LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

lunes, 18 de diciembre de 2017

CUANDO TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE


Los poco más de 50 días transcurridos desde las elecciones de octubre dejaron bastante claro lo difícil que es en la Argentina hacer análisis sobre construcción de hegemonías políticas perdurables, o peor aun, pronósticos sobre cuan perdurables pueden ser. Con la amenaza latente de un DNU y la memoria fresca de una represión indiscriminada apenas días antes, el Congreso se apresta a discutir hoy la reforma previsional, por la que -salga como salga la votación- el gobierno de Macri ya ha pagado un alto costo político.

El gobierno leyó los resultados de las elecciones como un cheque en blanco para ir a fondo con sus políticas (las que verdaderamente quiso aplicar, desde el primer momento), pero la realidad es que cuando quiere apretar el acelerador del ajuste, se dispara la resistencia social y pierde apoyos; que en la medida que se agudice el proceso irán quedando reducidos al núcleo duro (numeroso) de los convencidos.

Bajo la idea de "mantener lo bueno y cambiar lo malo" que presidía la campaña de Macri, se puede decir que en el 2015 no se votó un ajuste de los clásicos que bien conocemos; por lo menos conciente y deliberadamente, o por lo menos no fue mayoritariamente ese el sentido del voto a "Cambiemos". Está por verse en los días y meses venideros si en las elecciones de éste año sí, o dicho de otro modo: que grado de consenso conserva el gobierno cuando impone por la fuerza y en condiciones escasamente democráticas, políticas impopulares.

La crisis de la reforma previsional dejó a la vista, una vez más, el desbalance de la coalición oficialista; donde Carrió pesa más (perdón por la metáfora) en las decisiones que la UCR, cuyo aporte se reduce a poner legisladores que levanten las manos en el Congreso para aprobar los proyectos del Ejecutivo. Lo cual tampoco significa comprar el buzón de "Carrió opositora": luego de deslizar sus dudas con el proyecto para saquear a los jubilados, salió a bancarlo de forma explícita y militante; del mismo modo que convalidó la represión brutal para luego dejar caer alguna crítica a Patricia Bullrich.

También quedaron en evidencia las fragilidades de los "bordes amplios" de la coalición de gobierno, que incluye a parte de la oposición: el gobierno sustituyó a Massa por la "liga de gobernadores peronistas" como los principales dadores voluntarios de gobernabilidad (y de votos en el Congreso), y resultaron ser más escamosos que el tigrense, a la hora de cumplir con lo acordado. 

Con la idea del "bono compensatorio" a los jubilados y beneficiarios de la AUH por el cambio de la fórmula de movilidad, los gobernadores del PJ (o la mayoría de ellos) dejaron una vez más en claro su escasa estatura política, y que no están para nada a la altura de las circunstancias: aun desde la óptica del "pragmatismo", cuando más podían sacarle al gobierno porque sus necesidades eran mayores, más pobre y humillante fue lo que obtuvieron; a cambio de comprometerse con un ajuste impopular.

A no sorprenderse entonces si en la disputa hacia el interior del peronismo lo que se vendió y supuso como un actor de peso se diluye a cada paso, mientras los acontecimientos refuerzan la centralidad de Cristina; aun sin haberse sentado en su banca, ni haber participado de sesión o discusión alguna en el Senado. Lo que unos pierden por sus propias torpezas, desde el otro polo de disputa en el peronismo se lo acumula, cosechando lo que se sembró desde el principio del gobierno de Macri: una consecuente e intransigente actitud opositora. Lo dicho nada tiene que ver con liderazgos (que para ser tales, deben ser aceptados por el conjunto), ni candidaturas, porque el 2019 está tan lejos como la tierra de la Luna.

Por eso no es de extrañar que desde el gobierno apuren el fallo de la Cámara Federal macrista (la sala de Irurzun) en las apelaciones por los procesamientos y preventivas en la causa del memorándum con Irán, para darle más volumen al pedido de los senadores de "Cambiemos" para desaforarla: si negociar con un peronismo al garete se dificulta, hacerlo luego con un peronismo conducido por Cristina o donde su voz sea decisiva, será imposible. Dejarla fuera del Congreso en este marco sería una auténtica burrada por parte del gobierno, que solo agregaría más leña al fuego, pero por estas horas no abundan los bomberos oficiales.

En medio de todo, la insoportable levedad de la CGT la hace seguir pagando los costos de todas sus agachadas anteriores: llega tarde al baile de la protesta que se armó por abajo y al costado de sus dirigentes, y los emos del triunvirato no aciertan nunca con el paso correcto, porque lo dan un minuto antes u otro después. Después de haberle dado un guiño a la reforma laboral (a la que luego el gobierno le agregó más propuestas intragables), acaso su oposición a la reforma previsional les brinde la oportunidad de resarcirse, y asumir algún rol de conducción en un proceso en el que hasta acá son claramente conducidos por los acontecimientos.

Los apremios del gobierno por las precariedades de su insustentable programa económico lo llevan a cometer una tras otra torpeza: apurar el lunes la sesión que fracasó el jueves para consagrar el tijeretazo a los bolsillos de los jubilados, solo se puede entender como un intento contra reloj de enviar "señales a los mercados" antes del super martes de las LEBAC´s, con la amenaza latente de una corrida al dólar si parte del monumental stock no se renueva, y se vuelca al billete verde.

En cualquier caso se trata de otro parche sobre una tela a la que le sigue faltando la "lluvia de inversiones" tantas veces prometida, que deberá seguir esperando: los fracasos de la cumbre de la OMC y la no firma del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur dejan claro -una vez más- que el gobierno leyó pésimamente desde el inicio la coyuntura internacional; pero lo más grave es que todo lo ocurrido en torno al proyecto de reforma previsional traduce la clara imagen de que Macri no controla todo el proceso (como los resultados electorales podían hacer prever), ni maneja todos los botones del tablero: la cobardía del capital no hace sino autoalimentar sus propias dudas, a partir de los propios hechos de la realidad.

Si como desde el gobierno sostiene, no hay razones políticas ni económicas para suponer que hay "peligro de helicóptero", no deberían alentarlo sobreactuando con gestos ampulosos de presunta fortaleza, que solo demuestran debilidad: la amenaza al Congreso de imponer la reforma por DNU si no es aprobada, o la decisión de agudizar la represión ante la protesta parecen del tipo de cosas que justamente hizo De La Rúa, antes de caer: DNU para implantar el corralito primero, declaración del estado de sitio para pretender darle un baño de indemnidad a la salvaje represión a la protesta, después.

La crisis de la reforma previsional también puso de manifiesto que cuando se entra en el terreno de los "tejidos grasos" o las "efectividades conducentes" como decía Ubaldini, no hay Durán Barba que valga, ni call center ni redes sociales que amortiguen el impacto: es necesario que aparezca la política en su acepción vieja y tradicional; algo que en este gobierno no abunda. Para ser una fuerza política que hace gala de despreciar "el control de la calle", el despliegue represivo fue inusual, desproporcionado y -sobre todo- fuera de control; sin que nadie acertara a frenarlo en medio de los balazos, los gases y la cacería desenfrenada, que sigue ahora con los allanamientos de Bonadío "en busca de material ideológico"; como en los tiempos de la dictadura.

El reagrupamiento opositor está teniendo forma hoy en el Congreso (básicamente en Diputados) como da cuenta una foto que circula por las redes, pero es muy prematuro para decir que se traducirá en alguna forma de convergencia electoral de cara al 2019; que hoy por hoy está tan lejos como se dijo más arriba. Ojalá todos lo entiendan así, y no caigan en la tentación de la hoguera de las vanidades por disputar liderazgos; cuando las prioridades son otras.

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