocidos derechos a los trabajadores, incluida la servidumbre o el servicio doméstico. Incluso algunos que habían reclamado esos derechos o peleado por ellos, como los socialistas, ahora no los valoraban, porque llegaron de la mano de Perón, Evita y el peronismo.
El resto de la historia transcurrió por esos carriles: los criminales bombardeos de junio del 55' (otra vez, con participación de civiles), el golpe de Estado de septiembre, la proscripción de Perón y su partido, los fusilamientos del 56', la instauración del delito de opinión reprimiendo con la cárcel nombrar a Perón, Evita o cantar la marcha (Decreto 4161/56) la derogación por un bando dictatorial de la Constitución de 1949 luego refrendada por una Convención constituyente integrada por los partidos "democráticos" con la ausencia forzada de la fuerza mayoritaria, el vejamen del cadáver de Evita por años.
En ese marco transcurrieron casi 18 años de historia argentina, en los que -por ejemplo- el gobierno "democrático" de Illia impidió el regreso de Perón al país en diciembre de 1964, o el Partido Justicialista solo pudo volver a presentarse a elecciones en 1973. Y que no se diga que todo eso pasó porque el país era gobernado por las fuerzas armadas después de sucesivos golpes de Estado, porque estas obraban con el respaldo de un importante sector de la sociedad argentina, que consideraba al peronismo como una desgracia nacional, que vino a interrumpir nuestro destino de grandeza; cuyo retorno al poder debía evitarse de cualquier forma.
Por si alguno pensaba que, corrida Cristina (a quien le tocó padecer también en su momento la diatriba antiperonista) esta tradición nacional de odio social cedería, ahí están los hechos para demostrarle que no: el impresentable Baby Echecopar volviendo a vincular al peronismo (en la personal de Cristina) con el cáncer como cuando se pintaban tapiales vivándolo por llevarse a Eva, y por estos días, la campaña que empieza a nacer para oponerse a la donación de plasma para curar el coronavirus, simplemente porque la idea se le ocurrió a Máximo Kirchner; tal y como la Libertadora ocultaba o destruía pulmotores que podían salvar vidas, porque llevaban el escudo de la Fundación Eva Perón.
Mucha gente ha recibido la transmisión del odio al peronismo por vía familiar, por generaciones; acaso de un modo más persistente que como se transmiten entre sí los peronistas su adhesión al movimiento fundado por Perón, de padres a hijos, o nietos. Y mientras se podría decir que el peronismo cambia o se adapta a las circunstancias (a veces para bien, otras para mal), el antiperonismo parece obsesionado en permanecer igual, inconmovible, fiel a sí mismo, asido a su certeza fundante: el odio al peronismo, y todo lo que para ellos representa.
Un odio irracional, de clase, inexplicable, al menos en mucha gente a la cual el peronismo no le jodió la vida (de hecho, es posible que se la mejorara: no se conocen muchos casos de antiperonistas que renuncien al aguinaldo o las vacaciones pagas), o no le afectó ningún privilegio; como les sucede a otros que tienen buenos motivos para odiarlo. El antiperonista es alguien que no se define tanto por sí, por lo que cree y por sus valores, como por lo que detesta: el peronismo.
Por eso es fluctuante y veleta en sus decisiones electorales, pero siempre con un norte: votar a cualquiera, con tal de que no gane el peronismo. De allí que no viva como una frustración el fracaso de los gobiernos que eligió, como por ejemplo el de De La Rúa o el de Macri, por lo que hicieron o no cuando les tocó gobernar, sino porque fracasando, permitieron el retorno del peronismo. Eso es, sin ir más lejos, lo que está pasando ahora, ese es el combustible que alimenta las protestas bizarrras por un motivo distinto (la cuarentena, Vicentín, lo que sea) todos los fines de semana.
El antiperonista es alguien capaz de amar la música clásica y privarse de escuchar un concierto de Martha Argerich, o uno al que le gustaba Midachi hasta que se enteró que el Dady Brieva es peronista. En su odio visceral se pelea con cualquiera al que asocia con el peronismo, por el solo hecho de que respalde o apoye una política llevada adelante por un gobierno peronista: pueden ser el Papa Francisco, Juan Carr, los científicos del CONICET o los infectólogos, lo mismo da.
Como dijo hace poco Pablo Moyano hablando de los opositores al gobierno (antiperonistas, en su gran mayoría), si el gobierno haca una campaña contra el mal de Chagas, ellos van a estar a favor de la vinchuca; o -agregamos nosotros- si mañana Alberto anunciara que se terminó la cuarentena, se quedarían en sus casas sin salir sospechando que en realidad el peronismo trama un plan para dejarlos inermes frente al virus, y que se mueran. Tuit relacionado:
Que flagelo el antiperonismo. Una enfermedad social endémica, imposible de erradicar. Crece en el odio y vuelve pelotuda a la gente.— La Corriente K (@lacorrientek) June 28, 2020
3 comentarios:
A nadie le llama la atención que teniendo el peronismo un ¿30? por ciento casi seguro en cada elección, en los medios de comunicación está muy sub representado. ¿Cuántos periodistas peronistas hay a la vista, comparados con los radicales o liberales?
En 1981 parte de la hinchada de Nueva Chicago fue detenida por cantar la marcha peronista.
Excelente la nota. Desde la primera a la última letra. Muy buen, muchachos
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