Por A.C.
Los diarios nos anuncian que la calificadora de riesgo Moody’s, sólo mejorará la nota de Argentina cuando se normalice el INDEC, y que la mala relación con el FMI y la deuda del Club de París, son los otros temas a resolver. En la octava conferencia anual sobre las perspectivas para la región, la calificadora justificó la decisión de no mejorar la nota –que desde 2005 está en B3 (sólo Ecuador en la región tiene peor calificación)- en la “muy baja” calidad de las instituciones que lleva a que el riesgo de crisis sea “alto”.
Empecemos calificando a quien realiza la calificación, ya que las calificadoras de riesgo, Moody’s, Fitch y Standard and Poor’s son quienes dominan ese (gran) negocio en el mundo.
El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en una columna de opinión publicada en The New York Times, y relacionada con la gravísima crisis financiera internacional desatada en el 2008, sostiene que puede ser “reconfortante pretender que la crisis financiera fue causada solamente por errores honestos. Pero no fue así. Fue, en gran parte, el resultado de un sistema corrupto. Y las calificadoras de riesgo fueron una gran parte de esa corrupción”.
Las consecuencias de la crisis en Europa y en Estados Unidos, que seguimos viendo por TV en estos días y que parece de difícil resolución, más allá de las tremendas consecuencias sociales que produjo, motivó que en el país del norte se creara la Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera (FCIC), conformada por el gobierno y el Senado estadounidenses, y de sus investigaciones surge sin ningún tipo de dudas, que el fraude que generaron las calificadoras de riesgo, fue un componente fundamental para la generación y el estaliido de la crisis internacional.
Ante esa Comisión, Mark Froeba, ex vicepresidente de derivados de Moody’s, acusó a los directivos de la compañía de premiar con bonificaciones y ascensos a los analistas que cooperaban con la banca y castigar a los que no, es decir, que la calificadora premiaba a sus empleados que -entre otras maniobras-, otorgaban buenas evaluaciones a títulos hipotecarios de mala calidad, las famosas hipotecas subprime que generaron la burbuja inmobiliaria que fuera el detonante de la crisis, como analizamos antes en ésta nota.
Ante esa misma Comisión, otros tres ex analistas de Moody’s, reconocieron que fueron presionados por la gerencia para mejorar la nota de ciertos productos financieros en beneficio de sus emisores, que son los que pagaban por los servicios de esa agencia.
Es decir que quien le pagaba bien a Moody’s, obtenía una muy buena calificación, independientemente que estuviera ofreciendo productos financieros basura.
Muy profesional, muy honesta, muy confiable la calificadora que nos califica. En la página web de ésta calificadora poco calificada, pueden recorrer su “Manual de Procedimiento para la Calificación del Riesgo”, donde se extienden en conceptos técnicos, en la rigurosidad y objetividad de sus analistas, y en la indiscutible honestidad de la calificadora. Pero como vemos, y como comprobó la Comisión, al manual lo guardan en un cajón cuando la cifra del cheque es interesante.
Por eso, frente a esas declaraciones, el presidente de Moody’s, Raymond McDaniel, tuvo que admitir ante la Comisión que los errores en su sistema de análisis contribuyeron a la crisis financiera, al otorgar buenas evaluaciones a títulos hipotecarios de mala calidad. Mirá vos.
Y claro, no tuvo otra alternativa Raymond McDaniel que reconocer, porque miles de títulos con garantía de las hipotecas subprime a quienes ellos calificaron con la máxima calificación (AAA) en el año 1996, hoy están calificados en un 93 % con la categoría de papeles basura. Moody’s “evaluó” más de 9.000 títulos, según se informó en esa Comisión estadounidense. Bueno, no hay que ser tan estricto, 9.000 errores los comete cualquiera, sobre todo si hay cheques por cada uno de esos miles de “errores”.
La recaudación de las calificadoras era formidable, porque los Bancos y empresas que colocaban deuda, elegían entre las principales calificadoras para obtener una nota AAA, y éstas, para incrementar su facturación, aceptaban las condiciones que les requería el emisor, eliminando las normas de evaluación y otorgando riesgo casi nulo a esos bonos de activos hipotecarios subprime, mercado que se derrumbó provocando la peor crisis financiera del mundo.
Pese a ese comportamiento técnico desastroso y delictivo en sus operaciones, las calificadoras siguen apareciendo en el mundo mediático, donde naturalmente pagan para ser publicadas. Y a pesar de lo que generaron a partir de 2008, los grandes fondos de inversión, siguen utilizando sus calificaciones en la evaluación de los países. Claro, suele haber alguna vinculación entre las calificaciones y los negocios de los fondos.
Y ahora, depués de tantos éxitos desde el año 2008, las calificadoras frente a la situación de la zona euro, agravan deliberadamente la crisis de España y Grecia, rebajando las notas de sus bonos y de deuda emitida por empresas de esos países, en una dinámica perversa de destrucción de esas economías, a través de más ajustes y fuga de capitales producidas por esas evaluaciones.
Generan la baja de los títulos, los compran a centavos y esperan el auxilio financiero a los Estados en crisis. Cuando el auxilio llega, los títulos se recuperan un poco y ellos los venden. Mientras tanto, como también bajan la calificación de las deudas de las empresas, éstas no consiguen créditos para producir. Mientras tanto, se disminuye el consumo y por lo tanto baja más la producción, y entonces se pierden empleos y queda mucha gente en la calle. Pero esos aspectos no son importantes, porque no entran en los items a evaluar por estas calificadoras.
En octubre de 2010, Moody´s Latin América realizó su Seminario Anual en el hotel Four Seasons de Buenos Aires, como muestra la foto que ilustra el post.
Argentina, al igual que ahora, fue ubicada en el fondo de la tabla de 110 países que monitorea Moody’s con una nota “B3” para su deuda, cerca del grado de default. Por el contrario, muchas economías elogiadas por la calificadora, están en situación desesperante.
En ese seminario, un tal Gabriel Torres, “analista soberano de la Argentina de la calificadora“ (algo así como el ángel guardián de nuestro país), ya explicaba que la principal razón por la que la Argentina tiene ésta nota es “porque no encuentra la forma de resolver las cuestiones políticas con consenso. Esta situación les quita toda previsibilidad a sus decisiones”.
Para agregar que Argentina se encuentra entre los países más vulnerables debido a que “los problemas económicos se agrandan por la confusión política interna”.
La falta de rigurosidad y profesionalidad en el ánalisis de Torres es inverosímil. Este personaje, para “calificar”, debería –mínimamente- analizar las cuentas fiscales y externas para determinar la posibilidad de afrontar el pago de vencimientos de la deuda. Si hubiera estudiado las cuentas, los números, y si dejara de lado concepciones ideológicas fundamentalistas de mercado, la calificación Argentina debería elevarse categoricamente, sobre todo en comparación con los desastrosos indicadores que registran otras economías, a las que Moody´s elogia y le otorga altas calificaciones.
Por eso, es evidente que Moody’s no evalúa la capacidad de pago de Argentina, sino que funciona como un instrumento de los intereses del sector especulativo y de la oposición política conservadora local. La política económica argentina de crecimiento sostenido, la renegociación de la deuda con una elevada quita de capital y la ruptura con el FMI, son actitudes de independencia que la calificadora combate con todos sus medios para evitar que otros países tomen el mismo camino, porque eso le significa a Moody’s la pérdida de negocios. Por eso el analista soberano Gabriel Torres se empecina en mostrarnos que estamos equivocados.
Como la central de Moody’s está en Wall Street, Torres podría salir un rato de la oficina y bajar a hablar con los muchachos que están en la calle, esos que andan con los carteles de “Occupy Wall Street”.
Que les explique como son las cosas, a ver como le va.
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