LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 15 de abril de 2013

EL TRIUNFO PÓSTUMO DE CHÁVEZ Y EL LABERINTO VENEZOLANO


El apretado triunfo electoral de Nicolás Maduro en las elecciones de ayer abre interrogantes sobre el futuro político de Venezuela, país clave si los hay en la construcción política de la integración regional en la última década.

De hecho la incertidumbre se extiende en lo inmediato al resultado mismo, no porque exista un cuestionamiento generalizado a la transparencia del proceso electoral (reconocida por observadores internacionales oficiales e independientes, en éste y en otros comicios); sino porque el derrotado Capriles lo desconoce, y sostiene que persistirá en hacerlo hasta que el Consejo Nacional Electoral no recuente la totalidad de los votos.

Lo curioso del caso es que si se pudiera comprobar que existieron irregularidades de tal magnitud que pudieran hacer variar el resultado, los apologistas locales de la boleta única y el voto electrónico (ambos sistemas, aplicados en conjunto en el comicio venezolano) deberían repensar sus argumentos; porque el formato pareciera vulnerable.

Parece más ajustado a la realidad decir que el planteo de la derecha venezolana está más enderezado a socavar de antemano la legitimidad de Maduro, en un intento por debilitarlo políticamente para condicionar el rumbo de su mandato de seis años.

Aun sin el margen que se esperaba (las encuestas lo fueron recortando, y dando cuenta de un repunte de Capriles), lo cierto es que el chavismo volvió a revalidar sus títulos (decimoséptima victoria electoral en 18 elecciones, en 14 años: una marca inédita, probablemente a nivel mundial), con la novedad de hacerlo sin la presencia física de su líder.

La elección de ayer cierra el ciclo de la influencia personal de Hugo Chávez en la política venezolana, y abre el de la pervivencia o no de su modelo político, económico y social; lo que es la principal tarea que tienen por delante Nicolás Maduro y la dirigencia del PSUV, y todos los sectores que conforman la arquitectura política de la revolución bolivariana.

Que en diciembre del año pasado (a apenas dos meses del triunfo del propio Chávez en las elecciones presidenciales) arrasaron en las elecciones estaduales, ganando en 20 de los 23 Estado; incluyendo cinco que eran gobernados por la oposición: el propio Capriles logró salvar por un puñado de votos la gobernación de Miranda de la marea roja.

Claro, aunque Chávez estaba convalesciente y no pudo participar activamente de la campaña entonces, el grueso de su electorado confiaba en que se recuperaría, fuera para asumir su mandato, o para continuar siendo el líder de la revolución; aun cuando otro estuviere en el Palacio de Miraflores. 

Ayer, tras apenas 40 días transcurridos entre su muerte y la nueva elección, la diferencia entre Capriles y Maduro se recortó en más de un millón de votos, como consecuencia de la convergencia (casi por partes iguales) de tres factores: la menor concurrencia a las urnas (un 78,71 % contra más del 82 % del 7 de octubre del año pasado), el descenso en los votos del oficialismo (676.000 votos menos de Maduro, que los obtenidos por Chávez) y la mejora de la perfomance de la oposición (679.000 sufragios más obtuvo Capriles entre octubre y abril).

La irrelevancia electoral de las terceras fuerzas (ratificada en la elección de ayer) permite suponer que, si bien el PSUV perdió votos por el ausentismo electoral, tampoco cabría descartar que algunos de sus apoyos de octubre hayan migrado a Capriles; en cuyo caso las razones estarían más vinculadas a la situación del país y  (por que no) al particular estilo que le impuso Maduro a su campaña electoral, pajarito incluido.

A favor del chavismo en lo inmediato cuenta el hecho de que goza de una amplia mayoría en la Asamblea Nacional (incrementada con la votación de octubre pasado), y que los mandatos de los legisladores no deberán renovarse sino hacia fines del 2017; del mismo modo que los 20 gobernadores del PSUV en los Estados acaban de iniciar sus nuevos mandatos.

El amplio espacio que se abre sin desafíos electorales explica también la intemperancia de Capriles y su negativa a reconocer el resultado de ayer: sin comicios próximos a la vista, es dudoso cuanto podrá mantenerse la variopinta coalición opositora que apoyó su candidatura; máxime cuando en el principal espacio institucional donde deberá expresarse (la Asamblea Nacional) la unidad opositora se diluye, como quedó claro cuando se discutía si la asunción de Maduro como presidente encargado era o no ajustada a la Constitución.

De cualquier modo la corta campaña de las presidenciales transcurrió en un clima de marcada polarización (reflejada en los resultados), que nada hace pensar cederá en los meses venideros; menos considerando el planteo de Capriles poniendo en tela de juicio la legitimidad del triunfo de Maduro: a la acusación de dictadura que pesaba sobre el chavismo se sumará, seguramente, la de ser un régimen fraudulento.

Una acusación que la derecha usufructuará en términos políticos, más allá de las pruebas que pueda aportar en contrario el Consejo Nacional Electoral.

Un problema que se sumará a los otros que tiene enfrente Maduro en el inicio de sus seis años de mandato, y que pondrán a prueba la vigencia del proyecto de la revolución bolivariana; cuyos líderes deberán comprender que el duelo por Chávez ya lo han hecho los venezolanos, y en lo sucesivo pondrán la mira en los resultados concretos de la gestión, y las políticas del gobierno.

De paso y en clave argentina: el achicamiento del margen de la victoria de Maduro respecto a la de su mentor, desaparecido éste físicamente apenas 40 días antes, pone en entredicho otros lugares comunes que se escuchan por acá; como el famoso "efecto viudez" al que muchos atribuyeron el 54 % de Cristina, logrado pocos días antes de que se cumpliera un año (nada menos y nada más: una eternidad en términos politicos, más en la Argentina) de la muerte de Néstor Kirchner.

Como fuere, el pueblo venezolano habló y ratificó el rumbo de un proceso político abierto por quien, como el Cid Campeador, ya ausente físicamente ganó su última batalla; porque Nicolás Maduro es el primero en reconocer el influjo de Hugo Chávez (en términos políticos, en resultados tangibles para los venezolanos de a pie) en su victoria de ayer.

El desafío es perseverar en el rumbo que marcara Chávez, profundizando los cambios que él impulsara y yendo por las transformaciones pendientes, todo un desafío para Maduro y el PSUV, tran grande como la inmensidad de la figura de quien encarnara personalmente la revolución bolivariana.

Para el proceso de integración de América Latina y las instituciones creadas o fortalecidas en la última década (Unasur, CELAC, Mercosur) el triunfo de Maduro (de participación personal protagónica y decisiva en todo ese proceso) no deja de ser una excelente noticia.     

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Con este triunfo ajustadísimo de Maduro queda claro que los pueblos latinoamericanos le dan una nueva oportunidad a la integración de la región, que debe resultar más profunda y acelerada, porque el liberalismo o la oposición sin referentes, se sigue aglutinando en estas ocasiones aunque después implosione. Los vamos a seguir viendo en futuras ocasiones, por eso -en lo interno- a no dormirse en los laureles y menos que menos creer que tenemos la vaca atada.

Anónimo dijo...

El que nos sigue haciendo reir es Misoginia Del Sel que pronosticó el triundo de Capriles ¿Estará enamorado... de sus ideas?

Anónimo dijo...

por favor no se pierdan esta nota:

en SANTA FE, personal del PJ protesta contra sus propios legisladores

http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/87934-personal-del-pj-sigue-protestando-y-revela-el-aporte-de-legisladores

Anónimo dijo...

y que corno tiene que ver la nota del Litoral con lo que plantea el post?