Por Raúl Degrossi
Los gobiernos de los países del llamado "Primer Mundo" dan verdaderamente lástima (por no decir asco), han decidido renunciar al más mínimo y elemental ejercicio de la autoridad política del Estado para poner en caja la crisis financiera que lleva ya más de tres años.
Presionado por todos los gobiernos de la Unión Europea y la mayoría de los miembros del G 20 (con la excepción de los emergentes como Argentina y Brasil), el primer ministro griego Papandreu desistió de la idea de convocar a un referéndum; para que el pueblo de Grecia se expidiera sobre el nuevo mega plan de ajuste que le imponen, para brindarle ayuda financiera, para que le pague la deuda a los bancos alemanes, por decirlo fácil.
Otra ominosa capitulación de la política y el Estado, ante la economía y las corporaciones financieras, las grandes culpables y causantes de la crisis. Paradojas de la historia: la economía presionó para que la política decidiera que no se votara en la cuna de la democracia occidental (que pavada más grande ésta, pero queda bien en lo de Grondona).
Como lo señaló Cristina en su brillante discurso en la cumbre, el problema de la crisis internacional no es económico ni financiero: es de liderazgo político; como consecuencia del enanismo mental de una dirigencia política que -claramente- no está a la altura de las circunstancias.
Una dirigencia que no termina de advertir que, ni el triunfo del capitalismo en la Guerra Fría, ni la caída del muro de Berlín, los provocaron Tatcher o Reagan, o el poderío militar de la OTAN: fueron Friedrich Von Hayek, Milton Friedmann y la Societé Mount Pellerin; y las ideas e intereses que representan.
Y Maddoff y Meryll Lynch, no se olviden de los personajes más importantes: los banqueros estafadores y las calificadoras de riesgo mentirosas y fraudulentas.
Y si ellos no provocaron el triunfo del capitalismo, fueron los que lo capitalizaron; ideológicamente y en negocios concretos: con el derrumbe del muro, se está viniendo abajo a golpes de mercado el Estado de Bienestar que los europeos construyeron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; con la deserción consensuada de todo el arco político, de sus responsabilidades históricas.
Nunca la política estuvo tan subordinada a la economía, ni en el Plan Marshall, ni en la construcción de la UE, que fueron -ante todo- la instrumentación económica de objetivos políticos.
Aun para mantener el capitalismo amenazado por la crisis del 29', o para impedir el "peligro rojo" en la post guerra, siempre había en los países centrales un resquicio para que los liderazgos políticos definieran rumbos o prioridades, dando cuenta -al menos en parte- de las complejidades y conflictos sociales, cuestiones que escapan a la rusticidad de los yuppies de las finanzas.
Hoy eso no existe y la Unión Europea (reitero, ante todo una construcción política para no volver al horror de la guerra en Europa) se cae a pedazos, y la institucionalidad que por años nos pusieron como ejemplo y como vara para medir nuestros intentos de integración regional y continental (como la Unasur o el Mercosur), es sólo una fachada para beneficiar al capitalismo financiero, el verdadero gobierno mundial; por encima de los países, sus gobiernos y sus líderes.
No es al euro ni a la unidad europea a los que quieren salvar con sus eternos planes de ajuste para los países quebrados; sino a los balances de los bancos, que reciben a manos llenas colosales paquetes de ayuda fiscal mientras proclaman el más rancio liberalismo económico, y reniegan de toda intervención "dirigista" del Estado en la economía.
Mientras tanto las guerras en países del Tercer Mundo son la vía de escape para las pulsiones nacionalistas de europeos y norteamericanos, y para los egos de sus gobiernos, sometidos a la humillación permanente de arrollidarse ante las presiones del mundo de las finanzas.
Es así como emprenden aventuras militares nostálgicas de los tiempos coloniales (en el caso de los europeos), acompañando la insensatez congénita del imperialismo yanqui; sólo para que cada una de esas aventuras termine siendo la cabecera de playa para el desembarco en los países arrasados de generosos "reconstructores", prestos a hacer negocios.
La cerrada intransigencia de los gobiernos de las potencias con los dictadores árabes del norte de Africa (cumbre de la hipocresía, con los que hasta ayer nomás eran aliados contra el fundamentalismo islámico), contrasta dramáticamente con su capitulación ante los banqueros, las calificadoras de riesgo o el (cada vez más devaluado) FMI.
Hasta poco astutos se revelaron: si querían destruir a Kaddaffi o Saddam Hussein no era necesario un costoso despliegue militar que alimentara el déficit: bastaba con mandarles misiones del FMI, unas cuantas calificadoras de riesgo y un par de Maddoffs; en pocos meses hubieran logrado el mismo resultado, con menos costo en plata y en vidas propias.
Por décadas nos vendieron que la Guerra Fría era una lucha por salvaguardar a la democracia y a la economía de mercado, porque una no podía vivir sin la otra; ahora resulta que no: no sólo no son lo mismo, sino que todo conflicto entre democracia y mercado, debe ser invariablemente resuelto a favor de éste, y si no, pregúntenle a Papandreu, o más cerca acá, a Cachanosky: no importa lo que la gente vote, sino lo que los mercados reclaman.
Y como si fuera poco el balurdo que tienen en Europa, lo meten a Kirchner en el asunto; como en esta nota del diario El Mundo de España.
Curioso lo de los españoles: con todos los quilombos que tiene Zapatero, ellos dedican la mayor parte del tiempo a explicarles a los griegos lo que tendrían que hacer; lo mismo da si lo hacen desde las páginas de El Mundo, o las de El País. Estos hasta se dan el lujo de poner la lupa en nosotros.
Breve disgresión: va a estar muy interesante la próxima reunión de la Internacional Socialista, con Papandreu y Zapatero compitiendo para ver quien tiene el plan de ajuste más largo, recortó más beneficios sociales o echó más empleados públicos; mientras Tabaré Vázquez cuenta sus tratativas con Bush y Condoleeza Rice para ir a la guerra contra nosotros.
Binner -para no ser menos- seguramente relatará sus andanzas por Expoagro, los coloquios de IDEA o el Congreso de Economía de la Fundación Libertad, porque ya lo dijo el Che: hay que exportar la revolución, hasta lograr uno, dos, cien Puertos de la Música. Al fin y al cabo, el bueno de Hermes tiene que luchar en ese foro contra el prestigio de De La Rúa, un precursor del conservadurismo progresista represor y asesino.
Pero volvamos a la nota del diario El Mundo, y la comparación de Papandreu con Kirchner: aun en supuesto tren de elogio, ofende.
Porque si algo fue Kirchner y por eso será recordado, es todo lo contrario del lamentable espectáculo que hoy ofrecen Obama, Sarkozy, Merkel, Papandreu, Zapatero y siguen firmas: desde el mismísimo culo del mundo, viniendo del culo de ese culo, con un defáult declarado, un 22 % de los votos y un gobierno tirado por la cabeza con un país incendiado, la remó a brazo partido para imponer una verdad tan sencilla y elemental de enunciar, como difícil hoy de poner en práctica (tanto que muchos ya ni lo intentan): la política debe ser siempre la que le imponga determinaciones a la economía, y no al revés.
Ese es el gran ejemplo de Néstor; no el porcentaje de quita de la deuda que logró, o como mandó al carajo al FMI: el ejemplo de voluntad política, para recuperar la autonomía de decisión del gobierno elegido por el pueblo; ¿o al fin y al cabo no es eso la democracia que los griegos nos legaron, según nos cuentan?
Ejemplo que no casualmente se repitió en esta primera década del siglo en varios países de América Latina, el único lugar del mundo donde hay esperanzas, y donde pasan cosas políticamente interesantes.
Por eso europeos en general y españoles en particular: allá ustedes con sus ajustes, su represión a la protesta social, y sus recules vergonzosos ante las corporaciones, los yuppies y las mega cuevas financieras que provocaron el desastre.
No se metan con Néstor que es nuestro, bastante costó conseguirlo (de hecho, apareció cuando casi nadie lo esperaba), y bastante le costó a él poner el cuero como lo puso; búsquense uno ustedes o fabríquenlo, porque hay cosas no se compran.
Hagan lo que se les cante, pero no jodan con Néstor.
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