LA FRASE

"LE DIJE AL PRESIDENTE MILEI QUE ESTOY MUY INTERESADO EN INVERTIR EN SU PAÍS, ESPECÍFICAMENTE CONTRATANDO A LOS CIENTÍFICOS DEL CONICET, ARSAT Y EL PLAN NUCLEAR QUE SU GOBIERNO ESTÁ DESPIDIENDO." (ELON MUSK)

lunes, 16 de julio de 2012

FISURAS


Con la aprobación del Senado el pasado jueves la meneada reforma tributaria enviada por el Ejecutivo santafesino pasó el primer round de una larga pelea, y al parecer nadie quedó conforme con el resultado.

Por el lado del gobierno, desde Bonfatti para abajo todos aducen que la media sanción desvirtuó el espíritu de la iniciativa, y que encima los recursos que terminará aportando son bastante menos que los esperados por la Casa Gris; aunque sobre éste último punto no hay una estimación uniforme ni siquiera dentro del propio gobierno provincial.

La opinión contrasta con el optimismo que emanaba del propio gobernador y sus colaboradores hasta el momento mismo en que empezó la discusión en el Senado, y caben al respecto dos interpretaciones posibles: o algo se rompió en el medio en el pacto entre el Ejecutivo y una parte de los senadores del PJ (que urdieron un pacto largamente trabajado desde aquél viaje a Dubai y otros destinos de Medio Oriente, con prestaciones concretas en el medio como se aventuró acá), o desde el gobierno sobreactúan el enojo por el resultado de la votación, para ponerse a cubierto de futuros problemas financieros, diciendo que no les votaron la reforma propuesta.   

Para colmo y como vemos acá desde los distintos sectores en que está atomizado el PJ en Diputados preanuncian que ahí el  debate será todo lo largo que deba ser, convocando incluso a los intendentes y presidentes comunales y las entidades empresariales (que ya hicieron sentir, y fuerte, su lobby en el tránsito del proyecto por el Senado).

Lo cierto es que lo aprobado, analizado objetivamente, mantiene prácticamente intocados los irritantes privilegios fiscales que vienen de los pactos fiscales de los 90' (las exenciones a la industria, el irrisorio avalúo fiscal de los campos para el inmobiliario); privilegios que -también es forzoso decirlo- no sufrían grandes variantes con la propuesta original remitida por el Ejecutivo: el revalúo de los campos por ejemplo se alcanzaba gradualmente hacia el 2018, y sin reflejar en su totalidad la valorización del mercado, y el mensaje de la Casa Gris no planteaba siquiera gravar con el 0,5 % a las industrias (como la propuesta que surgió luego de los socios radicales).

Tan sólo apostó a que se ratificase el aumento de Ingresos Brutos dispuesto por Bonfatti a principios de año para un puñado de empresas, ante la certeza de su observación por el Tribunal de Cuentas, y la negativa del gobierno de afrontar el costo de insistir en el decreto, remitiendo toda la discusión a la Legislatura. 

La conclusión más desoladora de la discusión del proyecto (demasiado tímido y conservador en su origen. ambas cosas acentuadas en su desarrollo posterior, para calificarlo de reforma tributario, y al parecer con poco peso en las cuentas públicas provinciales para llamarlo "impuestazo") es que la clase política santafesina en su conjunto (al menos en su representación en el Senado) claudicó con asombrosa facilidad ante las presiones corporativas, incluso de las patronales agrarias que -en una primera instancia- habían aceptado el moderado revalúo de los campos propuesto por Bonfatti.

Las fisuras de las que dio cuenta Juan Carlos Tizziani en la nota que ilustra el post (centradas en la conducta de los senadores radicales) se notaron en las filas legislativas del Frente Progresista, pero del lado del PJ cerraron filas más en la defensa de los intereses corporativos que en la de una posición partidaria que, por otro lado, nunca pudo terminar de uniformarse: el propio presidente del PJ provincial José Luis Freyre tuvo un rol secundario en las discusiones finales del proyecto.

No sólo los privilegios fiscales de los 90' han sobrevivido en la sanción del Senado: es toda una metodología de construcción y acción política que se empeña en sobrevivir en Santa Fe, y que permite intuir por que nuestra provincia es muchas veces presentada como modelo de corrección política en los medios nacionales; y no es justamente por exquisiteces institucionales como la boleta única: en los límites de la bota los vaivenes electorales (que entronizaron en el 2007 al FPCyS luego de 24 años de gobiernos peronistas) no parecen alterar la certeza de que no habrá cambios profundos, ni en materia tributaria (donde estos deberían expresarse con contundencia), ni en ninguna otra.

Es decir lo contrario del vértigo instaurado por el kirchnerismo en el país desde el 2003, por lo que de hecho no fue casual que el conflicto más sentido en la provincia en todos estos años (la puja con las patronales del campo por las retenciones móviles) haya encontrado a oficialistas y la mayor parte de los opositores provinciales del mismo lado: la defensa del interés corporativo frente al intento del Estado de captar parte de una renta extraordinaria.

Esa misma lógica se reprodujo ahora, como si todavía tuvieran peso y protagonismo en los principales partidos santafesinos Carlos Reutemann y Horacio Usandizaga, los principales protagonistas de la política provincial de los 90', hoy pasados a cuarteles de invierno.

En el PJ la actitud de los senadores los reafirmó como actores con peso propio interesados exclusivamente en preservar (a su modo muy particular) su propio capital político y territorial desentendiéndose de la suerte del conjunto del peronismo provincial; pero que al mismo tiempo (a juzgar por las reacciones de los funcionarios del gobierno y el propio Bonfatti) habrían perdido la confiabilidad como interlocutores con la Casa Gris.

Ni  siquiera los apremios financieros de la provincia y el aleccionador ejemplo de las dificultades que atraviesa el gobierno de Scioli en la provincia de Buenos Aires disuadieron a los senadores (a todos: el proyecto fue finalmente votado por unanimidad, para prevenir que no sufra cambios en Diputados que lo dilaten aun más) de optar por una propuesta más audaz en términos de equidad tributaria, y más redituable para el fisco provincial, y los municipales y comunales por derrame. 

En Diputados el panorama asoma más complejo aun, porque allí las posiciones de los diferentes bloques del PJ oscilan entre los que plantean gravar con Ingresos Brutos a las grandes industrias o a las exportadoras de cerelaes u oleginosas y ajustar los avalúos fiscales de los inmuebles rurales (como los diputados del Movimiento Evita), y los que se oponen de plano a cualquier retoque en los impuestos con el expediente de resistir un "impuestazo" (como las huestes de Oscar "Cachi" Martínez), o fustigar los gastos del gobierno; como puntualizan desde el obeidismo. 

Y tampoco en el oficialismo provincial las cosas están tan claras: los radicales -que se opusieron de plano al revalúo rural, pero aportaron la idea de gravar a la industria con el 0,5 % de Ingresos Brutos- terminaron cumpliendo lo primero pero no lo segundo, y negándose a ratificar el aumento dispuesto por Bonfatti por decreto en febrero para algunas empresas de mayor facturación: una clara señal a la Casa Gris de que no aceptarán en lo sucesivo ser convidados de piedra en las decisiones del gobierno, transmitida mientras Barletta emprendía un oportuno viaje a Tucumán para poner distancia con la bronca del socialismo.

Hablando de socialismo: el tortuoso paso de la reforma por el Senado dejará seguramente lugar para reproches internos en la Casa Gris, porque indudablemente la estrategia seguida acumuló varios fracasos; en tanto no logró seducir ni a los propios (vimos como votó la UCR), ni hacer que los extraños (los senadores del PJ) cumplieran con lo pactado, más allá de haber aceptado tratar el proyecto antes del receso.

Y la frustración por el fracaso se verbalizó en las destempladas declaraciones del ministro de Gobierno y Reforma del Estado Galassi analizadas acá, haciendo blanco en Agustín Rossi y en la gestión del gobierno nacional, mientras deliraba respecto a presuntas cláusulas constitucionales que establecerían pisos mínimos garantidos de coparticipación federal para las provincias.

El abandono de la política de buenos vecinos seguida hasta acá por Bonfatti en su relación con el gobierno nacional, para adoptar la flamígera línea discursiva de Hermes Binner, puede servir para catalizar la bronca por una rosca trabajosamente urdida que no terminó dando los frutos esperados, pero no es aconsejable pensando en el panorama a futuro que se le presenta a la gestión provincial; habrá que ver si el cambio de tendencia se consolida.

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