LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 1 de junio de 2021

CADA COSA EN SU LUGAR

 


El despido de Tomás Méndez de C5N se puede analizar desde distintos lugares, y acá vamos a elegir uno.; que no es el de tomar partido por él, el canal o -menos aún- Patricia Bullrich, porque entendemos que ese ángulo ayuda poco.

Tampoco es una cuestión de gustos personales sobre que tipo de periodismo consume cada uno, aunque acá no nos atraiga el que hace Méndez: una especie de lanatismo sensacionalista "de éste lado" (si esto se acepta como válido), que busca más impactar emocionalmente que informar o hacer reflexionar, y con recursos siempre propensos a llevarlo al pasto. Pero, insistimos: tiene su público, hay a quien le gusta y es respetable.

En nuestra humilde opinión el enfoque que debe darse al tema es otro, que es el rol político que juega el periodismo, o el que se lo quiere hacer jugar, como sustituto de los huecos que deja la política. Así se extravía el análisis comparando lo que le pasó a Méndez por su presunto "escrache" a Patricia Bullrich, con lo que no les pasó a los periodistas del régimen cada vez que hicieron cosas parecidas, o mucho peores.

La diferencia es muy sencilla, y cualquiera puede advertirla, prestando atención: Lanata, Pagni, Leuco, Majul, Morales Solá y tantos otros son piezas intercambiables de un dispositivo político-comunicacional mucho más amplio, cuyas directivas se limitan a cumplir, por una buena paga. Hacen lo que hacen porque están donde están, y a la inversa: están donde están y allí permanecerán, porque nada de lo que hagan responderá a un impulso individual, aunque posen de "niños terribles" a los que nadie les ordena lo que tienen que decir, como Lanata.

Méndez no es nada de eso,  es un francotirador suelto que va por la propia, que -en nuestra opinión- es el negocio, apuntando a un "nicho" de audiencia. Y en un medio privado, está a tiro del despido, cuando a sus patrones no les convenga mantenerlo, tan simple como eso; aunque el disparador sea una apretada de un personaje deleznable como Patricia Bullrich. No es parte de ninguna estrategia o dispositivo político, del mismo modo que los periodistas no están para encuadrar políticamente a nadie, ni para "bajar línea", aunque se llamen Verbitsky o Víctor Hugo Morales.

La confusión al respecto es un subproducto no deseado de la larga pelea del kirchnerismo con Clarín y los medios hegemónicos, y creó en ciertos ámbitos de la militancia y el votante K la idea del periodista "del palo" que es el héroe individual que jaquea al poder, instalando o ayudando a instalar un relato alternativo al predominante. Esa idea (contrapuesta al del "héroe colectivo" de Oesterheld) es el mismo equívoco que en los 90' depositaba en cierto periodismo "progre" luego desnudado en sus miserias (otra vez: como Lanata), la responsabilidad de la generación de una alternativa política viable al menemato, o la sustitución de esa alternativa ausente.

Con todo el respeto por los amigos periodistas "del palo" (que los tenemos) que lo homenajean y lo ponen como ejemplo, Rodolfo Walsh fue un militante, antes que un periodista. La "Carta Abierta a la Junta Militar" no fue una pieza de investigación periodística destinada a ganar el Pulitzer que no llegó a ver la luz por la censura o porque lo despidieron del medio donde trabajaba; sino el valiente alegato final de un militante comprometido con su causa, que sabía el destino que le esperaba en cuanto la publicara, y aceptó cumplirlo para dar testimonio de su militancia, y de la perversidad del régimen que denunciaba. 

La pelea por la pluralidad de voces, o por romper la hegemonía comunicacional, que no tiene nada de malo en términos de construcción democrática, no debe hacer perder de vista u olvidar lo principal: la disputa que sostuvo Cristina con Clarín y sus satélites fue no solo y no tanto por construir una comunicación democrática, sino por el poder. Para poder darle más democracia a la democracia hay que tener poder, y si se lo tiene, conservarlo, defenderlo y ampliarlo; en disputa con los que no se someten a las reglas de juego democráticas, ni se sienten obligados por los resultados electorales.

El periodismo y los periodistas no salvan en términos políticos, ni sacan de las crisis, eso lo hacen la militancia, las construcciones políticas y los liderazgos. Cada cosa debe ocupar su lugar: nadie se sienta a ver el partido en el microondas, ni pone a cocinar la comida en la heladera. Y por cierto: parte de la construcción de una comunicación alternativa es generar una agenda propia, y no correr detrás de la que impone la hegemonía reinante: desde ayer estamos hablando del despido de Méndez, en lugar de estar hablando de los más de dos millones de dosis de vacunas que llegaron al país, para combatir el COVID.  

Y si se cree que hay cosas que pueden, deben o tienen que hacer los periodistas porque no hay señales de la conducción o no son las que uno quisiera, está en la militancia exigirlas, propiciarlas, empujarlas si hiciera falta: como dijo Cristina en aquella plaza repleta del 9 de diciembre de 2015, va a pasar lo que nosotros dejemos que pase. Tuits relacionados:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema es no entender que la comunicación es una "herramienta" fundamental.
No se trata de instalar debates filosóficos sobre esto o lo otro, sino de construir consenso a través de los medios.

La oposición construye desde lo emocional, y nos gana. Basta de filosofía muchachos. La palabra entradora es la que el pueblo comprende.

No se puede explicar en detalle cierto trasfondo, la masa no lo entiende. Hay que construir la noción del enemigo interno, que es lo que son. Hay que deconstruir la zonzera argentina.

Hay que explicar que argentina es un país rico a Merced de un puñado de oligarcas que quieren que sea su sembradío para poder ser nuevamente los argentinos que gastan en Europa. Quieren volver a 1900 y ser esa Argentina grande, rica, 5to país del mundo, con un 70% de analfabetos.

Es una guerra muchachos.. desde 1810 que no para

Anónimo dijo...

Buena nota. Es claro que Méndez no orbita demasiado alto en calidad profesional, pero pedirle disculpas a una lacra como Bullrich es como si los compañeros de Walsh se las pidieran a Videla. No es cuestión de buenos modales democráticos o "progresistas". Tenía razón Cooke: nosotros no somos caballeros, somos peronistas.