LA FRASE

"ESTADOS UNIDOS ES UN PAÍS LIBRE, ALLÁ UN TIPO DE PIEL NARANJA PUEDE SER PRESIDENTE DOS VECES, NO COMO ACÁ, QUE YO NI PUDE SER GOBERNADOR." (MIGUEL DEL SEL)

lunes, 30 de marzo de 2020

A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS


Perdón por ser insistentes y reiterativos, pero no nos vamos a cansar de decirlo: estamos viviendo días excepcionales, que demandan del Estado y del gobierno respuestas excepcionales. La crisis del coronavirus crea enormes dificultades, pero al mismo tiempo abre una "ventana de oportunidad" para medidas audaces que no son un salto al vacío, sino que se imponen por el peso de la coyuntura.

Que el gobierno y el presidente vienen capeando con dignidad el temporal no caben dudas, y que eso genera un vasto consenso social en torno a la figura y la autoridad de Alberto Fernández tampoco. Lo acaba de confirmar prorrogando la cuarentena, pese a las presiones de los sectores del poder económico para que la levantara; priorizando la salud, sobre los negocios o la economía. 

Precisamente eso crea una plataforma firme en la cual pararse para tomar decisiones duras y drásticas; frente a los factores de poder que son más que "los vivos de siempre", y que no suelen medirse en sus planteos y exigencias, porque el presidente sea más o menos popular: decíamos el sábado acá a propósito de los despidos de Techint y la especulación de los remarcadores de precios y desabastecedores que "El gobierno ha demostrado hasta acá estar a la altura de los desafíos que plantea la emergencia sanitaria. Es hora de que tome nota de los otros desafíos que le están planteando y actúe en consecuencia, frente a la pandemia de hijos de puta.".


Mientras el gobierno se ha mostrado firme y decidido en tomar medidas que pueden resultar antipáticas pero son necesarias (como el "aislamiento social obligatorio"), no se puede decir lo mismo -al menos hasta acá, el discurso de anoche parece preanunciar una nueva etapa- de sus acciones para frenar otros comportamientos predatorios, o para alterar de un modo decisivo las prioridades en la asignación de los recursos del Estado con los que se venía manejando hasta que la crisis estalló.

Decíamos ayer acá que "El desafío entonces es para la política: no se trata solo de que los Estados gasten en forma contracíclica para superar la pandemia y torcer el rumbo de la recesión, y para eso emitan o tengan déficit. Eso sucede desde hace tiempo, en los propios países centrales que nos exigen al resto que no lo hagamos, por aquello de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago".

Se trata de encontrar el modo de ir más allá en la intervención pública (como no se hizo en los países centrales luego de la crisis financiera global del 2008), regulando, interviniendo de modo directo e incluso poniendo directamente bajo el control de los Estados, resortes fundamentales de la estructura económica. De lo contrario el virus pasará, o encontrarán la cura a la enfermedad, pero las estructuras económicas y sociales que crean las condiciones objetivas para que cause daño (por ejemplo desfinanciando la salud pública, o privatizando la seguridad social) quedarán intactas, hasta la nueva crisis.".


Y lo que está pasando es que un Estado exhausto y quebrado, que debe rascar en el fondo de la olla para comprar respiradores, o inyectar recursos al fondo de la pirámide social para que les llegue algo a aquellos a los que la crisis golpea con más fiereza en su existencia cotidiana, sigue gastando miles de millones de pesos en pagarles a los bancos los intereses de las LELIQS (en contra de las promesas de campaña del hoy presidente), o pagando puntualmene los intereses de los vencimientos de la deuda; cuando el default de la deuda global (no ya el de la Argentina) se impone como la única solución racional posible, para empezar a salir del fondo del pozo. 

Señalar estas cuestiones no implica cuestionar el liderazgo de AF, ni su capacidad para pilotear la crisis, sino por el contrario advertir que si no se abordan ciertas cuestiones, ésta se agravará, lejos de comenzar a resolverse. Paolo Rocca es simplemente el mascarón de proa del poder económico, que ha tomado sobre sí el rol de hacer punta y medir la respuesta del Estado, y si esta no es contundente y categórica, detrás de él vendrán los demás, a imitar su ejemplo.



Cuando las ideas del neoliberalismo están en crisis en todo el mundo al compás de la pandemia, es inadmisible tolerar que sus corifeos locales aparezcan ahora preocupados por la economía, el PBI, los empleos, la inflación o los salarios, como si nos hubieran dejado un país en marcha y creciendo, sin deudas ni retroceso en sus indicadores sociales; un paraíso en el cual aterrizó el coronavirus como un visitante inesperado e indeseado. Sobre nuestros silencios y vacilaciones se construye su avance insidioso, apostando al cansancio social por la alteración de la vida cotidiana que supone la crisis, más aun cuando se acaba de anunciar la prórroga de la cuarentena.

No hay margen para seguir tolerando que haya servicios públicos esenciales en manos de empresas privadas prebendarias, inescrupulosas y jamás dispuestas a invertir; ni un sistema financiero manejado por bancos apalancados en enormes márgenes de ganancias (aun con el recorte de tasas), que se resisten a implementar las líneas de crédito a tasas subsidiadas que se habilitaron por la emergencia; como tampoco hay margen para que los formadores de precios sigan haciendo su agosto en medio de las necesidades apremiantes de la gente, sin ser duramente sancionados.

Es acá, es ahora, es oportuno y es necesario; cuando hasta la oposición (o buena parte de ella) admite que en tiempos de crisis, debe haber unidad de conducción para sortear los escollos; y cuando la imagen del presidente es altísima, y hasta los que no lo votaron lo apoyan. Después será tarde para lágrimas.


Una plaga, como el coronavirus, se puede comparar con una guerra, por los efectos que causa en la economía y en la sociedad: algún día termina, pero queda la tarea (y los costos) de reconstruir los daños que ha causado; y como repartir los esfuerzos que eso significa. Hay allí un terreno de disputa y de intereses encontrados, como siempre pasa en la política y la economía; y la presente crisis no será la excepción.

En el video de abajo (en especial en los primeros tres minutos, más o menos) uno que sabía algo de estos asuntos explica lo que pasa en esos casos, y como se puede salir del laberinto para que no te hagan pagar los platos rotos. Cambiando los tiempos y las situaciones (saquen guerra, pongan pandemia) los conceptos tienen plena vigencia:


4 comentarios:

Unknown dijo...

Estos análisis me deja la esperanza q algo mejor van a hacer las generaciones q sigan a la de nosotros

Miguel dijo...

Con referencia a la los pagos de impustos. Durante una reunion con representantes del gobierno provincial, hace mas de 20 años, por una emergencia agropecuaria, los funcionarios daban como beneficios la posteregacion del pago de las tasas e impuestos por 180 dias. Un productor les dijo eso ya lo tenemos lo primero que hacemos es no pagar los impuestos y no pedimos autorizacion.

Anónimo dijo...

Sí, pero en este momento depende de nosotros lo que se vaya a hacer en el futuro. Yo creo que hay que aprovechar la pandemia, aprovechando los errores que está cometiendo el enemigo. Keynessianismo extremo y alianza con nuestros hermanos mayores, Rusia, China y Cuba. Y allí sí se terminó Yanquilandia. Estamos en guerra y nuestro futuro depende de la eliminación del enemigo, No hay grises

Anónimo dijo...

Hoy, Alberto Fernández en una entrevista con los periodistas Tenembaum y Sietecase, en radio Con Vos, dijo dirigiéndose a Paolo Rocca:

"Has ganado tanta plata, tenés una fortuna que te pone entre los más millonarios del mundo; hermano, esta vez colaborá. y hacelo con los que hicieron grande tu empresa, porque tu empresa es grande por el trabajo de esa gente".
Está bien lo dicho, pero no hay que esperar milagros.
Hay que ir con los tapones de punta.
El Colo.