LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

martes, 1 de febrero de 2022

FRACTURA EXPUESTA

 

A propósito de la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del FDT, muchos se preguntan si será el principio de la fractura del actual oficialismo, aunque en la propia nota el renunciante diga que permanecerá en el bloque, claro que con el sugestivo añadido de que lo hace "para facilitar la tarea del presidente y su entorno". 

No es la primera disidencia pública entre los miembros del Frente, ni el primero con apellido Kirchner que las hace públicas: mucho antes de la derrota en las PASO del año pasado fue la propia Cristina la que lo hizo en varias oportunidades, en actos públicos y en posteos que se viralizaron desde sus redes sociales. El anuncio del acuerdo con el FMI (que detonó la renuncia de Máximo a la presidencia del bloque) fue una más de tantas decisiones del gobierno que causaron revuelo al interior del oficialismo; claro que la más grave de ellas, por sus consecuencias estructurales a futuro.

Tal como lo señala acertadamente el tuit de Artemio de la apertura, el Frente viene desperfilado desde su mismo origen, con una contradicción creciente entre volumen electoral propio, y peso en las decisiones del gobierno. A la hora de las que son más cruciales (más allá incluso que en la propia conformación del gabinete), el presidente ha elegido recostarse en el PJ Capital (perdedor sempiterno y acostumbrado de elecciones), y el Frente Renovador massista: el "albertismo" (que hasta llega a imaginar sueños de reelección) podrá no terminar de nacer, pero en la práctica funciona sostenido en esos dos pilares, para definir el rumbo general del gobierno.

Entre esos dirigentes -por diferentes razones, que pueden incluso coincidir tácticamente- muchos coquetean con la idea de una Moncloa criolla, en la que se logren ciertos acuerdos con la oposición "en políticas de Estado a largo plazo". La mirada del kirchnerismo al respecto, en cambio, no es tanto más agonal, como sí más realista: si algo demostraron estos dos años intensos, es que no es posible acordar nada con la oposición "real", a menos, claro está, que se adopte su programa abandonando el propio, con el que se ganó la elección del 2019.

Y aquí radica el nudo del problema: cuando Larreta habla de formalizar en pactos "la Argentina del 70 %" está llamando -con otras palabras- a construir un país sin kirchernismo, o en el que éste quede reducido a una fuerza simplemente testimonial, sin capacidad de incidir en sus destinos. Y a no pocos socios actuales del Frente de Todos -que jamás hicieron la autocrítica que le piden al kirchnerismo- les seduce esa idea; tan inviable en términos reales como la idea del gorilismo de construir, después de 1955, una Argentina en la que el peronismo -simplemente- no hubiera existido.

Torpes intentos (ambos) de desconocer las leyes básicas de la representación política, según las cuales los distintos sectores e intereses que existen en una sociedad demandan ser expresados políticamente, y mientras esa demanda no sea satisfecha, todas las alquimias que se intenten serán vanas: en política algo deja de existir solo cuando carece por completo de sentido, aun en términos simbólicos. 

Hay quienes han dicho por estas horas que lo que trató de hacer Máximo con su renuncia es preservar precisamente el capital simbólico del kirchnerismo, y con él, su base electoral, y es muy posible que sea cierto. Aun así, han hecho mucho más por preservar el caudal electoral del FDT él o Cristina con sus posicionamientos críticos en público, que el gobierno y sus medidas erradas que condujeron a la derrota electoral (porque perdimos, recordemos) el año pasado.

Antes que las fracturas -más o menos expuestas- entre los dirigentes del actual oficialismo nacional, deberían preocuparnos (y preocuparlos, en especial al presidente y el gobierno, que tienen los instrumentos de gestión) la fractura en la base electoral que se nucleó para derrotar al macrismo en el 2019. Los seis millones de votos fugados desde entonces a las PASO del año pasado -levemente recuperados en la general- deberían decirle mucho más que cualquier crítica pública de Cristina, Máximo o quien sea, por más duras que parezcan. Más si esas crítica son merecidas. 

El presidente no tuvo nunca más capital político propio que haber sido el elegido por Cristina para encabezar la fórmula, y no solo no lo ha acrecentado, sino que parece empeñado en horadarlo. Y hace rato que está girando en descubierto sobre el capital político de quien lo nominara, afectando así los intereses del conjunto. No puede esperar que CFK o Máximo permanezcan cruzados de brazos frente a esa realidad.

Eso sin contar que ni él presidente ni la mayor parte de su entorno tienen autoridad moral para cuestionar presuntos quiebres de la unidad funcionales al crecimiento de las expectativas electorales de una derecha que -como se dijo acá- está ya hoy en condiciones de volver a ganar las elecciones y regresar al gobierno. 

Y no la tendrán por más que intenten reescribir la historia del 2015 echándole la culpa del triunfo de Macri al "voto desgarrado" de los críticos de Scioli y no al 21 % de Massa que dividió entonces al "panperonismo; y si nos venimos más acá, en tiempos macristas, al armado del "randazzismo" y la colaboración como "oposición razonable") con protagonistas que se repiten en todos los casos.

Hay en ese discurso, que busca en las disidencias internas del Frente el origen de los problemas que están causados por la gestión de gobierno y sus resultados, un paralelismo en patetismo con el macrismo saliendo a reescribir la historia del endeudamiento, o los radicales fingiendo demencia sobre todos los estropicios económicos de los gobiernos de los que fueron parte.

4 comentarios:

hernanm6 dijo...

Hola cumpas, cómo andan? Este ha sido el más brillante de los tantos e incontables brillantes editoriales formulados desde Nestornautas. Hé ahí el quid de la cuestión, no? Qué somos, si no somos lo que debemos ser? "Serás lo que debas ser, o no serás nada", dijo un General de la Patria, alguna vez. Así que está planteada la cosa. O somos peronismo, o no somos nada. De ahí que la cuestión es: seguimos apoyando a esta sarta de imbéciles, o ganamos la calle, con las banderas de Perón, Eva, Néstor y Cristina? A la que salga. A suerte y verdad, como hicieron nuestros cumpas de la Resistencia o de la Tendencia. Y si no, sigamos haciéndonos la paja con Página/12, y rememorando en tono nostálgico las barbaridades de la derecha reaccionaria, cipaya y oligárquica... Es cuestión de tomar el poder. Nada más que eso. O tomamos el poder, o el poder nos toma (léase "nos coje"). No hay que ser muy ilustrado para entenderlo. Saludos.

Anónimo dijo...

Buen artículo. El penúltimo párrafo sobre todo. Y ojo que AF se abrió con la 125, fue jefe de campaña de Massa y Randazzo en contra de Cristina y marchó por el "asesinato" de Nisman: CFK lo eligió porque como decía Juan Perón las elecciones son cuantitativas y gobernar es cualitativo. Y tiene más derecho que nadie, política y personalmente, para criticar, señalar, sugerir. Y no puedo olvidarme de los que votaron a favor de los buitres y se quedaron sentaditos en el Senado cuando le allanaban la casa a Ella. Memoria compañeros

Anónimo dijo...

Fernandez y su entorno PJ Capital de Cafieritos extraviados.
Media palabra de Cristina y terminan auto exiliados en la casa de Larreta, el amigo Horacio.
El Colo.

Karl Albert dijo...

Excelente.