Aplica a este gobierno -como a pocos- aquello de no tirar el niño junto con el agua sucia, pero no deja de sorprender que hay una audiencia dispuesta a creer que los brutales recortes que está ejecutando en los roles y funciones del Estado no tiene que ver con una concepción ideológica, sino con presuntas irregularidades o corruptelas con las que se encontrarían a cada paso, que no les dejan más remedio que hacer las podas.
Si en las universidades hay ciertos usos de fondos que el gobierno estima inadecuados, la respuesta es asfixiarlas económicamente hasta el cierre. Si el PAMI gasta mucho en medicamentos y algunos jubilados podrían pagarlos de su propio bolsillo, la solución es cortárselos a todos, hasta que se acomoden los números. Si un organismo tiene déficit, hay que cerrarlo sin ponerse a ver si fabrica reactores nucleares o medialunas, lo mismo da. Y a muchos eso les parece perfectamente lógico.
Que el actual presidente haya hecho campaña con una motosierra, o diga que el Estado es una asociación ilícita y él el topo que la destruirá desde adentro, no basta al parecer para que se entienda que no recortan pensiones no contributivas porque hubo alguien que intentó obtener una por discapacidad con la radiografía de un perro, o dejan sin medicamentos a siete millones de jubilados o no prorrogan la moratoria previsional porque descubrieron algunos jubilados que tienen yates.
El complemento necesario de todo eso es la generación de la agenda del prejuicio: a falta de pan, alimentar a la monada con "batallas culturales" contra enemigos reales o imaginarios, para tenerlos contentos, contenidos y encantados con un gobierno que los representa. Así por ejemplo esta misma semana (el martes) aparecieron publicados en el Boletín Oficial una batería de decretos en esa línea: derogando la suspensión de desalojos de tierras ocupadas por comunidades de los pueblos originarios, la prohibición de la denominación de obras y lugares públicos con los nombres de personajes públicos de cuya muerte no hayan transcurrido más de 10 años, la posibilidad de portar armas desde los 18 años de edad y la prohibición del presunto "adoctrinamiento" en las escuelas.
A la degradación humana (por la instauración de la crueldad como política de gobierno) que significa este gobierno se suman la política, la social, la económica y la cultural: están llevando la discusión pública en el país al nivel de las letrinas de las redes sociales, y la idiotez analítica marca la pauta. Tanto que no faltan quienes proponen que, para ser electoralmente competitivos, hay que rebajarse a ese nivel: aquello de las moscas y la mierda, digamos.
Lo que si es cierto es que todo esto no se hizo en un día, y Milei es más un emergente de una sociedad rota y disgregada, que un alienígena que vino del espacio exterior a gobernarnos. Y también habrá que ver hasta que punto nosotros no contribuimos -en su momento- a sembrar dudas sobre la legitimidad de ciertas políticas públicas como los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, con aquello de la sintonía fina; que era -y es- tan dificultoso de instrumentar, que jamás se hizo, con ningún gobierno.
En éste y en el de Macri, además, por convicciones ideológicas: si a los más ricos no les quieren cobrar impuestos y les habilitan blanqueos cada vez más generosos, es poco razonable creer que les preocupan las piletas calefaccionadas a gas de Puerto Madero, o los aires acondicionados encendidos en departamentos vacíos.
Tuits relacionados:
El Boletín Oficial de hoy es una colección de decretos oscurantistas para seguir alimentando los peores prejuicios de la sociedad. Y para distraer de turradas como el recorte de la cobertura en medicamentos a los jubilados por el PAMI, de paso.
— La Corriente K (@lacorrientek) December 10, 2024
Si buena parte del electorado es idiota, nosotros no podemos volvernos idiotas con tal de ganar una elección. Porque además seguro que tampoco la ganamos.
— La Corriente K (@lacorrientek) December 9, 2024
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