LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

miércoles, 21 de febrero de 2018

LA MARCHA Y DESPUÉS


Superando incluso las expectativas previas, la marcha de hoy fue impresionante, y las columnas coparon la 9 de julio; aunque para tener una estimación real de la cantidad de asistentes debamos esperar a una pericia de Gendarmería; que dirá que fueron menos que los que fueron el sábado a la marcha en apoyo al gobierno en el Obelisco.

La concentración transcurrió en paz y sin incidentes, como pasa siempre que se movilizan los sectores populares sin infiltrados, “capuchitas” ni idiotas útiles: otro fracaso político para el gobierno que esperaba despelotes mayúsculos, e incluso trató por todos los medios de provocarlos en la previa, desde las tapas de los diarios y con el despliegue de un desorbitado operativo de seguridad que incluyó vergonzosos cacheos a colectivos de jubilados y otras bellezas.

La cobertura mediática -como se esperaba- aportó lo suyo apostando a la demonización de la protesta, a reducirla a “la marcha de Moyano” para zafar de sus causas judiciales -a tono con el libreto oficial- y también quedó pedaleando en el vacío por como se dieron las cosas.

Como quedaron pedaleando en el vacío y sufriendo una rotunda derrota en términos políticos y sindicales los dirigentes de la CGT que sobreactuaron su desmarque de Moyano y que en los días previos y para regocijo del gobierno, se apresuraron a decir que no formaban parte de la convocatoria: más allá de la masiva presencia de muchos de los trabajadores que son sus bases, hubo seccionales enteras de los gremios ¿oficialistas? como la UOM o Comercio que participaron con sus banderas.

La masividad de la convocatoria dejó a las claras la existencia de importantes sectores de la sociedad que no comulgan con las políticas del gobierno de Macri, y que están dispuestos a poner el cuerpo en la calle para dejarlo en evidencia: se ha dicho con razón que la magnitud y profundidad del ajuste dependerá de la resistencia de los ajustados, y justamente eso es lo que marca la marcha de ayer.

El acto excedió con creces los límites de los sectores que se pueden sentir convocados y encuadrados por los sindicatos, porque participaron también los movimientos sociales, los empresarios Pymes y otros sectores agredidos por las políticas del gobierno como los científicos e investigadores; lo cual supone un desafío de magnitud para los dirigentes que la convocaron, comenzando por el propio Moyano: encontrar la inteligencia y la sensibilidad necesarias para conducir el descontento y expresarlo; para no volver a caer en lo que fueron convocatorias similares anteriores, diluidas luego en las ambigüedades paralizantes del Consejo Directivo de la CGT.

La marcha le puso un epitafio definitivo al ciclo del triunvirato, y con seguridad todos los sectores internos de la central obrera estarán contando los porotos de cara al Confederal de marzo, para definir la nueva conducción: mientras todo parece indicar que el propio Moyano se ha recortado a sí mismo los márgenes para recular el camión y volver a posiciones dialoguistas, los “gordos” e “independientes” (algunos de los cuáles se aprestan a viajar con Macri a Europa, como si fueran los indios que volvieron con Colón) deberán evaluar el nuevo marco, para determinar si les conviene seguir siendo la muleta sindical de un gobierno que transita inevitablemente su declive pasada ya su etapa de mayor fortaleza; y que desde las elecciones para acá no ha hecho sino consumir su capital político.

Y si los sectores de la CGT que impulsaron la marcha logran finalmente hacerse con la conducción de la central obrera, deberán articular de inmediato una estrategia de unidad mayor y más amplia del movimiento obrero organizado, incluyendo a las CTA y a los movimientos sociales; para darle mayor perdurabilidad a la unidad que hoy se expresó en la calle.

Mientras tanto el gobierno parece no tener otra respuesta a la protesta social que los reflejos represivos, contenidos esta vez pero que seguramente se activarán en conflictos sectoriales que escalen en intensidad; mientras gestiona un plan económico que tiene como viga principal el ataque al salario, incluso aunque no sirva como estrategia anti-inflacionaria.

Un gobierno que además en la previa de la marcha decía no entender cuáles eran los reclamos, ni los disparadores de la protesta; cuando si nos atenemos estrictamente a lo que a sus decisiones concierne y en los últimos días antes de hoy, no hizo más que sumarle motivos: luego de anular por decreto la paritaria nacional docente y remitir a los sindicatos a la discusión en las jurisdicciones, les ofreció en los distritos donde gobierna (provincia de Buenos Aires y la CABA) aumentos de entre el 12 y el 15 % en las paritarias, en generoso plan de cuotas; una auténtica provocación.

Los bancarios -que estaban de paro los dos días previos a la marcha- tuvieron que ir a la justicia para recuperar la cláusula gatillo en su paritaria, y poder percibir la contribución solidaria para el sindicato pactada en ella; que el gobierno les había sacado, en su enésima práctica anti-sindical en 26 meses de gobierno. Mientras tanto a Camioneros -es decir, la propia organización de Moyano- les niegan la homologación de un bono especial para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los salarios.

Tal pareciera como si en realidad el gobierno más allá de las apelaciones al diálogo del propio Macri lo que en realidad desea es alimentar el conflicto, para poder responderle con represión; a menos que se haya endulzado con los años de relativa paz social de que ha gozado, y confíe en que hasta el final de su mandato las gallinas serán concienzudamente desplumadas, sin gritar en protesta.

En realidad el enfoque obtuso del conflicto social que ellos mismos han generado (el ninguneo, el reduccionismo de pretender explicar todo por las causas judiciales de Moyano) excede al gobierno en sí, y se traslada al conjunto de la coalición oficialista: mientras reclamaban para tener algo más que un rol decorativo en la administración y ser integrados a la mesa chica de las decisiones, los radicales no hicieron sino suscribir sin fisuras al discurso oficial contra el sindicalismo y sus dirigentes, y a la descalificación de la protesta. No se pueden esperar tampoco entonces replanteos de la estrategia oficialista, como consecuencia de la dinámica interna de “Cambiemos”.

Por contraste, la oposición política tuvo un rol secundario en la organización de la marcha, como debe ser (porque lo lógico era que el protagonismo lo tuvieran los sindicatos); pero de ahora en más se acrecienta su responsabilidad para orquestar una construcción amplia que le de salida electoral al descontento; y si bien hoy su capacidad de bloquear las iniciativas del gobierno en el Congreso es limitada (porque el gobierno ha decidido vaciarlo), deberá mostrarse con capacidad de respuesta rápida frente al conflicto social, para darle respaldo y expresión institucional.

Y al igual que pasa con sus correspondencias en el terreno sindical, el “peronismo dialoguista” que guardó prudente silencio ante los preparativos de la marcha (salvo el previsible alineamiento de Urtubey con el gobierno, con críticas a Moyano) también deberá recalibrar sus movimientos de cara al futuro: cuando desde la CGT aparecieron sospechas de “Banelco” en el tratamiento de la reforma laboral impulsada por el gobierno, Pichetto pisó el frenó y cajoneó el proyecto a la espera de que en la central obrera unificaran posiciones.

Pero la ofensiva del gobierno contra los derechos de los trabajadores seguirá por otros medios, especialmente en las paritarias sectoriales, y es muy posible que insista en el Congreso con alguna forma de “reforma laboral por goteo”, con temas en teoría consensuados con el sindicalismo dialoguista como las reformas al programa médico obligatorio de salud (a través de la “Agencia de Evaluación de Tecnologías Médicas”) y las pasantías, fraude laboral encubierto disfrazado como “prácticas formativas”.

En la dinámica que siguen los hechos, y con la aceleración propia de los tiempos electorales, toda forma de blandura o ambigüedad en las posiciones que se adopten de ahora en más enfrente al avance de las iniciativas del gobierno (decidido, reiteramos, a ser más liberal y gorila que nunca, sin matices) tanto por parte de los sindicalistas como los que ostenten otras posiciones institucionales (en el Congreso, en las provincias), los terminará de colocar de hecho como parte de la coalición oficialista; mientras esa misma dinámica va vertebrando en paralelo -más tarde o más temprano- la alternativa opositora para las elecciones presidenciales del año que viene; aspecto éste que no en vano enfatizó ayer el propio Moyano en su discurso. El reloj empezó a correr para todos.

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