LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 4 de septiembre de 2018

TODO SIGUE IGUAL, O SEA PEOR



Después del discurso grabado de Macri ayer, poco podía esperarse de los anuncios de Dujovne, y poco dejaron. En todo caso, la ratificación de un rumbo económico que está llevando al país al abismo de una crisis sin salida a la vista, y la ratificación también de las alianzas que sostienen el experimento “Cambiemos”, más allá del humo en torno al retorno de las retenciones.

Las medidas que ayer anunció el ministro (que viene de un fin de semana en el que renunció tres veces, y en esas condiciones deberá viajar a renegociar el stand by con el FMI) tienen una lógica que se explica por el contexto político y el creciente aislamiento del gobierno respecto a la realidad nacional; tanto como al errado diagnóstico que insisten en hacer de las causas de la crisis: no se anunció ni una sola decisión cercana a abordar el grave problema de la restricción externa y la crisis de la cuenta corriente de la balanza de pagos, ni siquiera a espantar los fantasmas del default. Tampoco se anunciaron medidas para combatir la inflación (como desdolarizar tarifas o los precios de los combustibles), más allá de la referencia a “Precios Cuidados”.

“Cepo” o alguna forma de restricción al acceso ilimitado a divisas cada vez más limitadas, controles a la entrada y -sobre todo- salida de capitales y fijación de plazos perentorios obligatorios a los exportadores para liquidar las divisas son las medidas elementales que la situación aconseja; pero que no fueron anunciadas ayer ni serán adoptadas -acaso nunca- por un gobierno que nos dice (por boca del propio presidente) que el marco externo nos complicó y estamos vulnerables a cualquier shock que venga de afuera; sin aclararnos que esa vulnerabilidad la crearon ellos, desde el primer día de gobierno, con sus decisiones, y no piensan revertirlas.

Las cifras y proyecciones que dio ayer Dujovne en la conferencia (incluyendo las que se filtraron de un documento oficial sobre la inflación y la caída del PBI esperadas para éste año) son poco menos que pronósticos de augures, viniendo de un gobierno que proyectó un presupuesto para este año con un dólar a $ 19,30 (menos de la mitad valor al que ya llegó), una inflación del 10 % (ayer el ministro reconoció que será más del cuádruple de eso, por lo menos) y un crecimiento del PBI del 3,5 % que se convirtió en una caída brutal. No se puede creer en la palabra devaluada, de un gobierno devaluado, con un presidente devaluado: si la idea era disipar la desconfianza, no estuvieron ni cerca de lograrlo.

Los anuncios sobre cambios en las retenciones se dieron en las peores condiciones posibles: confirmando la baja en las de la soja, con un “impuesto a las exportaciones” tasado en una suma fija de pesos por cada dólar que irá licuándose al compás de la devaluación (de hecho, es una incitación a seguir alentándola para licuar la nueva carga fiscal), con una diferencia irrelevante entre exportaciones industriales o de productos primarios; profundizando así el sesgo reprimarizador de la economía, y las alianzas más importantes del gobierno, junto con los bancos: el sector agropecuario y los grandes grupos exportadores del complejo agrario, aunque algunos de ellos (en su angurria infinita) hoy ensayen pucheros.

Y como si todo eso fuera poco, el anuncio viene flojito de papeles: vencidas en 2010 las facultades delegadas (por la negativa a prorrogárselas a Cristina de quienes hoy son oficialistas: más info, acá), fulminado por la Corte Suprema en el fallo “Camaronera Patagónica” de 2014 el artículo 755 del Código Aduanero que delegaba en el Ejecutivo la facultad de fijar las alícuotas de las retenciones, vencida en diciembre pasado (porque el gobierno se negó a prorrogarla) la ley de emergencia económica y administrativa, y con la prohibición constitucional de dictar DNU’s en materia tributaria, no hay modo que los cambios en los derechos de exportación (que entrarían a regir para el año que viene, recién) no pasen por el filtro del Congreso; salvedad que hay que hacer porque ayer el presidente (extraviado como está) cargó responsabilidades por la crisis en la oposición, aun la conceptuada por su propio gobierno como “racional”, que lo acompañó en las decisiones más importantes de su gobierno.

Sostenido por el gobierno -contra todo dato de la realidad- que el problema central es el déficit fiscal en pesos, los anuncios de nuevos ajustes eran de manual, pero conocidos que fueron no hacen más que afirmar la presunción de que la recesión será más profunda de lo esperado, y llegó para quedarse: una baja sustancial de la inversión del Estado nacional en los gastos de capital que afectará la obra pública (y por ende a la mano de obra y las industrias asociadas a la misma), y una brutal restricción del gasto de ese mismo Estado en salarios (que representan en sus cuentas un 11 %, menos que el pago de los servicios de la deuda), que solo será posible con congelamiento salarial (que obrará así como testigo para las paritarias del sector privado) y despidos masivos: el anticipo de un DNU sumando 10.000 más a los ya conocidos que filtró Roberto Navarro pasa así a cobrar gran verosimilitud.

La transferencia a las provincias de la responsabilidad de sostener los subsidios al transporte supone -en la práctica- su eliminación, y más aumentos del boleto de colectivo; y los cambios en el organigrama ministerial ni siquiera merecen comentarse porque son solo la cobertura institucional al desguace real de las áreas del Estado que están por debajo de los funcionarios “degradados”, y parecen diseñados por gente que no solo no tiene idea de lo público, sino que lo odia profundamente o solo lo utiliza como vehículo de sus negocios.

Pruebas al canto: el acto póstumo del hoy extinto ministro de Salud fue firmar el cuarto aumento del año a las prepagas el jueves pasado, y el de su ex colega de Agroindustria Etchevehere, cerrar con fecha del viernes (publicado ayer) el registro de exportadores, luego de haberles dado a las 9 empresas más grandes del sector granario y oleginoso (con AGD, la empresa del presidente de la UIA, a la cabeza) una "ventana" de varios días para registrar operaciones, y ahorrarse de pagar no menos de 2000 millones de pesos en derechos de exportación.

En ese contexto, todas las medidas que el gobierno anunció ayer y las que ya venía tomando no hacen sino apagar uno a uno los motores de la demanda agregada, profundizando la recesión y sus efectos sociales en el empleo, los salarios y los indicadores de pobreza y desigualdad. El propio “impuesto a la exportación”, por su diseño, podría terminar siendo un incentivo fiscal para retener ventas, esperando la aceleración de la devaluación.

Los discursos de Macri y Dujovne llegaron después de un ajetreado fin de semana, con un bizarro carnaval de nombres, cargos y trascendidos que llegaban de Olivos, que terminaron en nada, o no: terminaron en que a un presidente con el boleto picado gente como Prat Gay o Melconián le rechazó ofrecimientos para subirse al fracaso, poniéndole condiciones para que les dijeran que no. El mismo día que el presidente y el ministro hablaban “con el corazón”, Caputo, el presidente del Banco Central, lo hacía pensando en el bolsillo de los fugadores de capitales, volviendo a rematar sobre el filo de la rueda cambiaria a precio menor al del mercado, las reservas del Banco Central.

Con una larga y prolongada recesión por delante como panorama implícitamente admitido por el propio gobierno, con la crisis externa sin resolver y el default ad portas , con una coalición oficialista sin posibilidades de hablarle a alguien más que el núcleo duro de votantes propios (muchos de los cuáles los están puteando en todos los idiomas) y lista a agrietarse en la próxima aceleración de la crisis, con un gobierno aislado que corta puentes con la oposición “racional” endilgándole responsabilidades a solo días de necesitar sus votos en el Congreso para aprobar el presupuesto, con ajustazo incluido.

Mientras, sigue sin reconocerle legitimación política y social a la principal y real oposición: el presidente llamó a “enfrentar a los que resisten y se quejan”, en uno de los tramos más penosos de un discurso penoso; cuando los apoyos externos que espera obtener (del FMI, de los Estados Unidos) son más dudosos que ciertos, y condicionados a mayores exigencias draconiananas que generarán previsiblemente más resistencia social. El panorama es cada vez más oscuro; y en esa oscuridad Macri está perdido, desconectado de lo que está pasando en el país.

El proceso político que encabeza está irremediablemente agotado y el país se asoma a una crisis de imprevisibles proporciones en lo político (en lo económico y social ya está zambullido de pleno en ella) e institucional, de la que lo único que se puede esperar es que sea resuelta en los mejores términos democráticos posibles, y sin costos en vidas fruto de la represión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ayer mataron un pibe en un supermercado en Chaco. Ya empezó el único camino que tiene Macri para mantenerse en el gobierno:represión y muertes. El Coló.