LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

viernes, 21 de octubre de 2011

20 CONSEJOS PRÁCTICOS PARA INTELECTUALES ANTI KIRCHNERISTAS


Por Raúl Degrossi

El domingo Cristina se encamina a obtener un triunfo electoral rotundo, probablemente con el mayor porcentaje de votos que haya obtenido un presidente desde la vuelta a la democracia; seguramente con la mayor distancia con el segundo de la historia argentina.

Con ese triunfo, el kirchnerismo completará doce años consecutivos en el poder, tres mandatos presidenciales, algo que ningún otro movimiento político había conseguido nunca antes en la historia argentina.

Datos de la realidad que hablan de un proceso político que merece un análisis profundo, que aborde toda su complejidad; y que desde la vereda de enfrente -es decir aquellos que critican al kirchnerismo, o directamente lo detestan- todavía está pendiente.

Como el triunfo de Cristina implicará -entre otras cosas- que mucha gente (Sarlo, Abraham, Caparrós, Aguinis, Asís, Kovadloff, Sebrelli, Gregorich y siguen firmas) deberá soportarla a ella y al kirchnerismo otros cuatro años, van unos sencillos consejos para ver si logran levantar la puntería, y contribuyen a mejorar la calidad del debate político en la Argentina:

1. Un proceso político que se extenderá por doce años encierra -necesariamente- complejidades, marchas y contramarchas, contradicciones. Por ende, deseche de inmediato -para tratar de entenderlo o explicarlo- toda explicación simplista o monocausal: correrá el riesgo de no acertar a entender nada, y si no lo entiende, no lo podrá explicar, por más que trate.

2. Es de buen tono en la disputa democrática  no etiquetar de antemano al adversario, menos con desmesuras históricas. Decir cada diez minutos que el gobierno es una dictadura o que practica el fascismo, no ayuda a que la gente común comprenda no ya lo que ustedes opinan del kirchnerismo; sino lo que es una dictadura, o  lo que fue el fascismo.

3. Someta a permanente crítica todos los argumentos, empezando por los propios; y no acepte ninguno que -analizado con cuidado- demuestre que fue construido bajo el previo y necesario supuesto de que los eventuales interlocutores (sean estos lectores, oyentes, televidentes o asistentes a una conferencia), son tarados o estúpidos.

4. Ensaye permanentemente explicaciones del fenómeno kirchnerista prescindiendo de los vocablos “clientelismo” y “cooptación”, u otros similares, que presupongan que alguien obra exclusivamente movido por el dinero. Todos los movimientos políticos de la historia -aun los más execrables como el nazismo- han tenido quienes adhirieron a ellos por razones que juzgaron valederas; aunque uno no las comparta. El asunto para el intelectual es tratar de entenderlas, no de juzgarlas.

5. Deseche por inservibles todos los argumentos vinculados a la “impostura” del kirchnerismo, según los cuáles este se apropiaría de causas justas en las que en realidad no cree; y tampoco pierda demasiado tiempo en buscar en todo acto político -aun en el más noble o beneficioso para el conjunto- las verdaderas intenciones ocultas; y menos que menos las decrete a priori como macabras. No explicará nada con eso, y ni con la máquina de la verdad de Chiche Gelblung podrá demostrar su punto: lo relevante es lo que alguien hizo, sea bueno o malo; por que lo hizo (o peor aun: por que cree usted que lo hizo) es secundario, y puede llegar a ser irrelevante.

6. Deje de repetir constantemente que el kirchnerismo en el gobierno busca “tener caja y acumular cada vez más poder”: no hubo un gobierno en la historia que renunciara a tener y acrecentar una y otra cosa; excepción hecha quizás del de De La Rúa. Ambos elementos son consustanciales a la idea misma de lo que es un gobierno (según la define unánimemente la teoría política); de modo que repetir eso lo convertirá en el hazmerreír de los que entienden del asunto. Concéntrese más bien en analizar para que se usan los recursos de la “caja”, y los instrumentos del poder.

7. Nunca olvide que las personas -en tanto ciudadanos- obran políticamente según sus propias racionalidades instrumentales, y lo que usted considera importante o vital, para otro puede no serlo tanto. Dejar de lado esta regla elemental y sencilla de análisis puede llevarlo a repetir sandeces como “claro, la votan porque cobran la jubilación del ama de casa o la asignación universal, y se olvidan del Indec y el Consejo de la Magistratura”, o peor aun: “ganan las elecciones porque la economía anda bien, la gente tiene trabajo y le aumentan el sueldo, y el gobierno les hace cloacas”. Piense por un momento -sólo por un momento- que en esas circunstancias, lo ilógico sería que el kirchnerismo perdiera las elecciones.

8. No olvide que todos (hasta los propios corruptos) dicen ser honestos y combatir la corrupción; de modo que centrar el análisis político exclusivamente en ese aspecto lo llevará a un irremediable punto muerto: todos le darán la razón, pero nadie le dará bola, porque queda mal darse por aludido en público con ese asunto. Por otra parte, no se puede afirmar que se cree en las instituciones, y al mismo tiempo pretender que, simplemente porque uno diga que alguien es corrupto, ese alguien deba ir de inmediato preso, sin necesidad de pruebas, sentencia o juicio alguno.

9. Respete la expresión de la voluntad popular en todas las circunstancias, le gusten o no sus resultados: no es lógico sostener que los votantes son lúcidos ciudadanos independientes cuanto votan a Macri en la Capital, y pobres víctimas del clientelismo cuando hacen lo mismo con Gildo Insfrán en Formosa. Es casi obvio destacar que, en democracia, todos los votos valen lo mismo: uno. 

10. No reclame con insistencia ir a lugares a los que -si lo invitaran- jamás iría, como lo prueba el hecho de que los descalifica de antemano, permanentemente. O sea: no despotrique porque lo excluyen de los medios manejados por el Estado, o que son afines al gobierno; cuando dice todo el tiempo que allí sólo aparecen obsecuentes alcahuetes del poder, que venden su alma por dinero. 

11. Resista la tentación de salir corriendo rápidamente a escribir un libro sobre el kirchnerismo y sus circunstancias al calor del momento político, nada más que para poder llegar a tiempo a la Feria del Libro. Las urgencias de las editoriales (y de la propia cuenta bancaria) no suelen ser buena compañía para la reflexión crítica.

12. Infórmese debidamente en forma previa cuando vaya a incursionar en temas ajenos a su área habitual de competencia, cualquiera sea ésta; en lo posible por fuentes científicas y sin recurrir a Wikipedia. Un intelectual no es un todo terreno ni un “experto en cosas”; menos un Pico Della Mirándola, de quien se decía en su tiempo que “sabía de todo lo sabible”. No atender debidamente este punto puede resentir su credibilidad: si usted es crítico literario y dice sandeces sobre economía o sanatea sobre derecho y alguien se da cuenta, probablemente y por carácter transitivo, dejen de comprar los libros que recomienda.  

13. No diga todo el tiempo que es una persona informada porque lee los diarios o mira todos los noticieros, de un intelectual se espera algo más que eso para comprender la realidad y explicarla. Además le acercamos un dato que puede resultar de interés: los medios que lee, mira o escucha a diario, podrían no estar dando una visión completa y plural de la cosa.

14. No repita la bobada de que un intelectual debe ser crítico y estar siempre en contra del poder, y que éste reposa exclusivamente en el Estado: es una idea de la sociedad que se remite a la Carta Magna de 1215, o sea un poco pasada de moda; y un intelectual es –por sobre todas las cosas- alguien que reflexiona, sea donde fuera que su reflexión lo conduzca. ¿O acaso si usted es marxista y mañana se implanta la dictadura del proletariado se va a poner de inmediato en contra, de puro crítico nada más?

15. Tampoco ande diciendo todo el tiempo y por cuanto medio tenga a su alcance, que lo censuran o lo prohíben, porque es un oxímoron: si eso realmente pasara, no podría decirlo, simplemente. Además mirarse permanentemente el ombligo (o tomar exclusivamente en cuenta lo que le pasa personalmente) no es un buen punto de observación para analizar los procesos sociales.

16. No renuncie a la propia identidad política y asúmala sin complejos, sea de izquierda, de derecha, radical, socialista, peronista o -sobre todo- anti peronista: es una de las cosas buenas de haber reconquistado la democracia, nadie debe andar escondiendo sus preferencias. No luche consigo mismo, fingiendo todo el tiempo ser lo que no es, y trate de ser coherente con lo que es, asumiendo las consecuencias. Siempre es bueno -y pertinente al debate- aclarar el lugar desde donde uno habla.

17. Sin caer en el argumento ad hominem, tenga en cuenta con quienes coincide o disiente con frecuencia en sus argumentos, y si le sucede que casi siempre está en compañía de manifestaciones de la mente humana no debidamente tratados aun por la sicología como Carrió, o exponentes vivientes del fracaso del sistema educativo como Majul, revise su discurso: algo debe estar haciendo mal. 

18. Resista por todos los medios la tentación de hacer pronósticos o responder a los que se los pidan, el análisis de la realidad  política y social no corresponde al ocultismo o las ciencias arcanas. No se espera de un intelectual (no debería esperarse, al menos) la adivinación del futuro, menos tratándose de procesos sociales, que no tienen las leyes de causalidad inexorables de los fenómenos naturales.

19. No confunda la realidad con los propios deseos: por más que usted quiera que Cristina y todo el kirchnerismo estallen por los aires por autocombustión espontánea, eso no sucederá; y si es irracional esperarlo, peor aun es decirlo una y otra vez, como predicción resultante del análisis. De un intelectual se espera -justamente- que apele al intelecto como sublimador de las pasiones y sentimientos.

20. Por último y por sobre todas las cosas: bajo ningún concepto acepte que lo llamen “intelectual”, al menos hasta que haya hecho algo realmente digno de que le asignen tal título.

Y ni aun así se la crea, porque esto es como en el boxeo: al título hay que revalidarlo todos los días.     

11 comentarios:

Udi dijo...

¡Qué belleza! Maestro, ya quisiera uno tener tanta claridad expositiva.

GISOFANIA dijo...

excelente, impecable, exquisito y al mismo tiempo fresco. Usted sí que no defrauda, Degrossi.

Si se me permite, quisiera opinar algo al respecto: lo problemático del término "intelectual" es que por uso (más que por definición) resulta discriminatorio. En el caso de los "intelectuales" que el artículo nombra su constante arrogancia y desprecio a lo que no se comprende (el kirchnerismo) para mí es signo (lisa y llanamente) de ignorancia e incapacidad de análisis

edu, desde el barrio, dijo...

UFA LOCO!! Algo más? Hay que estudiarlo? Lo va a tomar?? Para que sirve todo ésto?? Se gana guita??

Anónimo dijo...

Para el autor:Orgullo de militar en el mismo espacio y compartir la vida.
De todos modos, no creo que a la opo le sirvan los consejos porque HAY MUCHO PARA LEER y en el tercer punto se aburrieron y se fueron a...
El odio obnubila la mente, y ésta gente odia profundamente al Peronismo y por ende al Kirchnerismo, aún aquellos que a veces ganaron elecciones poniéndose ese traje.
Cristina A.

Unknown dijo...

Muy queridos cumpas: ¡se pasaron! La nota de Raúl Degrossi no tiene desperdicio. Clarísima, sencilla, pa'l populum...
La única objeción que me permito - para jugar un ratito al 'intelectual' y buscarle 'la 5ta pata al gato' - es desalentarlo en tanto no creo que ninguno a los que está primariamente destinado este "Manual del Intelectual" se permita leerlo y si, milagrosamente, lo hiciese... ¡no lo entendería! Porque aquellos que se atibuyen la 'INTELECTUALIDAD' la ejercen desde una perspectiva obviamente corporativista... Se autoatribuyen la representación de un sector que para el pensamiento marxista constituye el 'trabajador colectivo' que puede sintetizar abarcativamente el pensar de las clases desposeídas de las herramientas materiales e intelectuales de la producción.
Mientras que estos exponentes de la 'intelectualidad' se representan narcisísticamente a si mismos.
Vaya el habitual abrazo cumpa y militante,
Aníbal
'Pensemos juntos...'

Luis dijo...

¡Que bueno, loco! En particular el cierre (comparese con el Edu Galeano y su negativa a autollamarse -y que lo llamen, aunque no estoy de acuerdo con eso- intelectual)

Hace muchos años, Fito Paez desbarranco mal despues de una tragedia espantosa: hablaba boludeces, citaba a Foucault y a Ballard para el ojete, se juntaba con la verguenza de la familia Rozichtner, vivia orgullosamente en pedo y se cagaba en todo lo que habia defendido hasta hacia poco. Se autodefinia como 'artista maldito'. Daba mucha lástima. Alguien le contesto que quien se autocalificara asi deberia sacarle una letra a la palabra, porque solo era un artista 'malito'. Los verdaderos malditos lo fueron a pesar de ellos, con dolor y rabia(cada uno tendrá los suyos en el corazón y la cabeza)
A trabajar, señores, la historia maldecirá a quien corresponda. Y le dará tambien el título de intelectual cuando tratemos de desenredar con ellos el mundo que nos toca -dudo que sea el caso de Abraham o Sarlo-.

Luis dijo...

PD: podemos dejar de llamarlos 'intelectuales' tambien, pero no porque no se hayan ganado el titulo, sino porque son solo difamadores profesionales. No se miran el ombligo, no observan desde torres de cristal. Mienten. No es lo mismo.
El año pasado cuando procesaron a Macri por las escuchas, los unicos que deliraron con Nestor moviendo los hilos fueron: sus socios del Pro, Duhalde (un gurka sin nada que perder) y Sarlo, en la Nacion. Ni Carrio, ni 'el Hijo De', ni ningun otro actor politico abrieron la boca para apoyar ese bolazo insostenible.
Sarlo miente, y miente mal, porque no necesito nunca de hacer otra cosa para aparecer en TN monologando idioteces frente a Morales Solá (compárese cuando Nora Veiras la dejo en evidencia en 678 y la tilinga desbarrancaba cada vez mas pisandose sola)

Desocupado mental en la era del blog dijo...

Excelente!! Yo creo que una de las claves es no meterse a opinar de todo. Una cosa es hacerlo respecto del fútbol tomando una birra con los amigos. Ahí sí podemos discutir, con un nivel de pedalín alto, si Garré fue mejor que Maradona o si Arano merece ser lateral de la selección.
El periodismo auténtico es superior a la opinología. Sarlo aporta enfoques y argumentos interesantes sobre literatura argentina. Uno puede estar de acuerdo o no, pero se nota que sabe. Abraham sabe bastante del pensamiento de Foucault o Deleuze, pero cuando se pone a pontificar tirando títulos como un enajenado y habla de fascismo y censura en el aire, parece un pelotudo marca cañón. Aguinis directamente no merece ni un comentario.
Por eso para entender un poco de política vernácula, es preferible mil veces un José Natanson que una Sarlo.
Abrazo de gol de Boca!

Desocupado mental en la era del blog dijo...

Por si no se entendió: para hablar de política argentina uno debe informarse, porque tiene una responsabilidad mayor. No es lo mismo tirar fruta con los amigos sobre cualquier tema que hacerlo sobre política en un medio masivo. La responsabilidad es otra. Ahí vale la pena parar la pelota y animarse a decir "no sé", en lugar de arrancar y tirar títulos catástrofe.

mónica dijo...

me lo llevo para el blog citando fuente http://la-memoria-de-fuenteovejuna.blogspot.com/2011/12/los-que-se-empenan-en-estar-enfrentados.html
salud, cumpas!

Anónimo dijo...

Siempre hay que informarse!!
twitter: @cri_gk