LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

martes, 7 de marzo de 2023

TAPADO

 

De un tiempo a ésta parte y sin razones visibles -al menos para nosotros- que lo justifiquen, hay un cambio de clima en los análisis políticos de cara a las elecciones, especialmente al interior del "Frente de Todos": de la casi certeza de una segura e inevitable derrota se pasó a un moderado optimismo, cuyo primer entusiasta es el propio presidente, que sostiene su ilusión de reelegir.

Las condiciones estructurales sobre las que se despliega el análisis político siguen siendo -en esencia- las mismas, especialmente en lo que las medidas de gobierno (o las que no se toman) inciden en la vida cotidiana de la gente común: la inflación sigue en niveles altos y no da señales de ceder, especialmente en alimentos y consumos sensibles y esenciales, la política de ingresos no se revierte y millones de argentinos siguen teniendo enorme dificultades para llegar a fin de mes.

También es cierto que algunos indicadores macroeconómicos siguen siendo positivos y sin embargo, la economía está empezando a ralentizar su crecimiento, y todo indica que lo hará aun más, aquí sí como consecuencia de medidas que se tomaron desde el gobierno, como el recorte del gasto público o el aumento de las tarifas y las tasas de interés. Y sin embargo hay "optimismo", con lo que cabría preguntarse, aun de modo conjetural, en que se funda.

Probablemente la mayor causa sean las visibles dificultades de la oposición para sintetizar un liderazgo político, o las candidaturas de su espacio, o un modo razonable de resolver esas disputas. Acaso la escasa envergadura de los candidatos en danza, individualmente considerados. De hecho, pareciera que de ése lado la deliberada indecisión de Macri respecto a su candidatura no ha hecho sino alimentar las ambiciones de varios, desde Vidal a Larreta, pasando por Bullrich, Manes, Carrió o Gerardo Morales.

Algo parecido o en espejo a lo que sucede en el FDT: la hasta acá inconmovible decisión de Cristina de no ser candidata -presionada por la proscripción judicial en su contra- parece haber logrado que varios se peinen para la foto, empezado por Alberto, quien hasta se da el lujo de desafiar a los demás a competir en una PASO; sin dimensionar el riesgo institucional que significaría que el presidente en ejercicio compita, y la pierda.

Si tuviéramos que apostar diríamos que -hasta acá- la ausencia de Cristina en la boleta ha envalentonado a todos, de los dos lados de la grieta: desaparecida ella de la competencia, los demás son todos "normales", o "japoneses". Con la ventaja para el eventual  candidato/a del antiperonismo de precisamente ser tal: el núcleo duro del voto gorila (ese 40 % que acompañó a Macri en su aventura fallida por la reelección) votará a cualquiera que crea que le puede ganar al peronismo.

En el peronismo la cosa es distinta, aunque algunos crean que no y hasta se den el lujo de hablar de posibles "tapados", como si "el candidato fuese el proyecto" (esa expresión que tanto molestaba a los sciolistas en el 2015), sobre todo porque, como decíamos acá, está por verse cual es el proyecto.

Y además las cosas son distintas para el peronismo en especial porque gobierna: si la gestión sigue por el mismo rumbo sin cambios significativos las posibilidades de ganar la elección no se van a ver mejoradas, sino todo lo contrario. Por éstas horas, Massa (el ministro estrella del gabinete en quien todos tienen puestas las expectativas) está más ocupado en garantizarles a los bancos que no defolteará sus títulos deuda que en generar medidas compensatorias de la pérdida de ingresos por la inflación para los sectores populares.

De paso: sería bueno que el gobierno aclare y explique detalladamente en que consiste el canje de deuda en ciernes, porque más allá de lo que digan los irresponsables de la oposición, por lo poco que ha trascendido hasta acá parece que estamos en presencia de otro negocio fenomenal para los bancos, con seguro de cambio garantizado y todo, a cambio de tranquilidad en la curva de los vencimientos de deuda hasta las elecciones y más allá; transfiriéndole al próximo gobierno (que puede ser propio, pero no necesariamente una continuación del actual) el problema.

A menos que la reticencia a explicar claramente de que se trata el asunto sea la causa real del "optimismo" del que hablamos al principio; que se basaría entonces en que éste gobierno haría el trabajo sucio -en esto como en otros frentes, como las tarifas o el gasto público- sin mayores tensiones sociales, y despejaría el horizonte de problemas para el próximo, que en ese contexto podría ser cualquiera, peronista o no. Menos uno de Cristina, claro. 

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