El cuento de la discriminación
del gobierno nacional a Santa Fe no es nuevo, es más: ha sido por ocho años
casi el único argumento político del socialismo, una teta de la que se
prendieron para encubrir su mediocridad gestionando, hasta que no les dio más leche;
al menos a juzgar por la evolución de los resultados electorales desde el 2007
para acá.
Tan cuento como los famosos
juicios contra la nación por presuntos incumplimientos de pactos, o descuentos
ilegítimos, de los que ya ni hablan: por el contrario, si estuvieran cerca de
ganarlos, no andaría Lifschitz amenazando antes de asumir con hacer nuevos
reclamos.
Sobre la “discriminación” a Santa Fe no cabe sino
remitirnos a lo que dijimos en su momento acá en el documento conjunto quehicimos con los compañeros del Movimiento Evita: más del 91 % por ciento de los
fondos nacionales que llegan a Santa Fe año tras año llegan en forma diaria,
automática y en base a índices preestablecidos en normas vigentes antes de la
llegada al poder del kirchnerismo; y que éste no modificó, con la excepción del
agregado del llamado “fondo soja”.
Lo que incluye por supuesto la
coparticipación de impuestos nacionales, cuya distribución secundaria (o sea
que parte de la “torta” le corresponde a cada provincia en particular) fue
definida en 1988 (gobierno de Alfonsín) por la Ley 23.548, y no ha cambiado.
Distribución que objetivamente
favorece a las provincias del NEA, NOA y Patagonia porque son las de menor
desarrollo relativo, cosa que -al menos a nosotros- nos parece que está bien.
Y el fondo soja que antes no
estaba y fue creado por Cristina en el 2009 (coparticipando por primera vez con
las provincias los derechos de exportación, que la Constitución reserva al
Estado nacional como recurso propio), se distribuye con esos mismos criterios.
Fondo con el cual se hace más de
las dos terceras partes de la obra pública que se ejecuta en Santa Fe con el
cual se hace 2/3 de la obra pública provincial, atento al argumento de “se
llevan la plata de acá y no vuelve”. Eso sin contar las obras que la nación
directamente ejecuta en las provincias, incluso en Santa Fe.
Pero aun así, insistimos: al
menos a nosotros no nos parece mal que el Estado nacional invierta más en
infraestructura en las provincias más pobres, y secularmente postergadas; para
reducir desigualdades y cerrar brechas de desarrollo. Solo al extraño
socialismo santafesino eso le parece mal
Un socialismo que por boca del
gobernador electo cuestiona “políticas clientelares” que no acierta a precisar:
¿está hablando acaso de la AUH, que se paga a lo largo y a lo ancho del país
sin mirar en que provincia viven los beneficiarios, o acaso a las nuevas
jubilaciones, de las que Santa Fe tiene una participación en el total nacional
mayor a la de su incidencia poblacional, o sea que fue más beneficiada que
otras provincias por los planes de ampliación de la cobertura previsional?
Conocidas las dificultades que
plantea la Constitución para modificar las leyes de coparticipación (mayorías
especiales en el Congreso, acuerdo de la toitalidad de las provincias y sus
legislaturas)¿pretende acaso Lifschitz una reforma constitucional, para que se
coparticipe la totalidad de los derechos de exportación (las famosas
“retenciones”) sólo a las provincias sojeras, y en proporción a lo que producen?
De ser así, convendría recordarle
que Santa Fe viene bajando su participación en la producción nacional del
poroto, por lo que se vería perjudicada.
El enfoque de Lifschitz tiene de
todo menos novedoso, excepto que en su caso pone más el énfasis en que lo que
le “sacan” a Santa Fe, se lo llevan a otras provincias más pobres. Una mirada
rara en alguien que se dice socialista. A lo mejor no tanto en un socialista
santafesino
Que si de captar riqueza que se
genera en la provincia se trata, nada les impide hacerlo con sus propios
recursos y facultades ¿o acaso no creen en el federalismo y la autonomía fiscal
de las provincias?
Podrían probar aumentando el
Inmobiliario Rural, o cobrándoles Ingresos Brutos a las empresas del polo
aceitero. Podrían, pero eso sería ir en contra de sus aliados, y de muchos de
sus votantes. Mientras tanto prefieren seguir
practicando el socialismo a la Prat Gay.
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