LA FRASE

"EL IPC ES UN DESASTREY MIDE MAL LA INFLACIÓN, PERO NO LO PODEMOS CAMBIAR HASTA DESPUÉS DE LAS ELECCIONES, QUE ESPERAMOS GANAR PORQUE BAJAMOS LA INFLACIÓN." (MARCOS LAVAGNA)

sábado, 21 de octubre de 2023

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viernes, 20 de octubre de 2023

HERENCIA

 

Por si le hiciera falta sumar una perla más al collar de desbarrancos que vino enhebrando durante toda su campaña, Milei la emprendió contra los trenes y el sistema ferroviario, avisando que si llega a la presidencia los privatizará, tal como se hizo en los 90', con los efectos conocidos. 

No es la primera vez -por supuesto - que el candidato de "La Libertad Avanza" reivindica las políticas de los gobiernos de Menem o promete retomarla e incluso profundizarlas, así como tampoco es la primera vez que eso genera reacciones en su contra. Pero también es cierto que ese modo de entender la Argentina tiene sus adeptos, y no nos referimos solo a los votantes de Milei: buena parte de los que el domingo van a votar por Patricia Bullrich piensan igual, al menos en líneas generales.

El menemismo (es decir, el entrismo al peronismo en nombre del neoliberalismo) fue, junto con la dictadura militar del 76', el intento más profundo y serio (y quizás más exitoso) de construir una Argentina post peronista, terminando con la sociedad y el modelo de país alumbrado desde 1945 en adelante. No hace falta recordar aquí sus hitos troncales en ese sentido, porque muchos de ellos siguen vivos entre nosotros.

Así se puede comprobar por ejemplo con la subsistencia de normas de flexibilización laboral aun habiendo recuperado durante el kirchnerismo derechos conculcados a los trabjadores, la vigencia de las privatizaciones en servicios y bienes públicos esenciales como el gas, la luz (en algunos lugares del país), la banca pública provincial, las represas y la generación de energía, la llamada hidrovía y sus correspondientes marcos regulatorios flexibles, pro empresas, precarios e insuficientes para garantizar los derechos e intereses de los usuarios y de propio Estado, o la subsistencia del oprobioso sistema de las ART que nos vendieron como la solución para "terminar con la industria del juicio laboral".

Incluso muchas de las propuestas que circulan en el debate político actual tienen que ver con las premisas que guiaron las reformas memenistas: la rebaja de aportes y contribuciones patronales a la seguridad social, la flexibilización de las normas laborales "para crear empleo", las políticas "ofertistas" para seducir al capital con exenciones o rebajas impositivas o privilegios para el acceso y uso de las divisas. Hasta la "estabilidad fiscal a 30 años" para la minería aprobada en los 90' sigue vigente y prorrogada.  

El menemismo incluso empeoró la herencia de la dictadura en cuestiones cruciales como la ley de entidades financieras o la de inversiones extranjeras, y remachó aun más las cadenas de la extranjerización de la economía y la pérdida de la soberanía jurídica con la adhesión a la jurisdicción del tribunal arbitral del CIADI y los tratados bilaterales de inversión (TBI) o el GAFI, normas todas las cuáles siguen hoy día en vigencia. 

Desde entonces y hasta acá, salvo el kirchnerismo en temas puntuales como la liquidación de las AFJP, la restauración de artículos mutilados en la Ley de Contrato de Trabajo o la recuperación en manos estatales de Aerolíneas, el Correo, AYSSA e YPF (volviendo en éste caso sobre sus propios pasos), ninguna fuerza político se propuso en serio terminar con las reformas del menemismo, y antes bien varias las reivindicaron y plantearon retomarlas y profundizarlas como lo está haciendo Milei. Tampoco faltaron los que (como la UCR o la Coalición Cívica) habiéndose opuesto a algunas de esas políticas en los 90', también se opusieron a los intentos del kirchnerismo por revertirlas.

En ese contexto, en ese país estragado por el menemismo y solo parcialmente recuperado de esos estragos durante el kirchnerismo, es posible que existan los Mileis, y sobre todo sus votantes. Y es posible también que esa gente plantee que los problemas del país son consecuencia no de las políticas del menemismo, sino de que se las haya abandonado, contra toda evidencia en contrario.

El problema está del otro lado, es decir del nuestro: del mismo modo que para ellos ese combo de reformas es un programa de gobierno, para nosotros -el peronismo, las fuerzas que se reivindican como nacionales y populares- superarlas, modificarlas y hasta eliminarlas también debió haberlo sido. El renuncio en esa tarea, las agachadas, las concesiones, los retrocesos, son lo que nos han llevado al punto en el que hoy estamos: en un país en el que se hubieran reparado en su mayoría los daños que causó el menemismo, no existiría Milei, i lo que él representa. 

Y si alguna chance tiene la candidatura de Massa de impedir lo peor, es porque en algún momento se ensayó otro rumbo (con avances y retrocesos), y subsiste cierta memoria social al respecto, y sobre sus resultados. Un rumbo que además crea las bases de la hoja de ruta que tiene que seguir cualquier gobierno que se pretenda y asuma como peronista, nacional y popular.

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jueves, 19 de octubre de 2023

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miércoles, 18 de octubre de 2023

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martes, 17 de octubre de 2023

¿CUÁNTO PERONISMO QUEDA?

 

A 78 años del Día de la Lealtad, ¿Cuanto peronismo queda en la sociedad y cuanto peronismo queda en el peronismo? ¿Qué significa hoy en día el peronismo, o ser peronista, que queda de aquello que movilizó a las masas el 17 de octubre?

Para responder a esos interrogantes no basta remitirse a los resultados electorales, aunque ciertamente estos pueden darnos una pista. Tampoco se puede responder con mecanicismos matemáticos para tomar nota que, desde el 54 % de Cristina en el 2011, el peronismo ya no es automáticamente la expresión política (y electoral) mayoritaria de la sociedad argentina. Quizás tampoco lo era ya entonces, habida cuenta del alto porcentaje de voto "fluctuante" que alimentó esa cifra, para migrar en todo o en parte elección tras elección. 

Se podría decir que no lo es (mayoría) desde bastante antes, tanto que en la reforma constitucional de 1994 Menem hubo de conceder introducir el balotaje que había ensayado Lanusse en el 73' para frenar el seguro regreso del peronismo al poder, pero con una fórmula distinta a la tradicional, y más asequible para la primera minoría. Claro que eso también nos remitiría a la pregunta ¿Fue Menem peronista, o mejor aún, su gobierno puede considerarse atribuible a la tradición histórica del peronismo?

Curiosamente -o no tanto- en las elecciones que tendremos en 5 días el peronismo corre el riesgo de quedarse afuera de un eventual balotaje entre dos formulaciones del antiperonismo, a cual de ellas más gorila. Y si lo evita será para competir en una eventual segunda vuelta, teniendo que captar parte de ese voto "flotante" que cambia de un comicio al otro, y no pocos votos del antiperonismo: ¿Significa eso que la sociedad también está redefiniendo los límites de su propio gorilismo, o dicho de otro modo, cuanto de los "70 años de peronismo" está dispuesta a dejar atrás, y cuanto quiere conservar, aunque jamás admita que se lo debe al peronismo ?

Porque en éstas elecciones hemos retrocedido al punto en el que estamos discutiendo la educación pública gratuita (incluyendo a las universidades), la salud pública gratuita, la cobertura previsional solidaria y universal, los derechos de los trabajadores y -no explícitamente, pero sí en las consecuencias implícitas en los proyectos en pugna- la distribución del ingreso; y como consecuencia o suma de todo eso, cuan cohesionados, inclusivos, justos e integradores queremos ser como sociedad, y a que costo.

O sea que sí, estamos discutiendo el peronismo y su herencia histórica; aunque para ocultarlo -como siempre- recurran a la caricatura que ellos han construido del peronismo, y que muchas veces el propio peronismo se empeña en replicar: una maquinaria desideologizada y pragmática de poder, dispuesta a cualquier componenda con tal de conservarlo, sostenida en una red de corrupción y clientelismo. 

Es decir, una imagen más parecida al conservadurismo de la "Década Infame" y el fraude patriótico que el peronismo vino a desterrar, porque Perón, señores, fue el primero en combatir a la "casta", concepto tan de moda por estos tiempos: la de aquel entonces era la de los políticos venales y corruptos que practicaban el fraude o lo toleraban, y el de los empresarios esclavistas que explotaban a sus trabajadores negándoles todos los derechos, en especial el de disfrutar de parte de la riqueza que contribuían a generar con su esfuerzo.

Cuanta agua habrá corrido bajo los puentes (de la sociedad argentina y del peronismo) para que la rebeldía que entonces encarnaron los cabecitas negras que cruzaron a nado el Riachuelo, hoy esté en manos de desclasados -o resultados de la destrucción de la sociedad peronista que comenzó la dictadura y perfeccionó el menemismo- y tenga por objeto explícito terminar con ese modelo de país que entonces los trabajadores salieron a defender, en la persona de Perón.

Las respuestas no son sencillas, o sí: si el domingo una mayoría de los argentinos decide que todo eso que el peronismo vino a instalar o profundizar en la Argentina para construir la sociedad más equitativa y con mayor movilidad social ascendente de Argentina merece ser conservado, recuperado o profundizado (ponga cada uno el verbo que le parezca, en el orden que lo crea), el peronismo podrá volver a ser mayoría ya no en un comicio circunstancial, sino en la sociedad, como identidad política mayoritaria de los argentinos. 

Para lo cual -y aquí si cabe volver al 54 % de Cristina en el 2011, y detenerse allí- deberá ser cada vez más peronista, no menos. Mal que les pese a los maestros de la "realpolitik", cada giro del peronismo hacia ser algo distinto o menor o más complaciente con los que lo odian y lo combaten de lo que es, redundó más tarde o más temprano en una merma de su caudal electoral, y de su gravitación política. 

Si hasta la travestización neoliberal de los 90' hubo de sostenerse en una ficción consumista que, más tarde o más temprano, se revelaría insostenible como se reveló; y terminó en su mentor huyendo como rata por tirante de un balotaje que sabía perdidoso por paliza, de antemano. 

Desde aquel 17 de octubre de 1945 el peronismo ha sido perseguido, proscripto, fusilado, desaparecido, "lawferizado", difamado y caricaturizado, pero jamás superado, aun siendo derrotado en las urnas. Es decir, nunca se impuso en la Argentina posterior a esa fecha (ni luego del 55') un modelo de sociedad en el que el peronismo fuera innecesario, porque los conflictos que vino a plantear, o los reclamos pendientes de los que fue simplemente el vehículo político estuvieran resueltos. 

lunes, 16 de octubre de 2023

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domingo, 15 de octubre de 2023

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