La imagen de apertura refleja en diferentes colores la distribución de los votos de la elección del 25 de octubre (atribuida al economista Jorge Diamant y publicada en Página 12), de acuerdo a los lugares en que ganó cada candidato (provincia por provincias y sus divisiones territoriales internas como departamentos o partidos).
Por supuesto que sería un exceso de mecanicismo utilizarlo literalmente, porque así como está expuesta no refleja las diferentes densidades poblacionales de cada distrito (y en consecuencia su peso específico en el padrón y en el resultado electoral), ni las diferencias por las que cada fórmula ganó en cada caso, pero vale para expresar la idea general de como se manifestaron en el voto las diferentes regiones del país.
El cinturón amarillo de la región centro del mapa de apertura que marca las zonas donde triunfó Macri coincide casi como un anillo al dedo con el corazón del modelo sojero: es evidente que allí el "voto del campo" repitió su orientación de las legislativas del 2009, en un contexto económico similar al de entonces; al menos para el sector.
Con una devaluación esperada pero no concedida por el gobierno, retenciones fijas en el orden del 35 % y precios de la producción a la baja en forma sostenida o con niveles muy inferiores en promedio a los de años anteriores, la decisión de muchos electores de esa zona del país ligados (directa o indirectamente) a la actividad agropecuaria no puede sorprender, ni se puede tildar de irracional, atentas las promesas de Macri al sector: ajuste del tipo de cambio, liberalización del comercio exterior, eliminación de las retenciones.
Entre las zonas que escapan a este cuadro general de distritos "amarillos" podemos mencionar a Mendoza, con el combo de un electorado afín a las propuestas conservadoras, una mala gestión provincial del oficialismo nacional, y la crisis en el sector de la vitivinicultra; por factores en buena medida similares a los que cuestiona el "país sojero", sumados a una caída abrupta en la demanda internacional, por la crisis mundial.
Por el contrario, el FPV se impone -en algunos casos por amplios márgenes- en las regiones del NEA, NOA y Patagonia y -en líneas generales- en el cordón industrial del litoral; o sea, allí donde radica la mayor parte del tejido industrial del país, con su consecuente dotación de empleo creado o recuperado en estos años; y también -como no- con las mayores densidades poblacionales de los sectores populares, más necesitados de los programas estatales de protección social.
La contradicción "empleo versus planes sociales" y su correlato en "voto oficialista-voto opositor" no se daría entonces tan estrictamente -al menos en términos electorales- como lo suele plantear el discurso simplista que apela al anatema del clientelismo, para intentar explicar cualquier fenómeno político.
La contradicción "empleo versus planes sociales" y su correlato en "voto oficialista-voto opositor" no se daría entonces tan estrictamente -al menos en términos electorales- como lo suele plantear el discurso simplista que apela al anatema del clientelismo, para intentar explicar cualquier fenómeno político.
La cuestión de las "economías regionales" -que ha sido una de las niñas mimadas de la campaña- admite en cambio matices que permiten suponer que no todas tienen los mismos problemas, o que -para ser más precisos- para todas no aplican las mismas soluciones; como por ejemplo la eliminación de las retenciones, o la devaluación del tipo de cambio.
O esas soluciones no presentan un atractivo electoral generalizado para todos los votantes que viven en esas regiones, y muy probablemente obtienen sus ingresos (directa o indirectamente) de sus principales producciones regionales: veánse si no los amplios triunfos de Scioli en Misiones, Tucumán Chaco o Corrientes, y hasta en el Alto Valle del Río Negro.
Por contraste, en el distrito que corresponde al núcleo de la formación Vaca Muerta (la "estrella" del proceso de recuperación de YPF por el Estado) ganó Massa (color violeta), acaso como reflejo de que los trabajadores petroleros que allí representan el grueso de la población pagan Ganancias; aun gozando de un régimen especial de deducciones.
El efecto Ganancias (por encima de otras ponderaciones, como las políticas de preservación del empleo, o de recomposición del salario vía paritarias) se pudo notar incluso dentro de ciertos segmentos de los trabajadores mejor remunerados del cordón industrial del litoral; incluyendo claro está a los que no están específicamente empleados en la industria; con mayor énfasis en aquéllos protegidos legalmente contra posibles despidos, como los empleados públicos (lo que podría explicar los resultados en algunas capitales con alta densidad de población administrativa).
Sería un caso similar al de la clase media en cuya balanza electoral termina pesando más el impuesto a los salarios más altos que los subsidios a las tarifas (a esta altura vistos como derechos adquiridos), la movilidad social ascendente de los últimos años, los planes de estímulo al consumo como el "Ahora 12", o los préstamos del Procrear si han accedido a ellos. Algo de eso se puede advertir también en los resultados de los principales núcleos urbanos del país.
Vistas desde la más estricta racionalidad instrumental de defensa de los propios intereses, hay entonces en las decisiones electorales de las clases medias y algunos sectores populares matices que van desde lo esperable, a lo que puede terminar siendo un tiro directo al dedo gordo del propio pie. Matices que son -por el peso específico de ambos sectores en el padrón electoral- los que terminan decidiendo la elección; y lo terminarán haciendo seguramente en el balotaje.
En ese marco general desde "Cambiemos" y el dispositivo mediático opositor se impugna como "campaña sucia" la develación del verdadero programa de Macri; que no es sino consistente con la gran mayoría de sus apoyos electorales, y con los intereses del bloque social y económico que se aglutina tras su candidatura: votaron eso que dicen que "mete miedo"; en su gran mayoría a sabiendas, y porque esperan que haga eso; lo sepan en detalle o no.
Y también en ese contexto se le van viendo las patas a la sota, por ejemplo cuando Octavio Frigerio dice que con el actual nivel de precios de la soja las retenciones deben reducirse a cero (¿remembranzas de las retenciones móviles rechazadas en el 2008, o sofisticación de argumentos para el jubileo fiscal que se viene?); y el bache de financiamiento que eso generaría para el Estado debería cubrirse cobrando Ganancias y el impuesto inmobiliario.
Bien sabe Frigerio que en el caso del primero la evasión (cuando de empresas se trata) alcanza aun niveles elevados en el país, y que ellos mismos vienen de proponer (por boca del propio Macri en el coloquio de IDEA) que los balances empresarios se ajusten por inflación; licuándose en consecuencia buena parte de la presión fiscal que deben soportar por el impuesto.
Y en el caso del inmobiliario -cuya percepción corresponde a las provincias- la propuesta traslada el conflicto (una fase más de la puja distributiva) a una escala donde las corporaciones tienen aun más capacidad de presión sobre el poder político, que en el caso del Estado nacional. Una presión que -por ejemplo- posibilitó que acá en Santa Fe los avalúos de la propiedad rural estén prácticamente intocados desde 1993; y que en otras provincias derivó en "tractorazos" y otras formas de resistencia contra los intentos de reformas tributarias.
Reformas que las provincias no encaran a fondo o posponen como consecuencia de esas presiones, y del hecho de que en todos estos años tuvieron menos apremios fiscales porque -pese a los reclamos de "federalismo"- estuvieron más "líquidas" por las transferencias de coparticipación nacional; que crecieron en términos nominales y reales a partir del incremento de la presión tributaria y el ensanchamiento de la base contributiva; absorbiendo en ambos casos el Estado nacional el costo político de cobrar más impuestos.
A lo dicho hay que añadirle la ampliación del piso de protección social (vía ampliación de la cobertura previsional y AUH) que depositó en el Estado nacional la responsabilidad de las políticas sociales; tanto como la estratégica decisión de Cristina de coparticipar (a partir del 2009, y como modo de sumar apoyos en medio del conflicto con las patronales agrarias) el 30 % del producido de las retenciones a la soja y sus derivados: en ésta columna de Federico Bernal en Tiempo de ayer se traduce en números el efecto para las provincias de suprimir por completo las retenciones a la soja, como plantea el macrismo.
El FFS (Fondo Federal Solidario), repartido de acuerdo con los criterios de distribución secundaria de la coparticipación fijados en el final del gobierno de Alfonsín y aun vigentes (que favorecen objetivamente a las provincias de menor desarrollo relativo) tuvo un claro efecto compensador de los desequilibrios regionales en materia de infraestructura básica (escuelas, hospitales, vivienda, agua potable, caminos, viviendas); junto con las decisiones directas de inversión del Estado nacional, que fueron en el mismo sentido.
Medidas que explican (junto con los programas de protección social, e incluso mejor que ellos) los resultados electorales en el NOA y NEA; y por la contraria, los de la zona centro del país donde prende el argumento "la plata (de la soja) se va de acá y no vuelve en obras"; que estaba en el corazón del discurso de los piqueteros de las patronales agrarias en el conflicto del 2008.
Los diferentes modelos productivos que están en juego traducen también diferentes formas de organización de la sociedad a partir de distintas formas de generación y acumulación de la riqueza, y la consecuente distribución social de los costos y los excedentes. Y eso determina a la larga la conformación de distintos bloques sociales que trascienden a los candidatos y sus propuestas electorales; pero que éstos tienen que saber interpretar correctamente, para poder expresarlos políticamente.
Lo cual significa diferenciar lo que puede ser una estrategia de corto plazo de acumulación electoral (cuya eficacia quedará comprobada al abrirse las urnas y contarse los votos), de la definición a más largo plazo respecto de los sectores cuya representación se desea asumir: sentado que no se puede (aunque la propaganda simplista diga que sí) "gobernar con todos y para todos", en esto -como en tantos otros aspectos de la vida, hay que elegir.
Tan cierto es que la disyuntiva se plantea incluso hacia el interior del propio frente empresarial: acá La Nación de ayer daba cuenta de las tensiones en la UIA, como consecuencia de los diferentes alineamientos entre quienes representan al entramado de las Pymes ligadas al mercado interno (y en consecuencia fortalecidas por las políticas de fomento del consumo desplegadas en los últimos años), y las grandes empresas orientadas a la exportación que presionan por una mega-devaluación; o que no se verían perjudicadas por la apertura indiscriminada de las importaciones.
El efecto Ganancias (por encima de otras ponderaciones, como las políticas de preservación del empleo, o de recomposición del salario vía paritarias) se pudo notar incluso dentro de ciertos segmentos de los trabajadores mejor remunerados del cordón industrial del litoral; incluyendo claro está a los que no están específicamente empleados en la industria; con mayor énfasis en aquéllos protegidos legalmente contra posibles despidos, como los empleados públicos (lo que podría explicar los resultados en algunas capitales con alta densidad de población administrativa).
Sería un caso similar al de la clase media en cuya balanza electoral termina pesando más el impuesto a los salarios más altos que los subsidios a las tarifas (a esta altura vistos como derechos adquiridos), la movilidad social ascendente de los últimos años, los planes de estímulo al consumo como el "Ahora 12", o los préstamos del Procrear si han accedido a ellos. Algo de eso se puede advertir también en los resultados de los principales núcleos urbanos del país.
Vistas desde la más estricta racionalidad instrumental de defensa de los propios intereses, hay entonces en las decisiones electorales de las clases medias y algunos sectores populares matices que van desde lo esperable, a lo que puede terminar siendo un tiro directo al dedo gordo del propio pie. Matices que son -por el peso específico de ambos sectores en el padrón electoral- los que terminan decidiendo la elección; y lo terminarán haciendo seguramente en el balotaje.
En ese marco general desde "Cambiemos" y el dispositivo mediático opositor se impugna como "campaña sucia" la develación del verdadero programa de Macri; que no es sino consistente con la gran mayoría de sus apoyos electorales, y con los intereses del bloque social y económico que se aglutina tras su candidatura: votaron eso que dicen que "mete miedo"; en su gran mayoría a sabiendas, y porque esperan que haga eso; lo sepan en detalle o no.
Y también en ese contexto se le van viendo las patas a la sota, por ejemplo cuando Octavio Frigerio dice que con el actual nivel de precios de la soja las retenciones deben reducirse a cero (¿remembranzas de las retenciones móviles rechazadas en el 2008, o sofisticación de argumentos para el jubileo fiscal que se viene?); y el bache de financiamiento que eso generaría para el Estado debería cubrirse cobrando Ganancias y el impuesto inmobiliario.
Bien sabe Frigerio que en el caso del primero la evasión (cuando de empresas se trata) alcanza aun niveles elevados en el país, y que ellos mismos vienen de proponer (por boca del propio Macri en el coloquio de IDEA) que los balances empresarios se ajusten por inflación; licuándose en consecuencia buena parte de la presión fiscal que deben soportar por el impuesto.
Y en el caso del inmobiliario -cuya percepción corresponde a las provincias- la propuesta traslada el conflicto (una fase más de la puja distributiva) a una escala donde las corporaciones tienen aun más capacidad de presión sobre el poder político, que en el caso del Estado nacional. Una presión que -por ejemplo- posibilitó que acá en Santa Fe los avalúos de la propiedad rural estén prácticamente intocados desde 1993; y que en otras provincias derivó en "tractorazos" y otras formas de resistencia contra los intentos de reformas tributarias.
Reformas que las provincias no encaran a fondo o posponen como consecuencia de esas presiones, y del hecho de que en todos estos años tuvieron menos apremios fiscales porque -pese a los reclamos de "federalismo"- estuvieron más "líquidas" por las transferencias de coparticipación nacional; que crecieron en términos nominales y reales a partir del incremento de la presión tributaria y el ensanchamiento de la base contributiva; absorbiendo en ambos casos el Estado nacional el costo político de cobrar más impuestos.
A lo dicho hay que añadirle la ampliación del piso de protección social (vía ampliación de la cobertura previsional y AUH) que depositó en el Estado nacional la responsabilidad de las políticas sociales; tanto como la estratégica decisión de Cristina de coparticipar (a partir del 2009, y como modo de sumar apoyos en medio del conflicto con las patronales agrarias) el 30 % del producido de las retenciones a la soja y sus derivados: en ésta columna de Federico Bernal en Tiempo de ayer se traduce en números el efecto para las provincias de suprimir por completo las retenciones a la soja, como plantea el macrismo.
El FFS (Fondo Federal Solidario), repartido de acuerdo con los criterios de distribución secundaria de la coparticipación fijados en el final del gobierno de Alfonsín y aun vigentes (que favorecen objetivamente a las provincias de menor desarrollo relativo) tuvo un claro efecto compensador de los desequilibrios regionales en materia de infraestructura básica (escuelas, hospitales, vivienda, agua potable, caminos, viviendas); junto con las decisiones directas de inversión del Estado nacional, que fueron en el mismo sentido.
Medidas que explican (junto con los programas de protección social, e incluso mejor que ellos) los resultados electorales en el NOA y NEA; y por la contraria, los de la zona centro del país donde prende el argumento "la plata (de la soja) se va de acá y no vuelve en obras"; que estaba en el corazón del discurso de los piqueteros de las patronales agrarias en el conflicto del 2008.
Los diferentes modelos productivos que están en juego traducen también diferentes formas de organización de la sociedad a partir de distintas formas de generación y acumulación de la riqueza, y la consecuente distribución social de los costos y los excedentes. Y eso determina a la larga la conformación de distintos bloques sociales que trascienden a los candidatos y sus propuestas electorales; pero que éstos tienen que saber interpretar correctamente, para poder expresarlos políticamente.
Lo cual significa diferenciar lo que puede ser una estrategia de corto plazo de acumulación electoral (cuya eficacia quedará comprobada al abrirse las urnas y contarse los votos), de la definición a más largo plazo respecto de los sectores cuya representación se desea asumir: sentado que no se puede (aunque la propaganda simplista diga que sí) "gobernar con todos y para todos", en esto -como en tantos otros aspectos de la vida, hay que elegir.
Tan cierto es que la disyuntiva se plantea incluso hacia el interior del propio frente empresarial: acá La Nación de ayer daba cuenta de las tensiones en la UIA, como consecuencia de los diferentes alineamientos entre quienes representan al entramado de las Pymes ligadas al mercado interno (y en consecuencia fortalecidas por las políticas de fomento del consumo desplegadas en los últimos años), y las grandes empresas orientadas a la exportación que presionan por una mega-devaluación; o que no se verían perjudicadas por la apertura indiscriminada de las importaciones.
2 comentarios:
Es ansina no ma' cro.
A al postre, el planteo es el mismo de siempre: que tipo de proyecto de país se quiere.
Y si, ambos prometen jubileos impositivos, el tema es que para el think tank de los amarillos, el deficit fiscal es malísimo y a erradicar, para Batakis y Bein (al menos de la boca para afuera) por lo que escuché, no tanto.
Siendo la política fiscal una mera redistribución del ingreso (y NO para sustentar los gastos del estado como suponen los supersticiosos) es claro que lo que deja de cobrarle a uno será un faltante en el otro. Y para dejar a los dos conformes la única forma es que el estado la ponga, lo cual el deficit fiscal es en la coyuntura actual es inevitable
Saludos
Excelente artículo. Mis felicitaciones.
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