LA FRASE

"AL FINAL, LA ÚNICA VICEPRESIDENTA QUE NO SE LEVANTÓ CONTRA TU PROPIO GOBIERNO FUI YO." (GABRIELA MICHETTI)

martes, 15 de julio de 2025

LO IMPORTANTE Y LO ACCESORIO

 

El discurso oficial, replicado por los medios del régimen, es que el conjunto de iniciativas aprobadas la semana pasado por amplia mayoría en el Senado ponen en riesgo el equilibrio fiscal y por ende el plan económico del gobierno -admitiendo así que este se reduce a la motosierra, y no mucho más; cuando la realidad es exactamente al revés: un plan insostenible desde todos los puntos de vista posibles desde sus mismo orígenes (aserto éste avalado además por la comprobación histórica de sus fracasos estrepitosos cada vez que se lo puso en práctica) empezó a crujir y junto con él, crujieron los apoyos "tácticos" de buena parte del mundo de la política en el Congreso, y en las provincias.

Dicho de otro modo: bastó que se desperezara un poco el dólar y el gobierno diera muestras de escaso poder de fuego para contenerlo, para que hasta los gobernadores "amigos" y la oposición "razonable" tomaran distancia, y acompañaran en el Senado iniciativas que habían dormido cajoneadas por meses. Antes que ellos, los fondos especulativos que gozaron de la primavera del "carry trade" orquestada por Caputo y Milei comenzaron a valorizar sus ganancias, dolarizarlas y rajarse antes de que todo explote.

Claro que los tiempos de unos y de otros (los de la política y los de los mercados) no son los de la sociedad, cuyos padecimientos como consecuencia del experimento con seres vivos que se desarrolla en el país podemos registrar y comprobar a diario aun en medio del blindaje mediático, con solo prestar atención. Y la sociedad -toda sociedad- necesita respuestas a las crisis, aunque no lo sepa ni las pida, porque no sepa como o no reconozca a quien: pese a las alucinaciones teóricas del presidente que vive en el mundo de las redes sociales pretenda lo contrario, no hay sociedad sin Estado, ni una que no sea gobernada por nadie.

Estos tacticismos de corto plazo y corto vuelo son consecuencia de una política que desde hace décadas se acostumbró a pensar exclusivamente en términos de seguidismo de los "climas de época" (definido por encuestólogos y politólogos varios, que si no son de derecha de explícita, tributan a ella desde el discurso de la aceptación de la derrota cultural), en lugar de plantearse una función proactiva de crear esos climas, es decir de impulsar las adecuaciones del sentido social que hagan posibles y deseables por las mayorías las transformaciones necesarias para superar los ciclos de atraso, injusticia y desigualdad. Es decir, la política tiene que volver a ser -alguna vez- contracultural y contraria al presunto sentido común instalado, como lo fue en muchos sentidos el primer peronismo.

Y no: Milei no es contracultural como él pretende, sino más bien todo lo contrario: es la consecuencia directa de un clima cultural de época -precisamente- instalado desde todos los dispositivos de construcción de sentido de la derecha, de cuyos intereses es un simple instrumento. Hemos visto en estos días (y pasó casi desapercibido) como lo más granado de nuestro establishment económico aplaudía a rabiar al presidente en la Bolsa de Comercio, mientras anunciaba que va a demoler lo que aún queda en pie del estado de derecho y el régimen constitucional, si fuera necesario para defender esos intereses. Y por eso lo aplaudieron.

Desconocer estas cuestiones elementales suele llevar a confundir lo accesorio como si fuera realmente importante, o los síntomas del problema, con sus causas. En la realidad distópica que vivimos los argentinos, nos asombramos porque tenemos un presidente que sigue comportándose como si fuera un panelista histriónico de los medios y las redes sociales, en lugar de reparar en que la degradación del rol y la investidura presidencial que encarna Milei es un objetivo precisamente buscado por un plan de desvalorización de la política y el Estado, como herramientas necesarias para disciplinar al poder económico.

Un poder económico al que (a diferencia de la política, en especial la pensada en clave nacional, popular y democrática) nunca se le pide autocrítica por la persistencia en apoyar, una y otra vez, planes (en realidad, siempre el mismo, con leves variantes de época) destinados al fracaso en términos colectivos, y en no pocos casos incluso para sus propios intereses, con excepción de un puñado de grupos concentrados que ganan siempre. 

Sin reparar en este contexto, todas las especulaciones de tono menor vinculados a lo electoral (listas, internas, arquitecturas de alianzas) son un desatino, mas aun si se hacen prescindiendo de la ficción política sustancial que es competir con Cristina fuera de carrera, y con el país ardido en términos económicos y sociales. Así como el empresariado desafinó en términos democráticos en la Bolsa de Comercio (o mejor aun, mostró lo flojo de papeles que está en esa materia), es patético ver a los dirigentes de la CGT travistiéndose en kicillofistas de la primera hora para conseguir lugares en las listas, poniendo en eso una energía que no ponen en pelear para defender salarios en baja, ni empleos en riesgo.

La prisión de Cristina tiene sí un significado profundo, que va más allá del vodevil mediático diario sobre las condiciones de su detención y el show montado al respecto; y tiene que ver con lo que supone en términos de distorsión de la competencia democrática y profundización del vacío de representación política, que es el verdadero objetivo de la derecha. Y en tanto ese fue el objetivo de ellos y por las mismas razones pero vistas en sentido opuesto, ningún plan político nuestro puede comenzar por otra cosa que no sea pedir su libertad.

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