LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

lunes, 21 de noviembre de 2022

LA MADRE DE TODOS

 

A Hebe de Bonafini la vida no le ahorró tristezas, desde aquellos años de plomo en los que le arrebataron a sus hijos, hasta estos, sus últimos días, en que tuvo que ver -con esa lucidez extraordinaria que la acompañó hasta el final- como le querían contar cambiada la historia que ella vivió como protagonista principal; o como un tarado como Juez decía que la democracia no le había mejorado la vida a nadie.

Pero así como la vida no le ahorró sinsabores, ella misma no se permitió nunca ahorrarse luchas: desde aquellas primeras rondas en la plaza en los tiempos del genocidio hasta hoy, pasando por todos los gobiernos, no hubo lucha o reclamo social y político de los oprimidos, los explotados, los ninguneados, al que Hebe no le pusiera el cuerpo, en primera persona, sin esquivarle jamás el bulto.

Cuando se piensa en Hebe inmediatamente se piensa en coraje, en convicciones, en coherencia, en solidaridad. Y en colectivo, porque Hebe tenía bien claro que ella -con toda su historia a cuestas- era solo una de muchos que empujaban por un mundo mejor, más justo. Lo que es lo mismo que decir que, cuando se piensa en Hebe, se piensa en militancia: si hubiera que definirla con una palabra con la que ella se sintiera representada, sería sin dudas ésa: Hebe era, ante todo y sobre todo, una militante de las causas justas.

Y como todo militante, abrazó esas causas y esa militancia hasta el instante final de su larga y generosa vida, sin renuncios, sin claudicaciones, sin dobleces. Por eso la quisimos tanto, y por eso también, tantos la odiaron o ayer -como siempre hacen en éstos casos- celebraron su muerte.

Por éstos tiempos se discute, decíamos antes, la paternidad de nuestra democracia reconquistada en el 83'. Pues bien señores, para lo que no hay lugar para la discusión es sobre la maternidad de nuestra democracia: ese rol se lo ganaron las Madres y las Abuelas. Se lo ganó entre otras -y vaya si lo hizo- Hebe.

En tiempos de terror y oscuridad, Hebe y las Madres salieron a pedir por sus hijos primero, y por todos nosotros después. Venciendo al miedo (que seguramente habrán tenido), sin medir "correlaciones de fuerzas" para ver si eran favorables o no, sin tacticismos, sin especulaciones personales: poniendo su vida en juego, literalmente. Y haciéndolo nos dieron vida, que es lo que hacen las madres.

Con Hebe se va un pedazo grande de la mejor historia de nuestra patria: la historia de las luchas populares, de las dignidades defendidas, de los derechos conquistados, las libertades recuperadas. Y ése es el legado que nos deja esta mujer inmensa, que trascendió nuestras fronteras para convertirse en el mundo entero en un ejemplo de lucha por los derechos humanos, para todos los que luchan por ellos, en todo tiempo y lugar.

Los que no tienen siquiera el coraje de decir que la odiaban porque en realidad reivindican a los que le quitaron a sus hijos, cuestionan a Hebe por haber tomado partido en la famosa "grieta", como si no hubiera decidido tomar partido aquella vez, en 1977, en que comenzó con otras mujeres de pañuelos blancos, a dar vueltas en derredor de la Plaza de Mayo pidiendo por la aparición con vida de sus hijos.

Polémica, visceral, discutida, como todos los que en algún tiempo se jugaron la vida por un ideal: cuando alguien toma esa decisión no hay lugares para tibiezas, ni para medias tintas, ni retrocesos. Y Hebe nunca se los permitió, dejando de ser ella misma para ella misma, para ser la madre de todos. La consumía el mismo fuego de Eva.

Que en paz descanse, que bien merecido se lo tiene. Tuits relacionados: 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente. Una militante de las causas justas.