LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

jueves, 3 de febrero de 2022

EL ABRAZO DEL OSO

 

Todo lo más granado (y por granado entiéndase grande e influyente) del empresariado nacional se apuró a manifestar su apoyo al acuerdo con el FMI, apenas se hizo el anuncio oficial. Empezando por la AEA (que nuclea a la élite del poder económico del país) y siguiendo por el Grupo de los 6 así lo hicieron, y ahora están reclamando que sea prontamente tratado y aprobado en el Congreso, como leemos acá en Infobraden.    

El párrafo precedente podría haber sido perfectamente escrito en cualquier momento de la historia de nuestro país desde 1956, salvo el interregno entre 2006 y 2018, en que Néstor Kirchner logró que los argentinos olvidáramos lo que era el FMI: no hubo acuerdo con el FMI que no fuera instado por nuestra clase dirigente empresarial, ni ninguno que no fuera celebrado en su momento como una buena noticia para el país, y para sus habitantes.

El recuerdo de lo que pasó con todos esos acuerdos debería bastar para ponernos en guardia frente a ciertos apoyos, y hacernos recordar que esa clase dirigente es corresponsable de todos y cada uno de los fracasos habidos cuando en el país se aplicaron política sugeridas por el FMI o pactadas con el mismo; fracasos que muchas veces fueron en contra de los propios intereses de esa clase, aunque por supuesto esos intereses no se vieran afectados en el mismo grado que el común de los mortales.

En éste caso, el rotundo apoyo y la presión que empiezan a ejercer sobre el Congreso y las fuerzas políticas en él representadas para que sea rápidamente aprobado un acuerdo cuyo texto final no se conoce (y ellos tampoco han visto, salvo que tengan acceso a fuentes privilegiadas, del gobierno o del FMI), lleva a preguntarse cuales son las razones de tanto entusiasmo.

No podría ser -en principio- la perspectiva de una reforma laboral flexibilizadora derivada del acuerdo, en principio porque desde el gobierno desmintieron rotundamente que se haya exigido tal cosa por parte del Fondo, o, para ser más precisos, convenido entre las partes. Además, la reforma laboral se viene haciendo de hecho desde hace cuatro años por lo menos, a fuerza de reducir drásticamente el salario promedio en dólares, que es lo que siempre persiguen las grandes fracciones del capital.

Lo mismo cabe para las posibles privatizaciones de activos públicos (y correlativos negocios privados), y no tanto respecto al aumento de tarifas de los servicios públicos, porque en éste punto hay discordancias entre el discurso del gobierno, y el del FMI. El entusiasmo debe venir por otro lado entonces.

Y a falta de elementos para arribar a otra conclusión, cabe pensar que es porque el acuerdo despejaría (recalcamos el potencial) el fantasma del default, por lo menos hasta la primera revisión trimestral de la economía por los técnicos del Fondo. Y no habiendo default, no existiría (otra vez se remarca el potencial) la necesidad de dictar disposiciones aun más restrictivas que las vigentes para acceder al mercado de divisas.

O dicho de otro modo: el acuerdo garantizaría la estatización de deuda privada que supone cargarle al conjunto de los argentinos el pago de una deuda contraída para que se puedan fugar capitales ante el colapso del modelo macrista; tanto como la continuidad del flujo de dólares "para los amigos", que deben girar dividendos, cancelar préstamos (o autopréstamos) en divisas y -porque hay costumbres que cuesta dejarlas, vio- seguir fugando capitales para que, como pasó los dos últimos años, por esas canaletas abiertas se vaya el abultado superávit comercial.

2 comentarios:

profemarcos dijo...

"Si te felicitan la Sociedad Rural y el Jockey Club"...
.

Anónimo dijo...

¿Otra vez un "acuerdo" con el FMI? ¿Entonces otra vez le tenemos que levantar el muerto a Paolo Rocca, a Magnetto y a Pagani?
Laburo y me comen la mitad del ingreso para pagar la que se llevaron los fugadores seriales.
Me tienen las bolas al plato.
El Colo.