LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

lunes, 7 de noviembre de 2022

LUCHE Y VUELVE

 

El viernes reapareció Cristina, y se renovó el ritual: las fotos, el cariño genuino de la gente (como no lo despierta ningún otro político argentino, a ambos lados de la grieta), la expectativa por su palabra -incluso de los que la odian-, por ver como estaba después del atentado, la disección interpretativa de cada frase y coma que dice (sobre todo por parte de los que la odian). Hasta ahí, ninguna novedad. 

Lo que interpela para el análisis es -desde nuestra óptica- en que medida el ritual se queda solo en eso, o que capacidad tiene "el fenómeno Cristina" (ella misma, su volumen polìtico y lo que despierta y provoca) de incidir para modificar la realidad, que es en definitivas de lo que se trata la política. Y desde ese ángulo poco se puede decir: hace unos días la propia CFK -cuando cuestionó los aumentos autorizados a las prepagas- dijo que había planteado sus objeciones en privado al gobierno, sin respuesta: ¿correrá distinta suerte su reclamo (en línea con sectores sindicales) de un bono salarial independiente de los aumentos pactados en paritarias, que compense en parte la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores frente a la inflación? 

Para los que dicen que Cristina solo se ocupa de sus propios problemas y en consecuencia se enfoca en la "agenda judicial", su discurso (frente a trabajadores, en el congreso de delegados de un sindicato emblemático) se centró en la cuestión del salario y la distribución de la riqueza: en el párrafo más feliz señaló que la parte de poder adquisitivo que falta en los salarios de los trabajadores, está en las "rentas inesperadas" de las empresas, que ni siquiera tributan por ellas. También puntualizó con agudeza que la oposición (que fustiga al gobierno por la inflación), no dice nada de sus consecuencias, y por el contrario avisa en todos los tonos posibles, que si vuelve al gobierno recortará derechos.

La cuestión es que el que sí habla del problema es el gobierno, pero hablar es lo único que hace al respecto, y lo votaron para gestionar, y resolver los problemas; y en éste estado de cosas cada vez hay que hacer mayores malabares dialécticos para explicar que Cristina (la vicepresidenta) no es parte del gobierno. De hecho, en su discurso ella misma rescató "el esfuerzo" que está haciendo Massa, cuando todo indica que si hay esfuerzos, los están haciendo más bien otros, de los que ella misma se ocupó en el discurso.

Que en el 2015, cuando Cristina dejó el gobierno, todos estábamos mejor, es algo que ni siquiera los macristas (en su fuero íntimo, claro está) discuten. Pero recordarlo no impidió entonces una derrota electoral, ni la impedirá el año que viene, porque la gente quiere futuro, y no nostalgia: más que convencerlos de lo que ya están convencidos (que en el 2015 estábamos mejor), tenemos que ser capaces de converlos de que en el 2023 lo estarán, y gracias a nosotros. Aquello de que "los días más siempre felices fueron peronistas" hoy está en crisis en su sentido profundo, por las falencias de éste gobierno.

Y para remontar eso queda por delante un año del mandato de éste mismo gobierno, con éste mismo presidente, que es el que votamos y además dice que quiere ser reelecto: el "esfuerzo" de Guzmán nos hizo perder una elección, ¿Qué permite pensar que el de Massa nos permitirá ganarla, al paso que llevamos?

Luego de explicar las condiciones en las que decidió que Alberto y no ella fuera el candidato (condiciones que no nos corresponde valorar a nosotros, porque la que tenía que decidir entonces era ella), Cristina dijo en Pilar que no se arrepiente de haberlo hecho. Dejando de lado que en éste caso en particular los que siempre le reclaman "autocrítica" no lo harán (porque de ello dependen sus conchabos gubernamentales), el problema es que más de cuatro millones de argentinos sí se arrepintieron de haber seguido su consejo, y nos lo hicieron saber en las legislativas del año pasado. Otra vez: más que revisionismo del pasado, lo que hay que brindar son perspectivas del futuro.

Con el riesgo que siempre se corre cuando se ensayan paralelismos o parangones históricos, Cristina está hoy en el lugar en el que estaba Perón en el 73': el personaje central e insustituible de la política argentina, a partir del cual se ordenan todos; y ese rol (consecuencia de su propia gravitación) condiciona el papel que le toca jugar, más allá de sus propios deseos personales.

En el 73' Perón derrotó no solo a la camarilla militar y sus planes de continuismo, sino a los intentos de construir un peronismo sin él. Pero no lo hizo sólo, y era Perón. 50 años después, Cristina debe enfrentar a los mismos sectores que falsearon la política nacional vaciándola de legitimidad democrática por 18 años, y al mismo tiempo paga los costos del gobierno de los que empezaron amagando con construir el "kirchnerismo sin Cristina" (con la insólita pretensión de tener la autoría intelectual de la experiencia inaugurada por Néstor el 25 de mayo del 2003), para terminar haciendo cualquier cosa, menos kirchnerismo.

Cuando Cristina dice que hará lo que haga falta y sea necesario para construir un proyecto político para ser felices muchos se ilusionan con una posible candidatura suya, y hacen bien: como dijimos antes, nadie más que ella puede despertar esos sentimientos de esperanza entre millones de argentinos. Sin embargo, la misma afirmación de Cristina en el 2019 (y por las valoraciones que ella intentó explicar en Pilar) condujeron a la candidatura de Alberto, con los resultados conocidos. La cuestión es entonces no solo si Cristina vuelve (por principio, a ser candidata), sino qué Cristina vuelve, y en qué país, que ya se puede saber, hoy, no es el del 2015. 

Comentando su discurso del viernes decía en TV Hernán Brienza que CFK dejó en claro que está dispuesta a dialogar, pero la pregunta es con quiénes: ¿con los que quisieron asesinarla, los que los financiaron, los que los protegen en la justicia o los que los blindan en los medios? ¿Otra vez con sectores de la "burguesía nacional", ese unicornio azul que se le perdió al peronismo hace décadas, y que también se apropia con voracidad de las "rentas inesperadas" en detrimento de los salarios de los trabajadores? ¿O con el gobierno del presidente que no le atiende el teléfono y no le hace caso ni siquiera para detener los aumentos de las prepagas?         

Si estas líneas suenan pesimistas, leánse como una invitación a construir lo que falta, más allá del deseo de la vuelta de Cristina al poder, como presidenta. Una invitación a retomar su mensaje del 9 de diciembre de 2015 cuando advirtió con clarividencia "va a pasar lo que ustedes quieran que pase", y a militar para crear las mejores condiciones para que vuelva, justamente en las mejores condiciones posibles, dadas las difíciles circunstancias. Como se crearon con Perón: el imperativo de la hora -como lo era hace siete años, en esa plaza llena- es construir el "luche y vuelve" de estos tiempos, sin esperarlo todo de ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay que hablar con Alberto. Con excepción de un muy buen manejo de la salud pública durante la pandemia, el resto son 3 años de indecisiones, de marchas y contramarchas, de concesiones inexplicables, de hacer lo contrario a lo que sus votantes esperan.
Esa mezcla insulsa que resulta de visiones social demócratas y alienaciones históricas propias del PJ porteño.
Hay que hablar con Alberto, hablar bien, tranquilo, y hacerle entender que tiene que renunciar. Que se victimize, que invoque presiones insoportables del Kirchnerismo, del massismo y de otros sectores del Frente. Gracias Alberto, vos y tu séquito a casa y que asuma Cristina.
Queda solo un año para evitar que el barco termine estrellado contra las rocas. A casa Alberto. Hay que hacer que lo entienda y que asuma la Vice Presidenta.
El Colo.