LA FRASE

"ES UNA BUENA NOTICIA LA BAJA DEL RIESGO PAÍS PORQUE NOS PERMITE SALIR A LOS MERCADOS BUSCAR FINANCIAMIENTO Y A COMPRAR DIPUTADOS Y SENADORES." (MARTÍN MENEM)

miércoles, 19 de noviembre de 2025

PERONISMO ¿QUO VADIS?

Como cada vez que pasa una elección y sus resultados no son los esperados, después del 26 de octubre florecen los pedidos de autocrítica (de los otros) en el peronismo, y los análisis sobre el futuro de la fuerza creada por Perón: nadie (empezando por los gorilas) se priva de dar su opinión sobre lo que debemos hacer los peronistas, cuando no decretan lisa y llanamente que marchamos irremediablemente hacia la extinción. 

Lo curioso es que la autocrítica se le pide al peronismo, y los análisis post electorales con ese enfoque se limitan a él: nadie parece interesado en preguntarse como es que la izquierda lleva -en cualquiera de sus formulaciones electorales- 42 años de democracia sin superar el techo de la irrelevancia electoral de modo que no puede llegar a gobernar ni siquiera un municipio en todo el país; o que ha sido de la vida de la fuerza política antes conocida como UCR, de la que hasta hace no mucho tiempo se decía saldría el próximo presidente de los argentinos. Los que así proceden -sin decirlo con todas las letras, claro- están diciendo bastante sobre la importancia que le asignan al peronismo, aun describiéndolo como una fuerza en crisis, sin rumbo ni discurso y con sombrías perspectivas de futuro.

La mayoría de esos análisis y pedidos de autocrítica al peronismo tras la derrota electoral se limitan a cuestiones instrumentales: liderazgos, candidaturas, estrategias electorales, y no van más allá. O si lo hacen, se tratan se ensayos de "propuestología" (al estilo "el peronismo tiene que tener un discurso sobre la inflación", o sobre la reforma laboral) que giran en el vacío, porque ni siquiera consideran como salda el peronismo su crisis interna, que es lo que va a condicionar todo lo que haga y diga en adelante: depende de  quien o quienes lo conduzcan, será el rumbo al que lo lleven. 

Se puede avizorar en muchas de esas elucubraciones teóricas sobre el futuro del peronismo (pero no solo en ellas) el fantasma de la revisitación del giro copernicano del menemismo, bajo el eufemismo de que los tiempos han cambiado, la sociedad quiere otras cosas y hay que adaptarse a los climas de época: a eso apuntaba el último documento de Cristina tras las elecciones, cuando señalaba el riesgo de desmembramiento y cooptación del campo nacional y popular y sus dirigentes.

No menor es el riesgo de quedar reducido a un peronismo sepia de las efemérides, que ni siquiera extrae de ellas las enseñanzas políticas pertinentes: en pocos días de éste mes de noviembre conmemoramos el día del pensamiento nacional, el de la militancia y el de la soberanía nacional. Pocos se privan de la frase de circunstancias, pero casi nadie dice que significa hoy sostener un pensamiento nacional o como se traduce en la coyuntura, que rol cabe en estos momentos para la militancia en las organizaciones políticas, como y donde se milita y para que. 

Ni hablemos ya de discutir todas las dimensiones posibles que hoy supone y abarca la soberanía nacional, cuales son los riesgos que enfrenta y como se la defiende, cuando la propia idea de nación de la cual la soberanía no es sino un atributo, está en entredicho intelectual, y en riesgo histórico.

En este contexto complejo parece casi una disputa bizantina seguir discutiendo si el peronismo es o debe ser un movimiento o un partido, cuando además de bastante tiempo a esta parte si hay algo que adquirió forma de movimiento (en tanto fenómeno social persistente con identidad política propia, más allá de circunstanciales encarnaciones partidarias), es el anti-peronismo. Lo que es más provechoso -en nuestra opinión- es discutir que tipo de organización política será el peronismo: una centralizada en torno a una identidad común y que desde ella propone un modelo de país, que adapta sus propuestas a las particularidades regionales y federaliza su conducción, o una federación de partidos provinciales en manos de caudillejos locales sin mirada (ni ya siquiera vocación política de trascendencia nacional), que solo miran su propio ombligo, para los que es más importante controlar la legislatura local o los municipios, que el destino del país.

El peronismo nació para disputar el poder y gobernar el país, transformando la realidad con sentido revolucionario; y al poder se lo disputa asumiendo la obligación y el desafío de representar, levantando las viejas banderas y trabajando para rodearlas de nuevo sentido social, no resignándolas acomodaticiamente para convertirse en otra oferta política más de las que sobran en las góndolas del régimen.

Un peronismo limitado a la denuncia y la escrupulosa recopilación actuarial de las inequidades y vergüenza del régimen marcha hacia su esterilización en términos históricos -como decía Cooke-, o queda condenado a convertirse en una fuerza testimonial, una especie de Coalición Cívica del campo nacional y popular. Porque al mismo tiempo es necesario un peronismo que diga con toda la claridad necesaria como para que nadie se llame a engaños, que hará si llega al gobierno con la pesada herencia que seguramente le dejarán a un futuro gobierno en materia de deuda, y entrega y saqueo del patrimonio nacional.

Para eso deberá darse un profundo debate interno sin restricciones ni condicionamientos, en lugar de entrar en estado de hibernación hasta volver a activarse en el próximo turno electoral. De ese debate debe surgir un modelo y una propuesta, que recogiendo lo mejor de su legado histórico -y asumiéndolo sin vergüenzas ni complejos- le digan a los argentinos que piensan y proponen los peronistas sobre su futuro y el del país, que economía imaginan, como combatir la inflación y -más importante aun- como recomponer concretamente los magros ingresos de la inmensa mayoría de los argentinos y cual es el modelo de acumulación, desarrollo y distribución que hará posibles las viejas banderas históricas.

Un peronismo con una mirada y una propuesta sobre el mundo del trabajo hoy, con capacidad y músculo político para defender el núcleo fundamental de los viejos derechos y extenderlo a aquellos a quienes les han sido negados o nunca los conocieron, con ideas que se adapten a las nuevas formas de producción y empleo, reconociendo sus particularidades sin condescender con cualquier forma de precarización laboral o explotación social.

Con una idea clara sobre la inserción argentina en el mundo en tiempos de brutal recolonización yanqui de América Latina y disputa por el liderazgo global; y un discurso claro sobre la defensa de las instituciones republicanas establecidas por la Constitución, defensa que hasta los "republicanos" de ayer han abandonado. Sin renunciar a la bandera de modificarla, para dejar atrás el modelo del Pacto de Olivos que es causa también de muchas de nuestras desgracias. 

El peronismo tiene que ser capaz de decir que hará -si llegara a ser gobierno- con el Poder Judicial, con el lawfare y con los presos políticos, que son casi todos suyos; y decirlo con todas las letras, sin mezquindades internistas, rencores personales ni cálculos especulativos, porque presos políticos son todos, desde Cristina a De Vido pasando por Milagro Sala o como podría serlo en breve Moreno; y como lo son muchos compañeros que aun deben transitar por los tribunales por causas absurdas que les armaron para amedrentarlos o escarmentarlos por haber gobernado a favor de los intereses populares. Porque la derecha será "nueva" o "moderna" y los tiempos habrán cambiado, pero los presos los sigue poniendo el peronismo, como en el 55' o el 76'.

Al igual que en 1945 cuando el peronismo surgió como fuerza política estos temas, tanto como los nuevos derechos (porque aunque nos quieran convencer de lo contrario, en una sociedad  desigual e injusta siempre hay nuevos derechos por reconocer y garantizar) y la orfandad de representación de vastos sectores de la sociedad que se traduce en desencanto democrático y ausentismo electoral reclaman que alguien los asuma como insumos de un modelo de país, y contenido de un programa político capaz de reunir mayorías sociales en torno a él. Porque si en éste contexto ese desafío (en el que va en juego la profundidad y el sentido de nuestra democracia) no lo asume el peronismo, la pregunta es quien.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

De nuevo: notón. Si no es el peronismo: quién ? Y los planes o proyectos son los que de 2003 al 2015, en realidad efectiva, desarrollaron Néstor y Cristina. Hoy, además de otros compañeros engayolados es Ella la bandera, y su libertad la primera condición para empezar la cosa. Los que llegaron colgados de sus polleras y no sostienen explícitamente este estandarte, por desagradecidos y traidores que se preparen para el noveno círculo del infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri.