LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 4 de diciembre de 2019

LAS PREGUNTAS DE CRISTINA


El alegato de Cristina en Comodoro Py por la causa de la obra pública y su impresionante potencia política acaso hayan oscurecido otro aspecto de la cuestión, que excede la preocupación salvaje de la que fue objeto: un profundo reclamo de regeneración institucional, tras el paso a lo Atila del macrismo por toda área del Estado que pueda guardar visos de institucionalidad, para ponerla al servicio de sus propósitos de persecución política, y de negocios personales.

Así visto, el histórico discurso de CFK se reconduce en todo un programa político para el futuro gobierno, para generar desde el primer día las condiciones para garantizarse su propia gobernabilidad, en medio del sinnúmero de dificultades que deberá afrontar desde el primer día, frente a los innumerables problemas que el macrismo le deja como herencia.

Por supuesto que está claro que hay otras prioridades y necesidades, comenzando por las más urgentes como el hambre y la pobreza, pero no son excluyentes ni incompatibles. Por el contrario, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y su depuración de las metástasis que las aquejan y fueron agravadas por el macrismo -que arrojó bombas racimo que desparramaron su carga explosiva por cada rincón del Estado-, son el reaseguro de la efectividad presente y la permanencia a futuro, de muchas de las políticas que tiendan a resolver esos problemas ciertamente más urgentes.

Incluyendo en esa discusión de una necesaria reforma constitucional, a la que el propio Alberto Fernández se ha mostrado reacio, pero sin la cual ciertas reformas (incluso económicas y sociales) impostergables son inviables, o quedarán siempre sujetas al humor político de los gobiernos, o a los vaivenes electorales. Y otras excrecencias institucionales que han cobrado vida propia y, cualquiera haya sido el propósito perseguido al diseñarlas, han fracasado en toda la línea y son parte de los problemas, y no de las soluciones (como el Consejo de la Magistratura), tienen su origen en la última reforma constitucional.

Y si de reformar instituciones devastadas por los republicanos que decían defenderlas se trata, hay que comenzar por la justicia, los jueces federales, la mismísima Corte Suprema y el Estado Libre Asociado de Comodoro Py: una república con leyes propias y zonas oscuras, en las que la propia Constitución Nacional es puesta en entredicho por los que deberían garantizar su respeto religioso por todos los poderes del Estado.

Sí, como hizo Cristina, incluimos en las depuraciones necesarias a la Corte, dos de cuyos integrantes habían aceptado mansamente ser designados por decreto sin acuerdo del Senado, y luego concurrieron con sus votos al bochornoso fallo del “2 X 1”, que trató de dar por tierra con las políticas de memoria, verdad y justicia; y antes de esos (y siempre) han evitado prolijamente rozar el más mínimo interés personal o de negocios de los grandes empresarios y grupos económicos, de cuyo poder de lobby ante los tribunales nadie se escandaliza nunca. ¿O acaso alguien puede recordar el último fallo de los supremos que lesionó algún privilegio de los poderosos permanentes de éste país?

Que decir de los fiscales, que además ganarán en autonomía funcional en el marco del nuevo Código Procesal Penal, o el rol de la Procuración General luego de que Alejandra Gils Carbó fuera obligada a dejar su cargo. Decir que además de prestarse gustosos, en su mayoría, a ser parte esencial de los grupos de tareas judiciales del macrismo en sus operativos de cacería de opositores, siguen -como algunos jueces- traficando influencias por sus contactos fluidos y promiscuos con los servicios de inteligencia, o las fuerzas de seguridad que operan con agenda propia, al margen de la trazada por las autoridades civiles.

Sobre la AFI, los espías, el sistema de inteligencia y las escuchas legales o no ya se ha dicho todo, y es el momento de hacer algo, por empezar transparentar el uso de los fondos como lo hizo Cristina en el final de su gobierno, y dar a conocer sin remilgos la nómina de los periodistas y operadores mediáticos que cobran de esa caja, para traficar pescado podrido. Respecto a la Oficina Anticorrupción, habrá que agradecerle a Laura Alonso haber demostrado empíricamente que la corrupción es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de ONG’s que reclaman transparencia mientras tienen ellas mismas financiamientos sospechosos, a las que desde los 90’ se les viene dando una aureola de santidad injustificable, que les permite pontificar sobre como debe encararse la cuestión, poniendo por supuesto siempre el foco en el Estado y la política, y jamás en los empresarios y grandes grupos económicos, que son los que corrompen.

El huracán macrista que azotó a las instituciones estos cuatro años mientras desguazaba el tejido productivo y social de la Argentina no excluyó a la AFIP, en la que se institucionalizó la diferente lupa con la que se persigue a los presuntos evasores, según se pertenezca o no a la clase dominante: para unos blanqueo generoso y sin necesidad de traer lo declarado al país, para otros, la persecución y el ahogo para obligarlos a desprenderse de sus empresas, en beneficio de los amigos del poder, o de los objetivos políticos y de negocios de ese mismo poder. A un sistema tributario regresivo, fruto de la capacidad de lobby de los grandes grupos económicos para eludir el pago de impuestos acordes a su capacidad contributiva (ahí están ya en guardia y amenazantes por posibles aumentos en las retenciones y Bienes Personales), se le suma un aparato de inteligencia fiscal y persecución al servicio de esos mismos intereses.

Otro tanto pasó con el Banco Central (convertido de nuevo en un coto de caza de los bancos), o la UIF y las normas anti lavado, que habrá que asumir de una buena vez que nada tienen que ver con combatir la corrupción y el delito (por algo jamás se meten con los paraísos fiscales), sino que son piezas clave de la estrategia de política exterior del gobierno de EEUU, guerra “antiterrorista” incluida. Y allí habrá que hacernos cargo de que en el pasado nos esforzamos por adaptar nuestras instituciones a esas pautas absurdas, como pasó con la “ley antiterrorista” sancionada en el segundo gobierno de Cristina. 

AFI, AFIP, UIF, Banco Central. ¿Se entiende ahora por qué la AEA y el Foro de Convergencia Empresarial le pidieron en el Coloquio de IDEA a Alberto Fernández que mantenga en sus cargos a los funcionarios del macrismo en esas áreas? Es porque consideraban que los sirvieron bien, en la tarea de hacer desaparecer a Cristina y el kirchnerismo de la escena política, luego de haberlos limado para las elecciones del 2015 y 2017, como la propia Cristina señaló 

Dejamos ex profeso para el final del repaso a los medios y sus regulaciones: si algo demuestran los bochornosos episodios de Santoro y Alconada Mon, como antes ocurriera con Lanata, es que la concentración mediática es un serio problema, pero que también nos debemos como país una discusión sobre el ejercicio del periodismo, sus contenidos, sus métodos y los límites para su ejercicio. Como acaba de comprobar amargamente Alberto Fernández en cuero propio, no se pueden consentir extorsiones, aprietes, operaciones políticas y de negocios, o lisa y llanamente espionaje ilegal sobre la vida de las personas, amparándose luego en el secreto de las fuentes de información  o la libertad de expresión, para pretender impunidad, o un tratamiento de casta privilegiada: no lo consiente un sistema democrático.

Si se analiza el repaso de temas de los párrafos anteriores, pero si nos detenemos precisamente en ese punto (el de los medios y el periodismo), es que queda claro de que se habla (o se debería hablar) en realidad cuando se dice que debemos “volver mejores”: es garantizar la continuidad y profundización del kirchnerismo donde quedó en el 2015, no donde estaba cuando cada uno de los que hoy conforman el “Frente de Todos” (incluido AF) se bajó porque disentía.

Le guste o no a algunos, esa es la dinámica histórica real que se impone, y el liderazgo, el protagonismo y el volumen electoral de Cristina son consecuencia de esa realidad incontrastable: durante su gobierno no solo vivíamos mejor, sino que ella misma sigue siendo por escándalo la que nunca tiene miedo de llamar a las cosas por su nombre, interpelando a la política democrática. Es hora de sumarle nuevas voces.

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