LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

domingo, 16 de octubre de 2022

HECHOS, NO IDEAS

 

Cuando Alberto Fernández participó en forma virtual (por la pandemia) del primer coloquio de IDEA celebrado bajo su presidencia, decíamos acá: "Que en el capitalismo los empresarios a título individual o nucleados en diferentes sellos expresen una visión económica y social pro-mercado acorde a sus intereses y perspectivas de clase, no es un fenómeno argentino, sino mundial. Y que el capitalismo condicione y tensione a la democracia intentando llevar agua para su molino cualquiera sea el resultado de las elecciones, también.".

"Lo que debe ser sin dudas una singularidad argentina es ese círculo vicioso de acontecimientos en loop en el que parecemos atrapados hace décadas: los poderosos gobiernan el país (antes a través del partido militar, ya en democracia cooptando a los partidos populares primero, creando sus propias herramientas electorales después), ponen en práctica su modelo económico y social, produce los estragos que son inherentes a su naturaleza, hay elecciones, ese modelo es rechazado y ellos o sus personeros son desplazados del poder institucional, y volvemos a empezar.".

"A empezar desde un punto de partida cada vez peor o más bajo en términos de derechos, calidad de vida, inclusión social, o distribución inequitativa del ingreso. Y por algún extraño y perverso mecanismo, la regla parece ser que a mayor daño inflingido por las políticas que siempre fracasaron cada vez que se ensayaron -como las que se aconsejan/reclaman/exigen a coro en los coloquios de IDEA-, más pronto, con más énfasis y con mayor desentendimiento de la coyuntura concreta (por ejemplo una pandemia), se vuelve a pedir que se abandone toda idea de que el gobierno de turno aplique las políticas que el pueblo votó, y en cambio reponga las que fueron derrotadas en las urnas.".

Tres años después, estamos en el punto en el que podemos decir que los representantes del poder económico que se reúnen en los coloquios de IDEA lograron, en líneas generales, su propósito: que el gobierno adopte su programa, el que perdió las elecciones, o por lo menos pudieron bloquear la aplicación del que las había ganado. Y todo indica que el punto de partida del que deberá partir el próximo gobierno -por ejemplo en materia de inequidad en la distribución del ingreso- es aun peor del que nos dejó Macri, que ya era malo. 

Porque de lo que más se aseguraron esos mismos empresarios que se reunieron en Mar del Plata -sin que nadie se los impidiera- es de que sus intereses nunca fueran lesionados, por medida alguna del gobierno; y lograron lo que se propusieron, como pudimos ver hace poco con el dólar soja, y antes con las tarifas de internet, cable y celulares, o la política de retenciones a las exportaciones.

Y para eso fue decisiva la actitud de Alberto Fernández, desde el principio y hasta en la propia cita de Mar del Plata: donde algunos creyeron ver un presidente que les cantó las cuarenta, nosotros vimos a alguien que les estaba reclamando que hizo todo lo que le pidieron, tratándolos muy bien, y no le correspondieron. Hasta se hizo tiempo -con gran miserabilidad de su parte- para sugerir sin decirlo con todas las letras, que en su gobierno no hubo corrupción, como en los de Néstor y Cristina; de los que pareció olvidar que fue jefe de gabinete.

De hecho, el presidente celebró el lema del encuentro (que invitaba a que todos cedamos algo para el bien del país), diciendo que para él ceder es señal de fortaleza, y no de debilidad, como la mayoría suponemos, y como es en realidad. El problema es que los empresarios (los mismos que se reúnen en IDEA a tomarle examen al poder político) no cedieron nada, ni parecen muy dispuestos a hacerlo.

La guerra contra la inflación que el presidente anunció nunca llegó siquiera al estado del retiro de embajadores, o la ruptura de relaciones diplomáticas, y el gobierno jamás estuvo dispuesto a llevarla adelante, usando los recursos institucionales de que dispone para eso: no se aplicó en ningún caso la ley de abastecimiento ni la de defensa de la competencia, ni siquiera herramientas mucho menos potentes como la ley de góndolas, a las que se le habían asignado cualidades mágicas en la materia, pero fue olvidada.

Los resultados están a la vista: la inflación está hace meses instalada cómodamente por encima del 6 % mensual sin señales de bajar drásticamente, con alta incidencia del aumento del precio de los alimentos, medicamentos y bienes esenciales; y tampoco desde el gobierno siquiera se anuncian medidas para contenerla, o para compensar a los sectores a los que más afecta, por vía de las políticas de ingresos: por decir algo, ni siquiera se volvió a hablar del bono alimentario que se financiaría con parte del mayor producido de ingresos por retenciones por el incremento de las exportaciones tras el dólar soja.

Para concluir: el problema entonces no es si el presidente va o no al coloquio de IDEA (aunque no ir era una decisión, e ir implica un mensaje), y lo que dice o no una vez allí. El problema sigue estando (ahora y siempre) en lo que hace, o deja de hacer. De hecho, es a eso y no a lo que dice que le presta atención el poder económico que se reúne en IDEA, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, y alguno se haga el ofendido por los dichos presidenciales.

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