Por Raúl Degrossi
La cobertura que han hecho los medios hegemónicos de la presencia de Cristina en el G 20, y -sobre todo- de su entrevista con Obama, muestran el grado de desorientación que vienen arrastrando desde el 14 de agosto para acá; y por que no, su impotencia porque la apuesta a la devaluación y corrida bancaria no viene dando hasta ahora los frutos esperados.
En la imagen que ilustra el post pueden ver la columna de Mariana Verón en La Nación de hoy, una almibarada elegía del presidente yanqui lindera en la fellatio periodística: ¿era necesario contar la cantidad de palabras que presuntamente dijo Cristina sin respirar, antes de dejarlo hablar al morocho?
Un morocho que, al fin y al cabo (lo refleja la propia cronista en su nota) es un ordinario: se rasca la oreja en público, apenas las cámaras lo dejan de enfocar. Es probable que cuando se fueran, también se rascara el traste, sobre todo considerando que los huevos se los viene rascando desde que asumió.
Pero el hecho es mostrarla a Cristina como una tilinga nerviosa a la que se le traba la lengua porque va a estar con "el hombre más poderoso del mundo" (un bolazo absoluto: se juntan cinco o diez banqueros, y los del Tea Party, y lo tienen de rodillas), pero el tipo -que es re canchero- la tranquiliza llamándola por su nombre.
Imaginen por un momento la reacción de La Nación si Moyano o D'Elía se rascaran la oreja en una reunión.
Pasemos por alto -para no abundar- el gataflorismo esquizofrénico de protestar porque "estamos aislados del mundo", y pretender mostrarla a Cristina como una cholula cazadora de autógrafos, que va con su libretita a las cumbres internacionales para que Obama le firme uno.
En esta otra nota de la tribuna de doctrina, se refleja la reunió desde un costado presuntamente serio; reunión que habría sido -según el cronista- un pedido de escupidera del gobierno argentino, apremiado por necesidades varias y necesitado con urgencia de la ayuda de la administración yanqui.
Pasando por alto que -según dijeron todos los medios- la reunión fue pedida por el propio Obama luego de la reelección de Cristina, cabe preguntarse cual de los dos gobiernos pasa por mayores apremios económicos y políticos en este momento, como para necesitar ampliar sus contactos con otros.
De todos modos, la columna es un ejemplo (uno de tantos) de la rusticidad con que se analiza desde los grandes medios la política internacional, y como juega la Argentina en ese contexto.
Cuestiones que revisten ciertamente una complejidad mayor que contar las palabras que una presidenta dice de corrido, o si el otro se rasca la oreja: las relaciones entre los países (cualesquiera sean estos) están atravesadas por múltiples lógicas de intereses, a veces convergentes, a veces contrapuestos; y los gobiernos (en los países que esa prensa llama serios, vea señora) defienden esos intereses, incluso más allá de sus opiniones o gustos personales.
Por eso Obama hace lobby por los fondos bruitres yanquis que no ingresaron a ninguno de los dos canjes de deuda, aunque sean parte de los sectores que lo despedazan en su país; o el gobierno argentino defiende ante los tribunales de la Unión Europea a los garcas de la Mesa de Enlace (que le cortaron rutas por cuatro meses), cuando Monsanto los demanda por el pago de royalties por las semillas transgénicas.
El editorialista de La Nación descubre la cuadratura del círculo: la política exterior de los países se rige por el más crudo pragmatismo; es más: dicen -hasta el momento no lo hemos podido confirmar- que de ese modo las grandes potencias llegaron a serlo, vea usted señora.
La cronista cholula de Obama que envió La Nación a la cumbre (que nunca explica como conoce esos detalles tan íntimos de una reunión no abierta a la prensa) se asombra de que la presidenta hablara de limones.
Debe ser por ignorante, porque desconoce que son una de las principales exportaciones argentinas a EEUU, que suelen estar trabadas por barreras arancelarias; y eso implica menos divisas para el país. Porque sepa señora que los yanquis, cuando les conviene, ponen barreras arancelarias que ya quisiera Moreno, eh.
¿Hubiera preferido tal vez que Cristina hablase de carteras y zapatos -recomendándole marcas y modelos al grone para la mujer-, para que se aviniera mejor al ideal de muñequita tonta y descerebrada con que la etiquetaron por años, y que la realidad hizo trizas hace rato?
Si Obama -según dice la cronista- parecía no entender el asunto de los limones, revela dos cosas posibles: o no sabe las medidas que toma su propio gobierno (no sería raro: suele enterarse que invadieron un país, cuando ya están adentro), o sabe perfectamente y se hace el boludio; como corresponde en política internacional.
Política regida como dije por el más puro pragmatismo, como debe ser: ideas como las relaciones carnales (obviamente con EEUU, ni se les ocurra sugerirlas con Chávez o Cuba), quedan para talibanes como Escribano; y su famoso ultimátum a Kirchner.
Gente sencilla, tirando a bruta, que vive anclada en la Guerra Fría y los años 50', por suerte Cristina es más evolucionada; si no, estaríamos yendo a alguna guerra contra otro país a cada rato, como propone Tabaré Vázquez; al que esos mismos medios consideran serio.
La verdadera prensa militante (es decir, Clarín, La Nación y sus hermanitos menores, que militan contra el gobierno) aplica al análisis de la política internacional la misma lógica que a la política interna: adoptar siempre el punto de visto opuesto al del gobierno, como el único valedero y racional, no importa de que se trate, y a donde lleve el razonamiento.
En política nacional, como en el fondo desprecia profundamente por inútil a la oposición política, le construye agenda y la somete a sus dictados, para que la sigan.
En política internacional, un arraigado y profundo complejo de inferioridad cultural (las famosas zonceras autodenigratorias de las que hablaba Jauretche) la llevan a adoptar siempre la visión del extranjero, sobre todo si éste es poderoso; ni hablar si son los Estados Unidos.
Es curioso que planteen a Cristina yendo a tirar la toalla ante Obama, cuando los escándalos de Wikileaks han revelado la "bolsa" de periodistas cautivos que tiene acá la embajada, o las visitas de Magnetto a los diferentes embajadores yanquis para que ejercieran lobby ante el gobierno argentino, en defensa de sus intereses empresariales; como con el cable o la norma de la TV digital.
Hay entonces razones más prosaicas para que los grandes medios reflejen la relación entre la Argentina y los EEUU, invariablemente, desde el punto de vista yanqui; aunque cuando les convino lo contrario -como con la ley de bienes culturales- se envolvieron en la bandera, y salieron a cantar el himno.
Sin embargo persistir en esa línea marca lo confundidos que están: si han tomado nota -como lo hace la columna de Rodríguez Yebra en LN- de lo arraigado que está en la Argentina el sentimiento anti yanqui, al punto de atribuirle una porción importante del 54,11 % de Cristina, deberían saber que no es tan sencillo convencer a la opinión pública de que ahora tenemos un gobierno títere de la Casa Blanca, cuando hasta ayer lo pintaban como una cabecera de playa del desembarco marxista en la Argentina.
A menos que tomen a sus propios lectores como pelotudos, que es lo que generalmente suelen hacer.
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