LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 2 de septiembre de 2020

DE GINÉS A GUZMÁN


Deuda y pandemia, pandemia y deuda: una pesaba como espada de Damocles sobre el gobierno de Alberto Fernández cuando el "Frente de Todos" se impuso en las elecciones del año pasado, la otra se le vino encima -como a todo el mundo- cuando llevaba poco menos de tres meses de mandato, con los efectos conocidos. Y las dos posponían toda perspectiva de futuro, que permitiera perfilar un rumbo de gobierno que fuera más allá de la atención de las urgencias inmediatas.

En efecto, toda iniciativa a mediano o largo plazo de la actual administración quedaba supeditada -en el propio discurso oficial- al cierre de la negociación con los acreedores externos, o a la superación de la pandemia. En perspectiva del tiempo transcurrido, parece claro que el gobierno supuso que iba a tardar más en cerrar el arreglo de la deuda, y menos en desembarazarse del coronavirus; que se empeña en quemarles los papeles a todos.

Mientras Martín Guzmán negociaba rodeado del escepticismo general del periodismo y los economistas "mainstream", no pocas dudas del campo propio y operaciones cruzadas de todo tipo, Ginés y su equipo estaban en la primera línea del protagonismo del gobierno: eran los tiempos en los que palabra presidencial calmaba incluso más allá de los límites del voto propio, la sociedad aceptaba las restricciones y cambios que impone una pandemia, y los números de la Argentina eran la envidia de muchos países en los que el virus hacía estragos.

Aunque claro, acá la campaña incesante de los medios y la oposición (no nos vamos a cansar nunca de decirlo: en ese riguroso orden) saboteaba todo el esfuerzo del gobierno y buena parte de la sociedad, advirtiendo sobre el colapso de la economía: preocupaba más la caída en picada de la actividad, que las vidas salvadas. En algún punto del camino, se produjo el punto de quiebre: la cuarentena y las medidas de restricción perdieron consenso social, y el gobierno perdió la voluntad de sostenerlas, acaso por eso, y acá estamos, también con los resultados conocidos. 

En paralelo, Guzmán cerraba un acuerdo amplio con la inmensa mayoría de los acreedores (haciendo concesiones en el camino, como sucede en cualquier negociación), hasta el punto que éste lunes el gobierno en pleno pudo anunciar un éxito en ese frente: casi el 99 % del capital adeudado con sede en el extranjero, será reestructurado y los vencimientos reperfilados, aliviando el peso inmediato de la deuda sobre las cuentas públicas, y brindando una mayor certidumbre sobre el futuro. Claro que los acuerdos deben cumplirse, y la deuda seguirá pesando, menos pero estará allí.

El gobierno removió así un obstáculo que él mismo definió como condición necesaria (claro que no suficiente) para que el país vuelva a crecer, y ciertos indicadores del nivel de actividad parecen confirmar que ya lo estaría haciendo, aunque se lo vea como el "rebote" desde el piso de la crisis. Y el ministro de Economía empieza a ser tomado más en serio por muchos de los que lo subestimaron, al tiempo que el de Salud se opaca en la consideración pública, y en el protagonismo en la comunicación oficial: adivinen ustedes en que aspecto ponen los medios y la oposición el acento ahora.

El gobierno que acertó un pleno en el terreno donde tenía casi todo en contra -el frente de la deuda- paga muy cara su debilidad frente a la "oposición razonable" representada por Larreta en el manejo de la crisis sanitaria, y lo sabe: por algo el jefe de gobierno porteño ha sido eyectado de la escenografía de la comunicación oficial de las medidas sobre la pandemia. Y Axel Kicillof se constituye en la voz de la sensatez que en otros tiempos expresó Alberto, advirtiendo que seguir abriendo actividades es suicida, con estos números de contagios y muertos. Claro que rema en dulce de leche, pero con madurez advierte que eso es lo que se espera de un gobernante, en tiempos de crisis. Incluso pagando posibles costos políticos, o electorales.

Lo que no ha cambiado en todos estos meses, antes o después de la pandemia, con o sin arreglo de la deuda, es el clima hostil que rodea al gobierno por afuera de la propia coalición oficialista, y del núcleo de sus apoyos sociales: el periodismo de guerra emprende una ofensiva diaria contra el presidente, su gobierno, Cristina y cualquier iniciativa oficial; y su audiencia cautiva es ese tercio psiquiátrico (antiperonista, sobre todo) de la sociedad argentina, por el cual parecen competir al mismo tiempo todos los opositores: los "racionales" y los irresponsables, si es que tal distingo existe en la realidad. Lo que pasó ayer en Diputados no fue sino otro ejemplo de lo que decimos.

Desde acá no advertimos ahora -y no advertimos nunca- que diferencia hay entre la alienación de Larreta de pretender esconder la gravedad de la crisis sanitaria habilitando actividades a diestra y siniestra para congraciarse con su electorado, y la de la oposición con responsabilidades legislativas en el Congreso nacional, que ofrece el degradante espectáculo de un reality show para el prime time televisivo, contra toda iniciativa de un gobierno cuyo presidente les tendió la mano, y soñaba con consensos más amplios. Detalle: desde las posiciones adquiridas por la corporación judicial, hasta la fortunas más grandes de la Argentina, no hay interés o privilegio que, por exorbitante o irritativo que sea, no encuentro en esta oposición mamarrachesca quienes estén dispuestos a defenderlo.

Un dato político central del que tendrá que tomar nota el gobierno para lo que viene: del mismo modo que despliega una posible materia de medidas económicas para despegar definitivamente, deberá metabolizar que la crisis sanitaria llegó para quedarse y no alcanza con apelaciones a la responsabilidad individual o social de la población. Y sobre todo, que tiene frente a sí un bloque de poder formal y real que no acepta que perdió las elecciones, y está dispuesto a ponerle piedras en el camino, a cada paso. 

Para resolver ese desafío ya no alcanza solo con Ginés -como alcanzó en un momento- ni con la mayor o menor pericia de Martín Guzmán, el hombre del momento: las respuestas tendrán que venir del núcleo mismo del poder político y del conjunto del "Frente de Todos", que deberá asumir que es y seguirá siendo en lo inmediato, un gobierno bajo constante ataque, pero que tiene un reaseguro infalible para contrarrestarlo: el estricto cumplimiento del programa que votó la mayoría del pueblo argentino. Tuits relacionados

Bonus track: Cristina lo vez más o menos parecido a nosotros, al menos en lo que a Larreta refiere: 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si los responsables de terapia intensiva no están delirando, la situación es muy grave. Y eso es lo que muestran los números de contagios, por ejemplo en Rosario y Santa Fe.
No se puede seguir en condiciones de "distanciamiento" ni un día más. Los infectados van a entrar en progresión geométrica y las muertes se van a multiplicar.
Hay que volver al AISLAMIENTO obligatorio y con fuertes controles sobre permisos de circulación en la vía pública. No da para más.
El Colo.