LA FRASE

"ELCOMITÉ DE CRISIS POR LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE LO DISOLVÍ AL DÍA SIGUIENTE DE CREARLO PARA QUE VEAN QUE VOY EN SERIO CON LO DE ACHICAR EL ESTADO." (JAVIER MILEI)

sábado, 18 de febrero de 2023

LA GUERRA CONTRA EL SALARIO

 

La Argentina que vio emerger al peronismo en la mitad de los años 40' era, efectivamente, un país rico, que crecía bajo los parámetros de un modelo económico (en crisis para entonces) que apuntaba a insertar al país en los mercados mundiales como proveedor de materias primas. Pero ese país rico tenía un pueblo pobre, que no participaba de los beneficios del crecimiento: sin entender esa dicotomía no se entiende el peronismo, y sin intentar solucionarla (que fue lo que intentó hacer Perón), el peronismo nunca dejaría de ser necesario en términos históricos; que es lo que jamás entendió ni quiso aceptar el antiperonismo.

Cuando desde la izquierda se le cuestiona al peronismo que "no expropió a la oligarquía terrateniente, dejando intactas las bases de su poder" se omite decir que si lo hizo de un modo indirecto, expropiando las ganancias del comercio de exportación a través del IAPI, haciéndose así el Estado del control de los recursos con los que financió el crecimiento industrial, la infraestructura necesaria y las reformas sociales: haber transferido por esa vía y por los mecanismos de discusión del salario (las paritarias) y la legislación laboral el 33 % de la renta nacional del capital al trabajo en casi 10 años le costó a Perón un bombardeo a cielo abierto de la Casa Rosada para asesinarlo, el derrocamiento por un golpe militar, la persecución, el exilio y la proscripción por 18 años.

Es en ese preciso sentido que se  comprende la frase de Cooke de "el hecho maldito del país burgués": Perón y el peronismo se metieron con cosas que no debían, como las ganancias del capital y la distribución del ingreso. Muchos años después, con Perón regresado al país para morir y con el anticipo -tras su muerte- vía el "Rodrigazo" de lo que vendría después, el golpe del 76' diseñó y puso en marcha una maquinaria represiva para disciplinar a la sociedad, en beneficio de las fracciones más concentradas del capital.

El golpe tuvo por objeto demoler las bases de la Argentina peronista, en especial en aquello que destacaban al país sobre sus pares de América Latina: los salarios altos, la sindicalización masiva y el poder de organización de los trabajadores para defender sus salarios. Otra vez: cuando sus ganancias se ven amenazadas más allá de lo que considera tolerables, el capital no vacila en apelar a cualquier estrategia para sostenerlas o acrecentarlas, sea la represión indiscriminada o las mil y una formas de golpes y convulsiones económicas.

En la disputa por la apropiación social de la riqueza está siempre el origen de todas las tensiones sociales y políticas, que terminan sacudiendo a las instituciones, con o sin democracia: cuando a través de políticas públicas se cruza una línea invisible que ellos han trazado sobre los niveles aceptables de salarios medidos en dólares -y por carácter transitivo, un esquema de distribución funcional del ingreso- comienzan los problemas y las amenazas: antes eran los golpes de Estado, hoy son las devaluaciones, las corridas cambiarias, las fugas de capitales, o las hiperinflaciones; o los intentos de generarlas.

Los orígenes de la persecución judicial y mediática sin tregua contra Cristina también hay que buscarlos ahí: cuando dejó el gobierno en el 2015 los salarios de los trabajadores argentinos eran los más altos de América Latina, medidos en dólares.

Si bien las preferencias electorales de la población terminan definiéndose por un conjunto de factores, lo cierto es que el nivel de los salarios (que determina a su vez el nivel de los consumos, y el nivel de vida en general) es claramente el que más pesa; y de todos los conflictos que atraviesan a una sociedad, la lucha de clases por la definición de los niveles de plusvalía aceptables (sí, esos términos patentados por Marx siguen siendo los más apropiados para describir el fenómeno) es el más importante, y decisivo en términos políticos; aunque los consultores y analistas funcionales al capital -concientemente o no- nos quieran vender ilusiones de que las cosas son distintas.

Entre el gobierno de Macri y lo que va del de Alberto, venimos transitando siete años en los que la economía osciló entre la recesión, la depresión y el crecimiento, y con ella lo mismo pasó con el empleo. Pero lo que es una constante en esos siete años es la caída del salario real, generando el fenómeno cada vez más extendido de los "trabajadores pobres", es decir aquellos que aun teniendo empleo formal, no alcanzan a subvenir con sus ingresos todas sus necesidades básicas.

Fenómeno que determina a su vez los niveles de pobreza (y al interior de ésta, los alarmantes niveles de pobreza infantil) y la cada vez más desigual distribución del ingreso. Si esto es posible bajo un gobierno llegado al poder en nombre del peronismo, es porque han ganado peso al interior de la coalición oficialista los sectores que expresan una mira "desarrollista" que recicla en esa clave la teoría del derrame neoliberal, posponiendo siempre la recomposición de los ingresos de los sectores populares, a los objetivos de la macroeconomía: por allí hay que buscar el origen de los más de 4 millones de votos perdidos por el FDT en las elecciones legislativas del 2021, que a su vez no fueron a parar a "Juntos por el Cambio", porque son otros depredadores seriales de salarios.

Y por allí hay que buscar también las claves de una posible victoria en las elecciones de éste año, más que en cualquier alquimia que se ensaye sobre alianzas o candidaturas. Si Cristina tiene el volumen electoral que indudablemente sigue teniendo y la centralidad que conserva en la política argentina para propios y extraños, es porque cuando le tocó gobernar encaró éste problema con decisión, con los resultados conocidos. De modo que al operativo clamor por su candidatura, hay que sumarle otro, por la urgente e inmediata recomposición de los salarios y jubilaciones; de lo contrario cualquier mesa o reunión que se haga -por buenos propósitos que tenga- es una completa pérdida de tiempo.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Nadie ve muerto al neodesarrollismo con Massa mostrando un 6% mensual?
El Colo.

Anónimo dijo...

Hay que darle tiempo