En la zoncera Nº 8 de su "Manual", Arturo Jauretche analizaba como tal "la libre navegación de los ríos: "Es la primera zoncera que descubrí en las entretelas de mi pensamiento y con ello quiero demostrar una vez más que ‘anoche ío sonno pittore’, es decir zonzo, por lo que me las sigo buscando mientras lo invito a usted a la misma tarea.".
"En la escuela primaria no era de los peores alumnos y contaba con cierta facilidad de palabra, motivos por los que frecuentemente fui orador de los festejos patrios. En uno de esos había bajado ya de la tarima, pero no de la vanidad provocada por los aplausos y felicitaciones, cuando mi satisfacción empezó a ser corroída por un gusanillo.".
"Entre las muchas glorias argentinas que había enumerado estaba esta de la libre navegación de los ríos, y en ella empezó a comer el tal gusanito. El muy canalla –tal lo creí entonces- me planteó su interrogante, tal vez aprovechando lo vermiforme del signo: – ‘¿De quién libertamos los ríos?’. Y en seguida, como yo quedaba perplejo, agregó la respuesta: – ‘De nosotros mismos. ¡Je, je, je’ –agregó burlonamente.".
"¿De manera que los ríos los libertamos de nuestro propio dominio?’ –pensé yo de inmediato, ya puesto en el disparadero por el gusano. Y continué-: ‘Pero entonces, si no eran ajenos sino nuestros, y los libertamos nosotros mismos, ¿se trata sencillamente de que los perdimos?’.".
"Busqué entonces algunos datos y resultó que era así: la libertad de los ríos nos había sido impuesta después de una larga lucha en la que intervinieron Francia, Inglaterra y el Imperio de los Braganzas. Y en lo que no se había podido imponer por las armas en Obligado, en Martín García, en Tonelero, por los imperios más poderosos de la tierra, fue concedido –como parte del precio por la ayuda extranjera- por los libertadores argentinos que aliados con el Brasil vencieron en el campo de Caseros y en los tratados subsiguientes.".
La verdad histórica es estrictamente esa: la soberanía nacional sobre nuestros ríos interiores (en definitivas y por extensión, nuestra soberanía como nación independiente) fue reconocida por tratados por las principales potencias del mundo de su tiempo que quisieron pisotearla cuando hubo un gobierno digno que se los impidió; y fue abandonada en la propia Constitución Nacional y los tratados firmados en su consecuencia pocos años después, por otro gobierno indigno que llegó al poder cometiendo traición a la patria, en los mismos términos que esa propia Constitución la define: tomar la armas contra la Nación, o unirse a sus enemigos prestándoles auxilio y socorro.
Caseros fue así una desgracia nacional preludio de otras que vendrían después, presentada como una victoria, en nombre de la libertad: ¿les suena? Y así como los 40 años anteriores de guerras por la independencia habían sido pródigos en ambas cosas (honores y traiciones, glorias y derrotas), lo serían los tiempos que vendrían después; y la organización nacional nació marcada -y condicionada- por el signo de la traición al ideal de independencia y soberanía.
Por supuesto que el destino nunca está marcadode una vez y para siempre, y es así entonces que el país que eligió a Perón por sobre Braden, y nacionalizó sus recursos naturales estratégicos en la Constitución de 1949, terminaría décadas más tarde votando a alguien que quiere regalar esos recursos (empezando por nuestros ríos interiores) a través del RIGI, y que le ofrece al nuevo presidente electo de la principal potencia mundial su ayuda incondicional para hacer más grandes...a los Estados Unidos.
Ser un país no es solamente (y no tanto) tener bandera, moneda o autoridades propias, sino ser soberanos, decidir nuestros propios destinos, sin injerencias ni imposiciones de nadie. Si no se es eso, es otra cosa, da lo mismo si una colonia, un protectorado o un paraíso fiscal. Pero no un país.
Y en la lucha histórica por afirmar esa idea, el problema puede estar afuera, en los otros, pero por sobre todo está adentro: como también decía Jauretche, "si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende.". Aunque lo rodeen de bellas palabras o apelen a principios abstractos (como la libertad), ellos consultan siempre sus propios intereses nacionales, que son bien concretos. Y por eso llegaron a ser grandes.
La soberanía nacional bien entendida empieza por casa, y antes de defendernos de los agresores o amenazas de afuera -que existen-, hay que ajustar cuentas con los cipayos de adentro. Para no volver a recorrer el camino que llevó de Obligado a Caseros, una y otra vez.
Tuit relacionado:
En la previa del Día de la Soberanía Nacional y la Vuelta de Obligado. Son perversos. https://t.co/SPdxcO5Wfn
— La Corriente K (@lacorrientek) November 19, 2024