LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 19 de abril de 2012

YPF: LA OPOSICIÓN EXPROPIADA


Por Raúl Degrossi


Resulta una obviedad decir que la magnitud del anuncio del lunes de Cristina por YPF impactó de pleno en el tablero político; tanto como que una decisión de esa envergadura no se toma de un día para el otro y sin haber sopesado todos los factores en juego.

Como todas las decisiones cruciales del kirchnerismo (que confirma una vez más la regla de que, bajo presión, responde redoblando la apuesta) ésta también introdujo un revulsivo hacia el interior del entramado opositor; aunque las respuestas que allí se observan -afortunadamente- parecen diferir de las seguidas hasta acá: como lo documenta la tapa de La Nación que ilustra el post, el apoyo al control del Estado en YPF es virtualmente unánime; al menos dentro de las fuerzas con cierta representatividad electoral relevante.

Quedará por verse cuanto de ese posicionamiento opositor obedece al tema en su sí (en el que las encuestas demuestran con contundencia que la decisión presidencial cuenta con amplio respaldo social), o a una re lectura de lo que fue su conducta después del desastre electoral del 23 de octubre.

Además de las necesidades propias de las variables macroeconómicas, la decisión de Cristina de ir por YPF mientras le daba un protagonismo central al reclamo por Malvinas, demuestra que puso las prioridades correctas (lo que no quiere decir que sean las únicas, y si no está la tragedia de Once para corroborarlo) en la agenda política: YPF con control estatal tiene tanto consenso social como Malvinas, pero está mucho más íntimamente vinculada a la vida cotidiana de los argentinos; y un Estado con control sobre un recurso estratégico tan importante, será seguramente más tenido en cuenta en el plano internacional a la hora de reclamar la soberanía de las islas.

La densidad del tema es tal que le permite al gobierno acumular masa crítica de apoyo al proyecto aun dentro del campo opositor, en un caso en el que las críticas a las políticas seguidas hasta acá por el kirchnerismo son muchas y agudas; algunas incluso atinadas.

Las reacciones opositoras ante el anuncio fueron reveladoras: Pino Solanas (por fin tributando a la coherencia con su propio discurso) manifestó su respaldo sin los reparos menores con que su ego suele obnubilar el correcto juicio político; y la discusión interna dentro del FAP (donde la incomprensiblemente caracterizada como progresista Margarita Stolbizer encabezaba la oposición al proyecto oficial) se saldó como debía ser: con el apoyo de la fuerza al proyecto, al menos en sus lineamientos generales.

Sin que ese apoyo estuviera exento de rispideces: como pocas veces, el socialismo exhibió sus matices internos, desde las ya crónicas dubitaciones diletantes de Binner, hasta el apoyo enfático de un crítico habitual del gobierno como Giustiniani, pasando por el respaldo de Bonfatti; acompañado por un insólito planteo de que la provincia a su mando (que no tiene una gota de petróleo) participe de las acciones y utilidades de la empresa ahora controlada por el Estado.

La oposición al proyecto quedó corporizado en la Coalición Cívica y el PRO: en la primera el anuncio de Cristina coincidió con la reaparición en los días previos de Carrió (montada sobre el escándalo Ciccone), y en la segunda con la exposición pública de la precariedad política de Macri a partir del affaire de los subtes.

Ambas fuerzas pugnan hoy por ocupar el espacio de la oposición irreductible al kirchnerismo, lo que las llevará a redundar frecuentemente en sobreactuaciones (la conferencia de Macri defendiendo implícitamente a los intereses españoles con el cuadro de Garay a sus espaldas fue un ejemplo), pero además parecen confinadas al mismo electorado, y al mismo espacio territorial: la ciudad de Buenos Aires.

Bien haría Macri en mirarse en el espejo de la pitonisa chaqueña: lo que en un caso terminó siendo desaparición electoral por defectos de construcción política y hartazgo social de un discurso mesiánico y apolítico, podría seguir idéntica suerte en el caso del PRO (al menos si aspira a una proyección nacional para el 2015) por los mismos defectos (la intransigencia en Carrió es el equivalente a la abulia en Macri, y producen los mismos efectos en orden al crecimiento de sus respectivas fuerzas), y por un discurso si no encerrado en un moralismo prepolítico (como el de Lilita), circunscripto a los estrechos límites de los significantes vacíos que sugieren los expertos en marketing electoral.

Donde la situación se presenta más interesante es en el radicalismo: el anuncio presidencial provocó un debate interno, en el que la opinión del conjunto de los dirigentes nacionales de la UCR se impuso a los que se apresuraron a desmarcarse: un día antes en TN Sanz exhibía todo su patetismo apresurándose a garantizar al aire (¿como para que lo oyeran en España?) que el bloque radical del Senado votaría en contra del proyecto.

Y Barletta (formalmente, la máxima autoridad partidaria) decía en cuanto micrófono le pusieran a la mano pestes sobre la política petrolera del kirchnerismo, con un discurso que podía llevar como única consecuencia lógica a votar en contra del proyecto enviado por Cristina.

Ni uno ni otro -así como tampoco Gil Lavedra- tuvieron plafond en el seno del Comité Nacional, donde prevaleció el sentido común: los radicales no podían volver a cometer el mismo error que en la liquidación de las AFJP, la estatización de Aerolíneas o la discusión de la ley de medios, es decir oponerse a lo que hasta ayer nomás reclamaban; y menos en materia petrolera.

Claro que, tratándose de radicales, habrá que ver con el tiempo en que medida la decisión expresa un cambio de fondo en la línea política de la UCR, o un simple ajuste de cuentas interno, tratando de mostrarle a Barletta por un lado que accedió a la conducción partidaria por un pacto de compromiso y que debe revalidar su liderazgo consultando a todos los sectores partidarios antes de opinar o decidir en un sentido determinado (algo parecido le ocurrió cuando pidió la cabeza de Despouy en la AGN).

Y por el otro, volver a marcarle la cancha a Sanz (siempre presto a ofrecerse como el prospecto de radicalismo confiable para el establishment), haciéndole el vacío interno como sucedió con su efímera candidatura presidencial con el auspicio de Techint: si así fuera, es una saludable decisión de la UCR, que ojalá persevere por ese rumbo.

Para redondear el panorama, una breve mención a la izquierda: con la declaración de las fuerzas que conformaron el FIT (aunque Altamira les haya sacado ventaja aprovechando sus contactos mediáticos) pidiendo la expropiación total de YPF bajo control de los trabajadores y sin compensación a Repsol, volvió la izquierda que le gusta a la gente.

La que deja de lado minucias burguesas como la Constitución (que abolió la confiscación) y el derecho de propiedad, y mariconeadas como la del año pasado, cuando lloraban por las redes sociales porque la reforma electoral los proscribía, y pedían un milagro para Altamira.

En cambio la derecha desilusiona viejo, ya no es lo que solía ser, como podemos ver acá:

3 comentarios:

Unknown dijo...

Mauri retrocediendo en chancletas y Biolcatti mendigando combustible...¡lo que hay que ver!
Pero con la derecha no hay que confiarse, pasa como con el malo en las películas de terror: nunca está muerta del todo.

Anónimo dijo...

que nabo que sos, se ve que no lo conocés al chanta de Charletta (Charletta es Barletta), es un pelotudo bárbaro.

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Ah, claro, porque acá en Santa Fe no sabemos quien es Barletta y necesitamos que vengás vos a contarnos. ¿Entraste alguna vez antes a éste blog, o a un blog en general? A la derecha hay algo que se llama "etiquetas", andá a donde dice "Barletta" y fijáte,salame.